Entrevista a Francesca Staiano: “Ante China, la Unión Europea se somete a Estados Unidos”

Un posicionamiento marcado por la falta de soberanía y el desbarranco democrático.

La coordinadora del Centro de Estudios Chinos del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, María Francesca Staiano, analiza el presente del posicionamiento ante China de una Europa que podría proponerse como uno polo de paz en la transición hacia un mundo multipolar, pero en cambio elige someterse a los Estados Unidos, en un proceso que no es ajeno al surgimiento de neofascismos.

Staiano es doctora en Orden Internacional y Derechos Humanos de la Universidad de Roma La Sapienza y forma parte del Instituto de Estudios Jurídicos Internacionales del Consejo Nacional de Investigación de Italia. También es directora de la Latin American Research Academy on Community with a Shared Future for Mankind and Belt and Road Initiative y co-coordinadora del Grupo de Trabajo de CLACSO sobre “China y el mapa del poder mundial”.

— ¿Considera que en la última década algunos países europeos como Alemania, Italia y el Reino Unido fueron endureciendo su posición ante China, en correspondencia con los Estados Unidos? 

— No es una década, son cinco o seis años. En particular, Alemania y Reino Unido de Gran Bretaña siempre mostraron cierta dureza en la formalidad de la relación, con proclamaciones contra China por falta de claridad o de transparencia en los acuerdos, en las propuestas por el lado de China. Pero en las relaciones comerciales económicas efectivas siempre han tenido, sobre todo Alemania y Francia, el nivel más alto. Entonces, siempre han tenido una política de doble estándar: por un lado, un endurecimiento progresivo del discurso político internacional y de relación bilateral, así como de relación sino-europea, mientras han incrementado el lado efectivo, pragmático de los vínculos. 

— ¿Cómo analiza el caso de Italia?

—Italia siempre ha sido un aliado político muy fuerte de China. En este sentido, ha ido un poco a contracorriente de la estrategia de la Unión Europea. De hecho, era el único país del G7 que firmó el memorándum de entendimiento sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en 2019. Luego, ha tenido un cambio de actitud desde que ha llegado Mario Draghi como primer ministro, y ahora Giorgia Meloni, como presidenta del Consejo de Ministros, marca un giro pro-Europa que ha alineado progresiva, duramente, a una política más contraria a la relación con China. Se ha inaugurado este posicionamiento. 

— ¿Considera que esta correspondencia está determinada por un sometimiento a los Estados Unidos? 

— Sí, totalmente. Aquí no hay zonas grises. Estados Unidos, con la administración Biden, busca un desorden global, busca encontrar una manera alternativa de contener a China, sin respetar el derecho internacional. Lamentablemente, es una feísima actitud extraterritorial de Estados Unidos, que impone sus estándares antidemocráticos a todo el mundo. En el campo del derecho interno, así como el del derecho internacional, Estados Unidos es un país totalmente antidemocrático. A nivel interno, hace falta simplemente observar el total fracaso de los derechos económicos, sociales y culturales, que básicamente no existen. De hecho, Estados Unidos no ha firmado, ni siquiera ratificado, el Pacto de Naciones Unidas sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, vigente desde 1976. Por otra parte, a nivel internacional, el Congreso de Estados Unidos sigue aprobando leyes o acts, como los llaman ellos, que extralimitan su territorialidad, y por tanto, bajo el perfil de derecho internacional, son completamente vacíos y nulos. El Xinjiang Security Act, o el Taiwan Relations Act proclamados por EE.UU. son leyes que no dicen nada, sólo proponen implementar decisiones que toma el Capitolio en un territorio que no es de su pertenencia. Entonces, estamos en el mundo de lo absurdo. Si queremos un orden global internacional que se funde en el derecho internacional y en una comunidad de Estados, esta no es la manera.  

— ¿Cómo describiría la reacción de Europa ante estos embates de Estados Unidos?

— Como ese sistema de EE.UU. fracasa, porque ya todos los países tienen grandes capacidades de análisis del derecho internacional, la única manera que le queda es la guerra. Estamos en una transición hacia un mundo multipolar, lo que el país norteamericano no acepta, y la única forma que tiene para mantener el poder es, básicamente, la guerra. Y ni siquiera respeta el derecho internacional humanitario en la guerra, lo que vemos muy claramente, de manera terrible, realmente deshumanizada, en el conflicto Israel-Palestina —y también en el conflicto en Ucrania, en donde también EE.UU. juega su carta como país que domina la OTAN, que ya no es más una alianza militar de defensa, sino de ofensiva. Ante esta situación, Europa no se propone como polo de paz, como polo alternativo de poder en un mundo multipolar. En cambio, acata las decisiones de Estados Unidos. Los hechos de este nuevo posicionamiento son claros. En primera instancia, es un alineamiento político. La política ha sido el primer paso. En Alemania está relacionado con la ausencia de Angela Merkel. En Italia, también ha habido un giro a la derecha. Después del Brexit, ha ocurrido lo mismo en el Reino Unido. Entonces, la política, en ese caso, ha sido clave. El hecho de que se hayan ido líderes de cierta relevancia en el discurso político internacional y político económico interno, ha generado una dependencia cada vez más fuerte de los Estados Unidos —que ya existía; pensemos que la Europa de hoy nació con una doble personalidad, la que tenía y la que le dio la OTAN. En 1957 Washington le pidió a los países que en ese entonces estaban fundando el EURATOM (Comunidad Europea de Energía Atómica), que también integraran la OTAN. Impuso la condición fundamental de una alianza militar financiando la posguerra en Europa, lo que generó una dependencia que no se puede desconocer, si se quiere entender por qué razón Europa está tan sumisa. Esa es la historia que habla. Es un hecho clave. 

