El seguidismo a EE.UU. de la elite alemana aletarga su economía y daña a toda la UE.
Desde la pandemia de coronavirus, la economía europea no logra retomar un crecimiento sostenido. Si bien muchos estados de Europa Central, Oriental y del Sur registran importantes aumentos de su PBI, el tándem franco-alemán está tropezando con grandes obstáculos que no logra superar. Tras una tímida recuperación en 2021, Alemania, “la locomotora de Europa”, atravesó en los dos años siguientes una severa recesión, y en 2024 está estancada. Francia anda sólo un poco mejor. Los analistas coinciden en señalar la suspensión de las compras de gas ruso y el esfuerzo por desacoplarse de China como principales responsables de la parálisis alemana. Sin embargo, tanto la coalición de gobierno como el principal partido de la oposición en Berlín insisten en un alineamiento indiscutible con Washington. Mientras la principal potencia de la UE no cambie su rumbo, el resto del bloque no podrá tomar velocidad.
Según el informe anual de la Oficina Federal de Estadística (SBA, por su nombre en alemán), el año pasado el PIB de Alemania se contrajo 0,3% desestacionalizado. Según el organismo, esta recesión se produjo por los aumentos generalizados de precios, la suba de los tipos de interés y la menor demanda interna y externa.
La industria manufacturera (excluida la construcción) se vio especialmente afectada por el declive, con una caída de 2%. También fue un año difícil para el sector de la construcción. En cambio, el sector servicios pudo crecer con respecto a 2022. El sector de la información y la comunicación, por ejemplo, registró un alza de 2,6%.
Cuando la campaña para las elecciones al Parlamento Europeo de junio próximo está tomando velocidad, en un contexto geopolítico volátil, los líderes de la Unión Europea (UE) buscan urgidos la forma de retomar el crecimiento y mejorar el nivel de ingresos de la población.
El pasado 27 de marzo, en la edición de uno de los informes que los cinco institutos de investigación de la economía alemana que asesoran oficialmente a los gobiernos federales dan a conocer semestralmente, se revisaron fuertemente a la baja las expectativas sobre el crecimiento de la economía. Mientras que el informe de septiembre pasado pronosticaba para 2024 un crecimiento de 1,3%, la última prognosis sólo prevé un aumento de 0,1%. El sector de servicios sería el único que crecerá, mientras que la industria manufacturera (-1,5%) y la construcción (-3,0%) continuarán retrocediendo.
En cambio, para 2025 los consultores estiman un repunte significativo que provendría del consumo privado, que contribuirá con +0,5% y +0,7%. El consumo público también empujará el crecimiento. Por el contrario, la construcción se reducirá en 2024 con -0,3% y apenas crecerá el próximo año, un +0,1%.
La renta real y el consumo privado dependen de la evolución de los precios al consumidor, que en los últimos meses han pasado de +8,8% anual en noviembre de 2022 a sólo +2,5% en febrero de 2024. Esto se debe principalmente a la caída de los precios de la energía y a la baja suba de los precios de los alimentos, ahora por debajo de la media (+0,5%). Los institutos esperan, sobre todo, que los precios de la electricidad y el gas sigan bajando este año y sólo vuelvan a subir ligeramente en 2025.
Por el momento las expectativas de empleo en diversos sectores (por ejemplo, en los sectores manufacturero y de la construcción) siguen siendo pesimistas y para los próximos meses todavía se espera una baja de la ocupación. No obstante, en el sector servicios, las expectativas están entrando en territorio positivo. En general, la tendencia a la baja parece haberse interrumpido, pero todavía falta para ver si se trata de un cambio de tendencia. La locomotora chirria y amaga partir, pero aún no puede arrastrar el tren europeo.
