La grieta de la OTAN y el BRICS en una guerra cuya dinámica ahuyenta una pronta solución.
Algunos analistas suelen señalar que no es lo mismo la opinión pública que la opinión publicada. En el primero de los casos se hace referencia al sentir de sectores de la población sobre ciertos temas de interés común; en el segundo de los casos, es la expresión en los medios de comunicación del sentir o la conveniencia sobre algunos temas por parte de los grupos de interés.
Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, hubo acuerdos para censurar en Occidente cualquier tipo de visión alternativa o voces críticas acerca de la interpretación dada a las causas del conflicto. Obviamente los medios rusos fueron los primeros prohibidos, pero luego lo fueron otros considerados pro-rusos. De tal forma, se ha logrado cierta uniformización en lo publicado para construir una opinión pública favorable a las medidas asumidas por Estados Unidos, la Comisión Europea o los estados de la OTAN (con contadas excepciones) y sus aliados para imponer una determinada situación estratégica en suelo ucraniano.
La mal llamada “Cumbre por la Paz” en Suiza, finalizada este 16 de junio, es una muestra de cómo las acciones de los representantes de un bloque de países y la opinión publicada intentan condicionar la formación de la opinión pública a nivel internacional. Esta reunión es la culminación, aunque no como se deseaba, de un proceso iniciado hace más de un año.
El 16 de marzo de 2023, en la Cuarta Cumbre del Consejo de Europa, el presidente ucraniano Zelenski propuso (posiblemente, consensuado previamente con los principales líderes políticos de la OTAN) los diez puntos de su “Fórmula de la Paz”, que fueron apoyadas entonces por todos los integrantes del Consejo. Días después, hablando por videoconferencia frente a esos mismos líderes, propuso la realización de una cumbre de paz en alguna capital europea. Enumeremos esos puntos para evaluar su alcance, en qué contexto surgieron y cuánto de ellos se mantuvieron en la última cumbre.
El plan enunciaba los siguientes puntos:
1) Seguridad radiológica y nuclear, por lo cual Rusia debería retirar sus tropas del territorio donde se ubica la central nuclear de Zaporizhzhya y ponerla bajo el control de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) y de personal ucraniano. Esto, pese a que todos los ataques registrados a la zona provinieron siempre desde el territorio ucraniano.
2) Seguridad alimentaria, donde Rusia debería garantizar la libre exportación de cereales por los puertos del sur. Además, parte de esos granos debían ir como ayuda a los países más pobres.
3) Seguridad energética, aumentando el suministro de sistemas de defensa aérea y antimisiles a Ucrania para protegerla contra los ataques la infraestructura energética. Además, la ONU debía enviar una misión a las instalaciones críticas del país para evaluar los daños y la necesidad de restauración, así como para evitar una mayor destrucción. También debían restringirse los precios de los recursos energéticos rusos en el mercado mundial.
4) Liberación de todos los prisioneros y deportados, bajo la fórmula de «todos para todos».
5) Restauración de la integridad territorial de Ucrania y del orden mundial, aceptando Rusia aplicar la Carta de las Naciones Unidas.
6) Retirada de las tropas rusas y cese de las hostilidades. Para ello, era necesario restablecer el control de Ucrania sobre todas las fronteras estatales con la Federación de Rusia y aislar así cualquier posibilidad de mantener el contacto entre Rusia y los gobiernos y milicias separatistas de Donetsk y Luhansk.
7) Justicia. Se debía formar un tribunal especial para el crimen de agresión rusa contra Ucrania y la creación de un mecanismo internacional para compensarla por todos los daños causados por la guerra.
8) Ecocidio. Necesidad de protección de la naturaleza, mediante la ayuda para el desminado y para eliminar los daños ambientales causados por la guerra.
9) Prevención de una escalada. Ucrania necesita garantías de seguridad (ya formuladas en parte en el Pacto de Seguridad de Kiev de septiembre de 2022 entre el Jefe de la Oficina Presidencial Andriy Yermak y el exsecretario de la OTAN Anders Rasmussen, por la cual los estados miembros de la OTAN debían armar y entrenar a las fuerzas de Ucrania, que no debería ser un Estado neutral y con el cual debería firmarse un pacto de asistencia militar directa en caso de una nueva agresión.
10) Establecer el fin de la guerra cuando todas las condiciones anteriores hayan sido cumplidas.
Un ultimátum
Según Zelenski, implementar estos puntos llevaría un máximo de un mes por cada uno. Asimismo, concluyó su intervención afirmando que “si Rusia se resiste a nuestra fórmula de paz, verán que sólo quiere la guerra.» Así, la no aceptación rusa serviría para cohesionar aún más frente a la opinión pública internacional el apoyo a la causa ucraniana.