— Volviendo a la actualidad…

— Por un lado, hay una grave crisis económica, social y democrática. Una crisis multidimensional, que empieza en lo económico y llega hasta la sociedad y, no de modo incidental, hasta el discurso democrático. Tenemos una violencia institucionalizada cada vez más pesada. Recientemente han asesinado al esposo de una europarlamentaria siciliana  que se oponía a algunas políticas de la Unión Europea. Es uno entre muchísimos casos de violencia institucionalizada contra los cuestionamientos al discurso único, unilateral, que se ha generado. Con China está pasando eso. Se está creando un discurso único sobre China, en clave antiChina. Y lo mismo ha pasado, y ha sido muy claro, durante la invasión de Rusia en Ucrania. No hubo posibilidad en toda Europa de un discurso alternativo que interpretara la posición de Rusia. Enseguida la Unión Europea se puso del lado de Ucrania y en contra de Rusia, patrocinada por Estados Unidos y con la idea de que el enemigo número uno era China. Por otro lado, se está usando, de manera declarada, a la guerra como herramienta para retomar el crecimiento de la economía. Estamos en una coyuntura en la que se encuentran las dimensiones de crisis y de legitimidad del poder, en una vuelta a ciertos paradigmas políticos de extrema derecha y de alguna forma de incorporación de la guerra. Esto último aparece en la revitalización de la OTAN, como una clave, no simplemente de oposición a los nuevos polos de poder, sino también de generación de nuevas formas de economía de guerra, básicamente. Pensemos en la declaración de Ursula von der Leyen, la jefa de la Comisión Europea, en cuanto a que todas las capacidades científicas de la UE tienen que ser puestas básicamente en la generación de nuevas armas de guerra. Entonces, en vez de pensar en el bienestar de las personas, estamos pensando en una estrategia europea de guerra. Esto, que lo diga Ursula von der Leyen como representante de la UE, realmente asusta.

— ¿Esta situación es homogénea en la Unión Europea? 

— Afortunadamente, no es homogénea. Observo varias tendencias, por ejemplo, España, Portugal, agregaría a Grecia, toda la parte del sur y también del este europeo, que pueden ofrecer algunas lecciones. En las últimas votaciones en la Asamblea General de Naciones Unidas estos países siempre han votado en línea con el derecho internacional humanitario, por ejemplo, a favor del cese de fuego o de la admisión de Palestina en la ONU. 

— ¿Cómo interpreta la reciente visita del presidente Xi Jinping a Francia y al Este del continente?

— Ha sido la primera visita a Europa en cinco años, después de haber viajado a Italia en 2019. Ahora se encuentra con una Europa totalmente transformada, en la que la pandemia ha funcionado como un acelerador de los conflictos y en la que nuestras instituciones han calificado a China como rival sistémico. Nos habíamos acostumbrado a joint statements en los que las cumbres China-Unión Europea emitían palabras de amistad, con muchos proyectos a implementar, pese a todas las dificultades y con toda la dureza que ciertos países siempre han tenido hacia China. Pero ahora hemos adoptado una opción por el conflicto internacional muy fuerte, con China como contrincante, no como país amigo, no como socio estratégico integral, no como país con el que Europa está ligado hace miles de años. Ahora China es un rival sistémico, sobre todo bajo el perfil económico y al que se considera que tiene graves problemas en el momento de implementar políticas ligadas con el derecho internacional y el derecho de la Unión Europea. La UE se encuentra en un momento de alineamiento total con la OTAN y con EE.UU. La Alianza noratlántica, que era una organización que en 2018, 2019 y 2020 todavía se consideraba, según la literatura de las ciencias sociales y políticas, una organización Frankenstein, es decir, muerta, que había que revitalizar con un milagro científico, ahora está en una fuerte expansión. 