Europa sigue retrocediendo
El pasado 16 de abril el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su informe “Perspectivas de la economía global” en el que prevé una expansión mundial del +3,2% para este año, lo cual iguala el ritmo de 2023 y prevé un tercer año consecutivo de crecimiento de +3,2% en 2025. La economía mundial se está mostrando sorprendentemente robusta frente a la crisis: no se ha producido ninguna recesión brusca ni se la espera en el futuro próximo. Sin embargo, se prevén cambios en las posiciones relativas de los países. El fuerte crecimiento reciente en EE.UU. (+2,5% en 2023) se ralentizará hasta el +1,7% en 2025, pronostica la Reserva Federal. Para China, en tanto, los pronosticadores occidentales prevén un crecimiento del PIB del +4,1% en 2025. (Recordemos que para 2024 habían predicho un estancamiento y está creciendo +5.2%).
No obstante, también el FMI prevé un magro rendimiento de Alemania y Francia. La primera crecería +0,2% y la segunda, +0,7%. Para 2025, a su vez, el Fondo espera que Alemania crezca +1,5% gracias al consumo privado. La rebaja de las previsiones para las dos mayores economías europeas repercutirá lógicamente en el conjunto de la zona euro, que pasaría de crecer +0,5% el año pasado a +0,8% este año y +1,7% en 2025. Si no fuera por el estancamiento de los dos grandes, el impulso de Europa Oriental y del Sur permitiría alcanzar una tasa más alta.
La emigración de inversiones de Europa Occidental hacia el centro y este del bloque, con salarios e impuestos mucho más bajos, impulsó en los últimos años el crecimiento de Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumania, pero el tamaño de estas economías está lejos de equilibrar el de Alemania y Francia.
Estados Unidos, China y la Unión Europea como bloque son las tres mayores economías del mundo, pero la participación de la UE en el PIB global ha disminuido en los últimos 30 años. Europa siente ahora la presión de los esfuerzos que EE.UU. y China hacen para impulsar la innovación tecnológica y mejorar la competitividad de sus economías, sobre todo en energías renovables y tecnologías verdes.
Alemania tiene la llave del futuro
Pero Alemania ya no es lo que era. Mientras contaba con petróleo y gas ruso baratos, se desarrolló como una potencia tecnológica de punta que, gracias a la sinergia con la economía china, disponía de un mercado de suficiente tamaño como para justificar las ingentes inversiones en I+D que le permitieron estar a la vanguardia de Europa y amenazar el liderazgo norteamericano. Aprovechando la asociación desarrollada desde la fundación del Mercado Común hace 67 años, Francia participaba en este liderazgo alemán que también derramaba su maná sobre el resto del bloque mediante inversiones, consumo y turismo. Sin embargo, ya la pandemia de coronavirus interrumpió las cadenas de suministros transcontinentales. Las sanciones impuestas por la UE contra Rusia al intervenir ésta en la guerra en Ucrania en 2022 y el atentado terrorista que destruyó el gasoducto de NordStream en el Báltico terminaron por amarrar al coloso entre el Rin y el Oder. La coalición gobernante de socialdemócratas, verdes y liberales que gobierna desde 2021 apoya las sanciones y calló ante el ataque al ducto. Para peor, su discurso sobre “la necesidad de reducir la dependencia de China” está desacoplando ambas economías, sin que la alemana tenga un sustituto de igual poder adquisitivo y tamaño. La mayor alianza opositora CDU/CSU (Unión demócrata Cristiana/Unión Socialcristiana de Baviera) coincide en lo sustancial.
La opositora ultranacionalista Alternativa por Alemania (AfD, por su nombre en alemán), por su parte, se destaca por su exigencia de que se dé fin a la guerra en Ucrania y se restablezcan vínculos normales con Rusia, así como que frente a China se adopte una posición basada en los intereses pragmáticos de Alemania, pero no presenta una plataforma de política económica coherente.
Mientras Alemania no adopte una actitud más pragmática para el fomento de sus relaciones comerciales y el direccionamiento de sus inversiones, no cambie el marco neoliberal favorable a la especulación y no recupere suficiente independencia como para asociarse a polos de crecimiento diferentes del norteamericano, seguirá arrastrando a la UE a perder posiciones relativas en la competencia mundial. Las mejorías serán pasajeras y dependerán siempre de que un vendaval financiero o geopolítico no destruya el esfuerzo cotidiano de los 448 millones de europeos. Con las mismas recetas que fracasaron ya varias veces sólo se puede volver a fracasar.