Adiós Europa (*)

Las elites de hoy hunden al mar, como en el mito original, el proyecto de una casa común.

Desde Breisach en Alemania hasta Torremolinos en España, desde Marsella en Francia hasta Jelenia Gora en Polonia, y por supuesto frente a los edificios ejecutivos en Bruselas, legislativos en Estrasburgo o financieros en Frankfurt, abundan esculturas modernas con el mismo tema. A veces en hierro, a veces en piedra, vemos a un toro que lleva una mujer, cuya actitud puede ser desafiante, ya con bandera en mano, ya cuando blande un signo monetario en brazo elevado. Son representaciones actuales del “Rapto de Europa”, ese episodio mitológico que dio nombre al continente allá lejos y hace tiempo. Pronto sabremos los motivos. Por el momento, hoy podemos preguntarnos de qué Europa es el nombre. En efecto, poco o nada queda de aquel proyecto político nacido en la segunda posguerra que evocábamos en la primera parte de esta entrega. El “capitalismo renano” o “alpino” pregonado por Michel Albert en 1991 como el camino para un desarrollo económico sólido y soberano de Europa fue vencido por el “capitalismo anglosajón” o “marítimo”. Como en toda tragedia, asistimos a varios actos. 

El Tratado de Maastricht entró en vigor en noviembre de 1993. Más allá de los llamados a una mayor participación ciudadana, lo esencial es la introducción del Euro como moneda de la Unión Europea, que reemplazó las monedas nacionales en 1999. El Tratado de Ámsterdam de 1997, además de los llamados a una mayor participación ciudadana, reforma las instituciones europeas para recibir nuevos países miembros. El Tratado de Niza de 2001, además de los llamados a una mayor participación… bueno, ya saben, rediseña el funcionamiento de una Unión Europea para contener 25 países. El Tratado de Lisboa, de 2007, además de los llamados… etc., etc., etc., es presentado como la constitución europea, fortalece las instituciones de la Unión y propone una defensa y una política exterior común. También refuerza al Banco Central Europeo (BCE). El mencionado frenesí tratadista sanciona la desaparición de la Comunidad Económica, subsumida por la Unión Europea en 27 países miembros. Abundan las excentricidades geográficas, como entidades bálticas, el exotismo con Malta y la lejanía con Chipre. Veamos.

En 1995, a los países originarios se le sumaron Austria, Finlandia y Suecia; en  2004 le tocó el turno a la República Checa, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia; en 2007 entraron Bulgaria y Rumania; en 2013 ingresó Croacia. Los países mas industrializados de Europa tenían todo para ganar con la mano de obra de los ex países comunistas. La inclusión de esos sectores obreros, que aceptaban bajos salarios, educados –todo no es malo en el socialismo aquel– permitiría una desarrollo industrial a la vez que rejuvenecerían la población de naciones prósperas pero envejecidas, condenadas por una pirámide poblacional que hace crujir la seguridad social. Además de ser de etnia caucásica, estos migrantes deseados traerían consigo altas tasas de natalidad. Es que los hijos, a veces, son hijos del amor. Pero no siempre. 

Según las fuentes consultadas, tanto Horacio como Ovidio coinciden en aseverar que la hija de Agénor, por entonces Rey de Tiro, estaba de paseo con otras amigas al borde del mar Mediterráneo, en esas costas de Fenicia que hoy llamamos Líbano. En un prado cercano pastaban vacas. Cuando Zeus vio a la princesa, quedó deslumbrado por esa belleza y el deseo divino fue inmediato. Otras fuentes citan a Afrodita como la inspiradora de tal pasión. Como sea, el Dios decidió ser un toro, que es fuerte; de color blanco, para ser vistoso; de cornamenta modesta, para parecer manso. 

La zona euro contiene 20 naciones que renunciaron a la moneda nacional, y el BCE espera que las demás alcancen los requisitos de pertenencia que dependen del alcance de determinados “criterios de convergencia” en materia económica y financiera para poder disfrutar de los beneficios del euro. Así, en lugar del proyecto político con instrumentación económica que conocimos en el pasado, nos encontramos con el rigor monetario establecido como dogma, que reduce los gobiernos a la “gobernanza”. Ese neologismo significa que la política tiene por objetivos construir y preservar los “grandes equilibrios económicos”, aunque esas metas suelen estar limitadas a la reducción del déficit fiscal más que a equilibrar la demanda y la oferta de empleo, por ejemplo. Es la principal función del llamado “Eurogrupo”, entendida como la reunión de los ministros de Finanzas de los países miembros que están en la zona euro. Aunque no figura en los sucesivos y permanentes textos constitutivos, por informal que sea el “Eurogrupo” es el ámbito decisorio y decisivo que conduce la Unión Europea. 

Basta ver la película de Costa Gavras “Adults in the Room”, basado en la experiencia de Yaris Varoufakis, que como ministro de Economía enfrentó la crisis griega de 2014. Nada fuera de lo común: la adopción de una moneda como el euro, que representa la productividad de la economía alemana (tanto que algunos con malicia y pertinencia lo llaman el euromarco), no podía convenir a una economía con menor productividad como la de Grecia. Algo de eso sabemos los argentinos con la experiencia de la “convertibilidad” en los años noventa: tuve el honor de presentar el caso ante el Parlamento griego. Así es que la llamada “Troika”, compuesta por el Fondo Monetario Internacional, el BCE y la Comisión Europea (esto es el “Eurogrupo) trató una crisis de solvencia como si fuera una crisis de liquidez, con sucesivos préstamos y suficientes condicionalidades como para garantizar la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias, que para eso están las crisis en el capitalismo. Con audacia, el gobierno de Grecia liderado por el partido Syriza –una izquierda moderada– apeló al pueblo griego para que decidiera en un referéndum si había que aceptar o no las condiciones exigidas por la Troika. Pese al contundente resultado que rechazaba el ajuste, 62% de “no”, Syriza desconoció la legalidad y legitimidad del voto popular que ellos mismos habían invocado, y firmó las exigencias de la Troika. Como en toda tragedia griega, asistimos a las contradicciones entre aceptar las leyes sociales o reverenciar las leyes divinas. Una izquierda moderada. Y el Euro es Dios. 