Ninguno de los puntos establecidos en los acuerdos previos de Minsk I, Minsk II, o en Estambul (autonomía de las regiones, respeto de las prácticas culturales de la minoría rusa, cooficialidad de la lengua rusa) figuraban en el mismo. Más que una Fórmula de Paz, tal como se titulaba la propuesta, era un ultimátum que el vencedor le impone a un vencido.
Hay que considerar que en las negociaciones entre ambos estados realizadas en Estambul poco después de la invasión rusa se llegó a un acuerdo por el cual las tropas de Rusia se retiraron de las proximidades de Kiev. Las presiones ejercidas por el premier británico Boris Johnson cuando viajó a Kiev a principios de abril de 2022 puso fin al entendimiento: el primer ministro británico le garantizaba a Zelenski un apoyo incondicional de Occidente hasta la victoria definitiva. La ofensiva ucraniana de agosto y septiembre de 2022 efectivamente le permitió a Kiev recuperar el control de extensos territorios en las regiones de Jersón y Járkiv, en el Sur y Este del país.
En ese contexto favorable para las fuerzas ucranianas, el gobierno chino formuló a un año del inicio del conflicto, en febrero de 2023 su propio proyecto de doce puntos para lograr la paz, sistematizando algunas ideas formuladas previamente por su líder, Xi Jinping: 1) respetar la soberanía de todos los Estados; 2) abandonar la mentalidad de la Guerra Fría, la seguridad de un país no debía buscarse a expensas de otros (frase ambigua, porque podría interpretarse como sostener la legitimidad del argumento ruso sobre el peligro de la expansión de la OTAN a sus frontera); 3) un cese al fuego de ambas partes; 4) la reanudación de las conversaciones de paz; 5) resolver la crisis humanitaria y garantizar la evacuación de los civiles de las zonas en conflicto; 6) protección de los civiles y prisioneros de guerra de acuerdo al derecho internacional; 7) mantener seguras las centrales nucleares y evitar todo tipo de ataques a las mismas; 8) no usar armas nucleares; 9) facilitar las exportaciones de cereales, tal cual fue establecido en la Iniciativa de Granos del Mar Negro en 2022; 10) detener las sanciones unilaterales, dado que las mismas creaban nuevos problemas; 11) mantener las cadenas de suministros para impedir que la economía mundial fuera usada como arma política; 12) promover la reconstrucción luego del conflicto.
Tanto en Moscú como en Kiev, los presidentes consideraron la iniciativa Xi como un inicio, aunque algunos criticaron en Ucrania la falta de un apoyo más activo hacia su país por parte de China. En igual sentido, en Occidente, tanto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, desestimaron la propuesta por provenir de un gobierno al que consideraban que había ya tomado partido por Moscú.
También en febrero de 2023, otro país fundador de los BRICS como Rusia y China, Brasil, ahora con el nuevo gobierno de Lula, propuso impulsar una coalición de países para apoyar el inicio de conversaciones que condujeran a un alto el fuego y, luego, a un acuerdo de paz definitivo. Más que una propuesta específica contemplaba la formación de un grupo de presión de países neutrales que sirvieran de mediadores para acercar a las partes. Esta propuesta, sin ser desestimada inicialmente, fue en la práctica ignorada por las potencias, especialmente cuando afirmó que Crimea debería ser cedida a Rusia, que ambas partes tenían responsabilidad en el inicio del conflicto o que en Occidente no estaban interesados en la paz.
La propuesta tanto de China como de Brasil eran muy diferentes en esencia de la formulada luego desde Ucrania, pero ambos países volvieron a insistir a mediados de junio en una propuesta conjunta para lograr algún tipo de mediación aceptable por las partes. Sin embargo, para el momento en que se comunicaron los diez puntos de Zelenski en marzo de 2023, la OTAN y el mando ucraniano estaban planificando una gran ofensiva, que comenzó en junio. La operación militar, pensada para asestarles un golpe definitivo a las fuerzas rusas en tres meses, explicaría el contenido de las propuestas: frente a la derrota, Moscú debería firmar una capitulación basada en la Fórmula de Paz, denominación que le permitiría salvar en parte las apariencias y evitar tal vez reacciones desmesuradas.
En diferentes foros internacionales, tanto Zelenski como su ministro de Relaciones Exteriores volvieron a reiterar que la solución del enfrentamiento pasaba únicamente por la aplicación de la fórmula ucraniana.
No obstante el asesoramiento y las armas de la OTAN (y seguramente, la de personal militar especializado), la operación militar de mediados de 2023 terminó en un fracaso contundente. Poco después, las tropas rusas iniciaron un avance lento pero constante que les llevó a ocupar casi el triple del territorio que el que obtuvieron los ucranianos en su ofensiva.