— Una expansión hacia el Este, como, al desintegrarse la Unión Soviética, había prometido no hacer…

Sí, pero no es una expansión sólo territorial, lo que ha provocado una respuesta de Rusia, sino también en términos de membresía. Podríamos decir que esa visita de Xi ha servido también para explicar las relaciones China-Rusia, en vista de una posible paz en Ucrania. Por otra parte, también ha tenido el objetivo de persistir en el trabajo en otra organización informal, la surgida de la serie de reuniones “17 más 1”, en las que acordamos que hay 12 países miembros que son de la Unión Europea y cinco que no son de la Unión Europea pero forman parte del este de Europa, una zona de influencia muy fuerte de la UE. Por eso Xi ha visitado también Hungría, que es un integrante de la Comunidad, y a Serbia, que en cambio todavía no es miembro, pero sí ambos forman parte del grupo de “17 más 1”. Finalmente, la visita tuvo el objetivo de demostrar que la UE no es el único mecanismo regional con el que China mantiene relaciones. No ha visitado sólo Francia, miembro tradicional, fundador, de la Unión, sino también a los nuevos miembros que son pares en el discurso político internacional. La visita es relevante no sólo por Francia, sino también por los otros dos países que ha visitado y, sobre todo, por todos los países que no ha visitado. Es muy relevante, que no haya visitado Italia, que no haya visitado Alemania. 

— ¿Cuál es la proyección del posicionamiento actual hacia China? ¿Qué futuro ve en las relaciones sino-europeas? 

—Si no hay un cambio político, de actitud a nivel global, veo un futuro negro. Lo cual es lamentable, porque estamos en un momento crucial en el que es también fundamental la mirada de China, que quiere construir una “comunidad de futuro compartido”. La propuesta de China de generar un mundo multipolar tiene que involucrar a todos los polos de poder, y en ese sentido, me parece que Europa se ha autoexcluido, alineándose progresivamente a Estados Unidos, el único que ha quedado con esa política asertiva unilateral. La UE se ha olvidado, evidentemente, de todo el trabajo que le ha costado recomponerse después de miles de años de guerra constante entre países hermanos, se ha olvidado que la UE ha servido justamente para generar la paz. Ha descendido al nivel de EE.UU. para generar un orden global que excluye a la mayoría de los pueblos. Espero que las relaciones sino-europeas puedan mejorar y que en estas elecciones para las instituciones europeas, sobre todo el Parlamento Europeo, que es la única institución que nosotros podemos votar, pueda generar un cambio de alineamiento, más que nada a favor de la vida real de los europeos. China tiene planes de larguísimo plazo, conoce muy bien nuestra historia y la historia de cada país. Sabe gestionar muy bien la relación, a pesar del momento crítico en el que se encuentra esa relación. Acá el actor clave, digamos, no es tanto el Parlamento Europeo, sino la Comisión Europea. Entonces, hay que esperar que los nuevos integrantes de esas instituciones estén más alineados con la realidad del orden internacional, cosa que veo muy poco probable. 

— ¿Qué consecuencias ve en un posicionamiento contra un orden multipolar?

— Las ventajas y desventajas de ese posicionamiento son claras. Estamos excluyendo a una parte del mundo, en este caso Europa, de una mejora, porque si es verdad que Europa forma parte de un Norte Global, es un norte global en crisis. Como bien explica Gladys Lechini, estamos en un momento en donde la definición del Sur Global es muy ambigua, está sometida a grandes variaciones, y así hay países del Norte Global que son del Sur, y países del Sur Global que ya estás a la altura de los del Norte. Desde esa perspectiva de desigualdad, que lamentablemente se quiere perpetrar, veo grandes desventajas en el no aceptar que todos los pueblos del mundo se están sumando a un desarrollo que sea compartido y que sea correspondiente a los derechos básicos de las personas. La Unión Europea podría desmarcarse de la sumisión a Estados Unidos y de la OTAN. La única esperanza que tenemos es que las nuevas generaciones de políticos puedan tener una mirada nueva y más global, que no sea reducida a un falsísimo Primer Mundo que todavía se autonarra, con un relato realmente ridículo, y que se pueda efectivamente llegar a una mejora. No simplemente en las relaciones intraeuropeas, sino también a nivel global, por ejemplo, entre Europa y América Latina, y con triangulaciones entre Asia, Europa y América Latina, o Europa, África y América Latina. Esa es la dimensión en que deben abordarse los problemas globales, y en cambio todavía se mantiene una mirada bilateral o una mirada bipolar, que ya no se corresponde con la realidad.

— ¿Quiere agregar algo?

— Sí. El 30 de mayo se ha tenido la décima cumbre entre China y los países árabes. Obviamente se ha hablado mucho sobre la cuestión de Palestina, se ha repudiado todo lo que Israel está haciendo en ese territorio, pero lo más interesante es la metodología que China y los países árabes y musulmanes están implementando. En la declaración final se hace hincapié en el derecho internacional. Es decir, la condena a las actuaciones de Israel no es política, sino que está basada en el derecho internacional. Esto pone en evidencia el absurdo que estamos viviendo acá nosotros. Hemos creado reglas, sobre todo en Occidente, bajo el liderazgo de la ONU o lo UE, como el convenio sobre derechos humanos como una organización jurídica y de implementación jurisdiccional que es la más importante a nivel global en su tipo. Vivimos la fuerte contradicción de tener el nivel más avanzado de respeto formal y de instituciones que están generadas para respetar los derechos humanos y el derecho internacional, pero por otro lado hay una total falta de respeto de esos derechos. De esta manera, en esta época de transición global, China pide respeto por el derecho internacional y por los derechos humanos, mientras Occidente declama esos derechos pero no los cumple. 

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