Desafíos e interrogantes para el marxista Dissanayake, nuevo líder de Sri Lanka

En un país chico pero clave entre India y China, al cingalés lo apoyan esperanzados tamiles.

La República Socialista Democrática de Sri Lanka, conocida anteriormente como Ceylán, también denominada “la perla del Océano Índico”, es un país insular del sur de Asia, con poco más de 22 millones de habitantes. Precisamente su posición estratégica en lo que hace al comercio y la seguridad, acrecentó su importancia geopolítica (con especial atención de Estados Unidos, India y China) y lo hace especialmente relevante a las acciones que países como India y China despliegan en la zona.

Por todo eso, sus puertos constituyen puntos relevantes en la ruta de comunicación y naviera global, situándolos además en una competencia por el control de diversos proyectos de infraestructura en el país.

De tal manera, entre los desafíos de la nueva gestión de Sri Lanka, aparece su disposición para reestructurar la política exterior del país, privilegiando sus “intereses superiores”, en lo que de inicio pareciera suponer una visión pragmática de búsqueda de una posición más neutral entre ambos gigantes de la región, aun cuando el nuevo presidente es percibido con un sesgo prochino.Centrándonos en esa nueva gestión, el 21 de septiembre de 2024 fue elegido presidente Anura Kumara Dissanayake, con el 43 % de los votos, en lo que fue leído como un rechazo a los diversos partidos políticos tradicionales que gobernaron el país desde su independencia de los británicos en 1948 hasta la actualidad. Fue su segundo intento por acceder a la presidencia del país (el primero fue en 2019: resultó tercero en la preferencia de los votantes). Recordemos que el país viene de un colapso económico desde 2022 que disparó los indicadores de pobreza y desigualdad y motivó protestas públicas que culminaron con el asalto al complejo del entonces presidente Gotabaya Rajapaksa, cuya familia gravita en forma relevante en el escenario local en especial desde 2005. Rajapaksa no solamente debió renunciar, sino que también se exilió temporalmente en Maldivas, Singapur y Tailandia. A ello se le suma el legado de una guerra civil de 26 años, que compromete dinámicas etnonacionalistas hasta la actualidad.

Dissanayake, político que además de parlamentario fue ministro de Agricultura, Ganadería, Tierra y Riego entre 2004 y 2005, pertenece al partido “Poder Popular Nacional” o Janatha Vimukthi Peramuna, de orientación marxista.

El parlamento unicameral anterior, disuelto el 24 de septiembre —casi un año antes de completar su ciclo—, contaba con una mayoría de escaños —145— del partido Sri Lanka Podujana Peramuna o Frente Popular de Sri Lanka (de la familia Rajapaksa), en tanto el partido Samagi Jana Balawegaya contaba con 54 escaños, el Illankai Tamil Arasu Kachchi —partido tamil más grande—, poseía 10 mientras el partido del actual presidente, solamente con 3.

Pero ahora que, en noviembre, se llevaron a cabo nuevas elecciones parlamentarias, el partido del nuevo presidente arrasó. Se eligieron a los 225 miembros por cinco años de mandato y el partido de Dissanayake obtuvo una mayoría de dos tercios en el parlamento (159 escaños). El Samagi Jana Balawegaya, o Partido Unido del Poder Popular, comandado por el líder de la oposición, Sajith Premadasa, obtuvo el segundo lugar, con 40 escaños, manteniendo la situación que tenía en el parlamento anterior, aunque con menos escaños. El Sri Lanka Podujana Peramuna se derrumbó para solo quedarse con dos escaños.

Es la primera vez que, desde la introducción del sistema electoral de representación proporcional, un solo partido obtiene una mayoría de dos tercios en el parlamento. Resulta también significativo que el distrito de Jaffna fuera ganado por primera vez por un partido no tamil (siendo uno de los distritos más poblados del país, con población mayoritaria tamil y bastión político del nacionalismo del mismo signo, zona especialmente afectada por la guerra civil y en la cual el nuevo presidente prometió devolver al pueblo las tierras confiscadas por el Estado durante la guerra contra los Tigres de Liberación del Eelam Tamil, aunque en la elección presidencial se inclinara mayoritariamente por Sajith Premadasa). Del mismo modo, cabe destacar que fueron elegidas el récord histórico de 21 mujeres como parlamentarias; 19 por la alianza que gobierna y dos por el Samagi Jana Balawegaya, y de hecho, también hay una Primera Ministra de la nueva gestión, Harini Amarasuriya. Otro dato relevante es que se produjo al mismo tiempo una elección récord de parlamentarios que ocupan un escaño por primera vez.