La cita de Lucerna
La Cumbre en Suiza fue organizada para coincidir con la finalización de la reunión del G-7 en Italia los días previos, y aprovechar así la concentración de líderes ya realizada para la misma. El gobierno suizo actuó como anfitrión e invitó a 160 delegaciones. Formalmente, todos podrían aportar ideas “para el logro de una paz justa”. Frente a la opinión pública internacional, se podría argumentar que Rusia no asistió porque no estaba interesada en el acuerdo.
El día anterior a su inicio, Putin en una conferencia pare su cuerpo diplomático abierta a los medios esbozó los lineamientos de su gobierno sobre la finalización del enfrentamiento. Contra los que exponían en los medios occidentales que el desgaste económico y militar ruso llevaría a un congelamiento del conflicto como en Corea, afirmó que no habría tregua sino una lucha hasta la resolución definitiva del conflicto. Para ello exigía lo siguiente: 1) las tropas de Kiev deberían retirarse de las cuatro regiones ya anexadas en Ucrania; 2) el compromiso de Kiev de no ingresar en la OTAN; 3) estatus neutral, sin ingresar en ningún bloque militar ni contar con armas nucleares, además de la desmilitarización y desnazificación; 5) garantizar los derechos y libertades de los ucranianos de habla rusa; y, 6) la abolición de todas las sanciones occidentales, reconocidas en un acuerdo internacional.
De tal forma, los medios y las delegaciones presentes en la Cumbre debieron por lo menos mencionar las propuestas del gran ausente. Tal como Zelenski había anunciado el 3 de mayo en una reunión con los cadetes del Servicio de Fronteras, reconoció que la Cumbre abordaría únicamente tres temas de los diez de su Fórmula de Paz: «La energía y la seguridad nuclear, luego la cuestión de la libre navegación y el intercambio (…) con dos subtemas: el intercambio de todos por todos y el regreso de los niños que fueron deportados a Rusia».
Efectivamente, el documento hizo referencia sólo a estos puntos. Sin embargo, incluía algo antes no contemplado en otros encuentros: la convocatoria al diálogo “entre todas las partes”, reforzado luego por declaraciones acerca de que esperaban que los representantes de Rusia participaran en la próxima cumbre.
La reunión de Suiza fue una cumbre de paz atípica. Primero, porque una de las partes involucradas, Rusia, ni siquiera fue invitada a la misma. En segundo lugar, porque estados de mucho peso económico o demográfico no asistieron o no firmaron la declaración final: China, India, Indonesia, Pakistán, Sudáfrica, Arabia Saudí, Brasil y México fueron algunos. En la práctica, fue una declaración apoyada por la OTAN y sus aliados en el resto del mundo, muy lejos del alcance pensado cuando se organizó. Incluso, muchos de los asistentes enviaron delegaciones integradas por representantes de segunda o tercera línea. Aclaremos que el gobierno argentino si fue uno de los que firmó y envió una delegación de primer nivel.
Por último, no puede ser vista como una cumbre por la Paz porque Zelenski y cualquier autoridad ucraniana tienen prohibido por ley negociar con Rusia. Esta ley, impulsada por el propio presidente luego de la visita de Boris Johnson en abril de 2022, seguramente fue pensada para evitar que si en un futuro la situación militar se deterioraba por la falta de apoyo occidental, no fuera reemplazado por otro líder que propusiera un acuerdo de paz. De hecho, la cancelación de las elecciones presidenciales este año con el argumento de la imposibilidad de realizarlas por la ley marcial, impidió un recambio político (las elecciones están suspendidas sin fecha en Ucrania), como posiblemente hubiera ocurrido.
El desgaste económico y anímico que el enfrentamiento está provocando, además del cálculo equivocado sobre la capacidad rusa para sostener un conflicto bélico durante un tiempo prolongado, a afectar a las autoridades europeas. La opinión publicada últimamente en algunos medios occidentales muestra críticas crecientes a las autoridades ucranianas y a un resultado militar favorable. Por otro lado, la opinión pública se ha manifestado en las últimas elecciones al Parlamento Europeo votando masivamente contra los partidos de los gobiernos más belicistas del bloque. Es difícil considerar esto como el inicio de un posible acercamiento entre las partes, especialmente porque el esfuerzo bélico y las recientes victorias ha cohesionado en gran medida a la población rusa en torno a su gobierno para enfrentar a los enemigos externos. Además, la sustitución de importaciones y las demandas del complejo militar-industrial han incrementado significativamente las posibilidades de empleo y consumo en el país, con lo cual tenemos una dinámica que difícilmente acerque a una de las partes a ceder en futuras negociaciones.