Pues es el Dios mismo, y el más importante, el que maniobró las vacas hacia el grupo de la Princesa y de sus amigas que estaban entre mujeres a la orilla del mar. Falso toro entre veras vacas, Zeus apaciguó cualquier semblante agresivo del animal. Aceptó las coronas de flores con las que lo ornaron las ninfas, y hasta llegó a hincarse frente a la Princesa. Ella le acarició los flancos de ese animal resplandeciente, con “virginal mano” afirman las fuentes, tanto que por simple juego subió a lomo del toro. Y allí sucedieron los acontecimientos. 

En estos días hubo elecciones para el Parlamento Europeo, con avance de la  ultraderecha. Digamos que las elecciones europeas nunca fijaron muy populares entre los votante de los países miembros, quizás porque todavía existían los congresos nacionales. Frente a la abstracción teórica que significa mandar diputados a Estrasburgo, en vez de cuidar las bancas nacionales, esta vez estas elecciones significan más una visión del propio país que un destino para Europa. Es que la idea de Europa no es impopular. Es a-popular. Las élites de cada país miembro no han sabido hacer de la idea europea un proyecto colectivo, o no les ha interesado hacerlo. Así, el vacío provocado por la distancia entre gobernantes y gobernados habilita la aparición de la extrema derecha. Es lo que explica Emmanuel Todd en el libro “La derrota de occidente”, publicado en enero de este año y cuya traducción ya está disponible en Akal. Entre otros conceptos, sostiene Todd que las élites son percibidas como globalistas y cosmopolitas por los pueblos, despreocupadas de los problemas cotidianos de la ciudadanía, prontas a adoptar agendas ajenas, mientras que las elites consideran a los electorados como populistas irredentos, étnicos antes que políticos, analfabetos peligrosos, y lo que quizás sea peor, desconocidos. Como la política tiene horror el vacío, el extremismo de derecha aprovecha este momento para contener y conducir ese electorado huérfano. Mal no le va: ya gobiernan en varios países. Hasta en la libre Holanda… 

Una vez que la Princesa subió al toro, Zeus saltó hacia el mar, ya sea desde la orilla o desde un acantilado (las versiones difieren). La mujer, desesperada, miraba hacia la última orilla donde amigas, familia y patria desaparecían a jamás. Hundida en mar adentro, aferrada a un cuerno del toro, vemos en la pintura clásica, como en Tiziano, que las piernas abiertas presagiaban la vejación inminente. Fue cometida por Zeus en Creta, donde llevó a esa inmigrante fenicia, libanesa, árabe. Al menos no llegó en una patera. Pues lo que llamamos “el Rapto de Europa” en castellano, en francés se dice “L’enlèvement d’Europe”, es decir el secuestro, y peor aún en inglés, ya que “The rape of Europe” es la violación de Europa. Dicen que con algo de sorna, Afrodita le dijo después a la Princesa recién desflorada con violencia: “no te quejes, le darás tu nombre a un continente”. Elige tu propio mito, tu propia estatua, tu propio idioma. ¿Tu propia lápida? 

Ucrania

Emmanuel Todd escribe que la guerra en Ucrania es la coartada perfecta para una Europa sin proyecto político. Baste como ejemplo la actitud de quien preside la Comisión Europea, la alemana Van del Leyde, quien apoya sin límites ni restricciones la ofensiva israelí en Gaza, en clara oposición al comisario europeo para las Relaciones Exteriores, Josep Borrell, quien denunció el genocidio en Gaza y reclama el reconocimiento de Palestina. Estamos en tiempos electorales: todos dicen los rusos son malos: voten por nosotros. Decir que los demás son peores es un pésimo argumento electoral, bien lo sabemos en Argentina. La voladura de los gasoductos Nord-Stream por Noruega y Estados Unidos no parecieron conmover al gobierno alemán, aunque tal violación del derecho internacional los privase del gas barato y abundante de la Federación de Rusia. 

El belicismo de un Macron, que habla de enviar “asesores militares” del ejército regular francés, sólo busca blanquear una situación existente en búsqueda de unir al electorado propio en torno de una meta que interesa a pocos. Meloni es brava contra los inmigrantes, y dócil ante la OTAN, cuyos países aportan al esfuerzo bélico de Ucrania contra Rusia. Como todos. Quizás porque la OTAN les parezca –o lo imaginen– como un animal amigable, sin saber que es peligroso. Nadie sabe a qué riberas llegará esta vez la pobre Europa. Lo que sí sabemos es que en sociedades desiguales y estratificadas, como son hoy las europeas, el hijo de un ferroviario ya no podrá ser arquitecto ni ingeniero, como aquél que diseñó y construyó el aeropuerto de Orly en los sesenta. Pero ya escuchamos el llamado para embarcar, es tiempo de volver a la Patria Grande. Mientras susurramos ese himno tan personal: “Vai, meu irmão / Pega esse avião / Você tem razão…”.

(*) Segunda y última parte de un artículo cuya primera entrega se tituló Cuando Europa empezaba en Orly

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