Del miedo no se habla: efectos de la guerra en Ucrania sobre la cotidianeidad europea

Pesimismo, inflación y racismo en un continente que marcha a la línea de fuego.

“La amenaza de guerra es absoluta y la sociedad no es del todo consciente”, dijo en marzo la ministra de Defensa de España, Margarita Robles. Luego fue el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, quien añadió lo de que Europa había entrado en etapa de pre-guerra. Por si quedaban dudas, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, las borró todas con una frase: la posibilidad de un conflicto, dijo, ha dejado de ser “una fantasía”. 

El miedo a la guerra no suele aparecer cuando se habla de las consecuencias que la invasión a Ucrania de Vladímir Putin generó en el día a día de los europeos, pero es tan real como la disparada que provocó en los precios o como la nueva convivencia con refugiados ucranianos, especialmente en países como Polonia (con 1,6 millones de asilados), Alemania (1 millón) y República Checa (540 mil). 

Aunque Robles no las pronunciara con esa intención, en sus palabras había un reconocimiento implícito del miedo, y es que no ser del todo consciente implica cierto grado de consciencia. Insuficiente para Robles, pero real para millones de europeos que preferirían vivir sin esa matraquilla en algún lugar de sus cerebros.

“El temor a la guerra atenaza a Europa”. “Por qué y cómo los adultos deberían hablar con los niños sobre la guerra en Ucrania”. “Tras la invasión a Ucrania, padres y educadores se enfrentan a duras conversaciones con los chicos”. En febrero de 2022, cuando comenzó la invasión, los artículos de ayuda psicológica en la web se multiplicaron al ritmo de las bombas que empezaban a caer sobre los ucranianos. Hasta que nos acostumbramos y el miedo dejó de ser noticia para sumarse a la lista de otros temores europeos, como el de no conseguir empleo estable, el de renunciar a la casa propia que sí tuvieron nuestros padres, o el de vivir cada vez más lejos del centro por la presión de los alquileres vacacionales. 

La guerra en Ucrania no incidió directamente sobre la precariedad laboral ni sobre el costo de la vivienda, directamente relacionados con una fe desmedida en las virtudes del neoliberalismo económico, pero sí es cierto que recalentó el índice general de precios al consumidor, llevando la inflación en la Eurozona a un máximo absoluto de 9,2% en 2022.

Igual que la ansiedad por el conflicto, la inflación se terminó incorporando a la vida cotidiana europea aunque no habláramos de ella. Con subidas salariales sistemáticamente menores que las de los precios, la ola inflacionaria generó una reducción en el nivel de vida para la mayoría de europeos que tiene en el salario su principal fuente de ingresos. Como decía en un informe de febrero del Banco Central Europeo, 70% de los hogares ha visto cómo sus ingresos y sus patrimonios mermaban debido a la inflación inesperada de estos años.

¿En qué más cosas hemos cambiado? Nos hemos encontrado de frente con una verdad que ya no es posible seguir escondiendo: los inmigrantes de piel clara nos gustan más que los de piel oscura. La misma Europa que paga millones de euros a la guardia fronteriza de Libia para que abuse lo que sea necesario de los migrantes subsaharianos, siempre y cuando impida su travesía, es la que en los primeros meses de guerra recibió sin hacer preguntas, como debe ser, a los seis millones de ucranianos que huían de Putin.

Hay quien explica el tratamiento diferenciado por las distintas religiones. En una Europa culturalmente cristiana, no hay lugar para una convivencia pacífica con asiáticos y africanos, dicen. ¿Pero acaso no son cristianos la mayoría de personas de Nigeria, Ghana y Costa de Marfil que también arriesgan su vida para cruzar el Mediterráneo?

Tomar conciencia de que nuestra empatía crece con las similitudes raciales podría ayudarnos a corregir nuestra inclinación a hacer propio solo el sufrimiento de los que se asemejan a un europeo blanco. Para tratar a todos por igual primero hay que saber que no lo estamos haciendo.

Lamentablemente, ni siquiera la empatía con los parecidos físicamente está garantizada. La única igualación que hemos hecho hasta ahora entre migrantes de piel clara y de piel oscura ha sido “a la baja”. Hemos comenzado a ver a los refugiados ucranianos con el mismo prisma que usamos para el resto del mundo. En Europa central y oriental, los partidos de extrema derecha ya están ganando votos con su cantinela clásica: ¿Por qué ayudan tanto a los ucranianos? ¿Qué pasa con nosotros?

Es difícil buscar buenas noticias en una guerra, y obsceno pretender que justifiquen el sufrimiento que en este preciso instante sigue viviendo el pueblo ucraniano. Pero en algunos países ha habido una noticia claramente positiva como consecuencia del encarecimiento de los combustibles en niveles muchos mayores a los del IPC, y es la importancia creciente del transporte público, con países como Alemania, Malta, Bélgica y España aumentando notablemente las subvenciones y llevándolas en algunos casos hasta el 100%, como el caso de Luxemburgo o el de la región española de Canarias.

La proliferación de la energía renovable es otra. Como publicó la Agencia Internacional de la Energía (AIE), lideradas por la fotovoltaica y la eólica, las energías verdes crecieron en 2023 y 2024 un 40% más de lo que se esperaba. El desplazamiento de los combustibles fósiles, dijo la AIE, había ahorrado a los consumidores europeos 100.000 millones de euros entre 2021 y 2023.

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