El resultado de las elecciones legislativas resulta especialmente importante para refrendar el mandato popular dado en la elección presidencial al dirigente marxista y conferirle poder de acción para llevar a cabo reformas profundas, sin tener que depender de otros partidos. Entre las reformas prometidas por Dissanayake se encuentran una nueva constitución, luchas contra la corrupción y poner fin a las medidas de austeridad impuestas por su predecesor, Ranil Wickremesinghe, como parte del acuerdo de rescate con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, a pesar de haber criticado tal acuerdo, señaló que se apegará al mismo, tras una reunión en octubre con un equipo visitante del FMI.

Una primera mirada a las elecciones de este año deja la pregunta abierta acerca de si es posible empezar a pensar en un giro hacia un cambio en la política étnica del país. que promete devolverles sus tierras y al mismo tiempo cambiar la “vieja política”. El abordaje de esta delicada temática confluye además con la muerte, este mismo año, de Rajavarothiam Sampanthan, poderosa figura del movimiento tamil, que llegó a ser líder de la oposición en el parlamento entre 2015 y 2018, y abogó por los derechos de los tamiles, considerando un país unido. Es decir, las elecciones de este año han mostrado el apoyo que los electorados no pertenecientes a la élite, le dan a la amplia coalición que representa el presidente Dissanayake, y ese apoyo establece una demanda de respaldo de la retórica presidencial con reformas concretas. Con todo, yendo a un mayor detalle de la retórica, ¿incluyen esas reformas una nueva mirada sobre los tamiles en el país y una interpelación a la hegemonía cingalesa? Esto resulta relevante al considerar que la crisis económica del país es imposible de separar de los crímenes de guerra que no fueron tratados, la militarización de las zonas de habla tamil y el carácter etnonacionalista del Estado.

La Constitución del país establece la libertad tanto de pensamiento como de conciencia y religión, incluyendo la libertad de cambiar la misma, mientras la ley reconoce al budismo (practicado por alrededor del 70% de la población), el hinduismo (alrededor del 13 %), el islam (alrededor del 10 %) y el cristianismo (alrededor del 8 %). La Constitución y otras leyes asignan al budismo el “lugar primordial” entre las creencias religiosas existentes en el país y comprometen al gobierno a protegerlo, al tiempo que se respetan los derechos de las minorías religiosas. Entre los cambios propuestos, la nueva constitución planteada, ¿buscará postular alguna modificación en lo enunciado?

La nueva gestión abre así diversos interrogantes en lo que parece ser una oportunidad histórica para el país y un gran desafío para la misma: ¿Es posible llevar adelante políticas de transparencia y lucha contra la corrupción, sin interpelar la hegemonía budista-cingalesa? ¿Cuál es el alcance de la interpelación de la población tamil a sus líderes políticos locales y cuál va a ser la respuesta de ellos para superar la fragmentación que les impide tener mayor presencia en la política nacional y evitar una posible inestabilidad? ¿Qué trayectoria va a seguir la victoria de Sajith Premadasa en las áreas de habla tamil del país, en las elecciones presidenciales de este año? ¿La dinámica de aquellos votantes que se expresaron desde la preocupación por sus necesidades más básicas se sostendrá en el tiempo, o puede resultar muy volátil, en función de la rapidez con que lleguen (o no) las respuestas a sus expectativas? Finalmente, más allá del seguimiento continuo del comportamiento de los electorados tamil e islámico de la isla (sabiendo ya que no hay ningún ministro del actual gabinete de estos orígenes —lo cual ofrece otras señales a las cuales atender) y de la importancia que reviste para los votantes su valoración sobre el desarrollo económico y otros aspectos simbólicos relevantes, la otra pregunta que surge es cuán acotados son los límites que esta temática establece para el proyecto político del nuevo presidente.

Compartir nota:

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp