El triunfo conservador y el auge de la derecha auguran más neoliberalismo y militarización.
El triunfo de los partidos conservadores en las elecciones parlamentarias europeas del 6 al 9 de junio permite a Ursula von der Leyen aspirar a ser reelegida presidenta de la Comisión Europea. Así, resultaría confirmada la línea del ajuste neoliberal, de la reconversión de la industria europea para la guerra, del alineamiento con Estados Unidos y el enfrentamiento con Rusia.
En principio, la experimentada médica alemana devenida política podría contar con los votos propios, más los de los socialdemócratas, liberales y verdes, pero, para ampliar su mayoría, ella quiere extender la alianza al sector “europeísta” de la extrema derecha, suscitando la protesta de sus aliados de ayer. De acuerdo al cronograma el Consejo Europeo (de los jefes de Estado y de gobierno) debería nominar en julio su gobierno y presentarlo a la votación parlamentaria en septiembre próximo, pero las crisis políticas que las elecciones europeas desataron en los principales miembros de la Unión y la guerra en el este pueden alterar todos los planes.
Las elecciones al Parlamento Europeo concluyeron el domingo 9 con grandes avances de la extrema derecha y duros reveses para la izquierda y los verdes.
Mientras que el conservador Partido Popular Europeo (PPE), al que pertenece Ursula von der Leyen, aumentó su representación a 186 escaños sobre un total de 720, la Alianza Progresista (AP) de Socialistas y Demócratas se redujo a 134 y los liberales de Renovar Europa a 79 escaños. Por el contrario, los Conservadores y Reformistas Europeos, la extrema derecha “europeísta” a la que pertenece Hermanos de Italia (FdI, por su nombre en italiano) y el español Vox, subieron a 73 bancas. A su vez, Identidad y Democracia, la otra fuerza de derecha radical a la que adhiere por ejemplo la Agrupación Nacional francesa de Marine Le Pen, aumentó a 58 bancas, mientras que los Verdes descendieron a 53, los No Inscritos (parlamentarios no afiliados a ningún bloque) suman 46, la Izquierda se redujo a 36 diputados y queda un remanente de 55 recién elegidos que aún deben decidir a qué bloque se suman.
La participación electoral rondó el 51% en el promedio de la UE. Sin embargo, las cifras varían de país en país, dependiendo del contexto nacional. Así, en Alemania sufragó 64,8% del padrón, la cifra más alta desde la reunificación en 1990. En España, en cambio, concurrió a las urnas sólo el 49,5%.
Especialmente relevantes son los resultados de Alemania y Francia, que con 96 y 81 escaños respectivamente tienen en Estrasburgo las representaciones nacionales más nutridas y entre los dos reúnen a casi el 25% de los diputados. Los siguen Italia, con 76 diputados, y España con 61. Así, los resultados de estos cuatro países definen cerca del 44% de los votos posibles en el Parlamento.
Dura derrota del oficialismo socialdemócrata en Alemania
Esta elección europea movilizó intensamente a los votantes alemanes por su miedo a la guerra cada vez más cercana. La retórica anti-rusa del gobierno es rechazada por una creciente proporción de la población y muchos más critican la desindustrialización, la inflación y el desempleo en ascenso bajo la llamada “coalición semáforo” (por los colores de sus integrantes socialdemócratas, verdes y liberales). Era, por lo tanto, de esperar que los tres perdieran en conjunto 20 bancas, como sucedió. Si bien la conservadora Unión Demócrata Cristiana/Unión Socialcristiana de Baviera (CDU/CSU, por su nombre en alemán) ha salido victoriosa con el 30% de los votos, la nacionalista y antieuropeísta Alternativa por Alemania (AfD, por su nombre en alemán) salió segunda con el 15,9%, dos puntos más que el gobernante Partido Socialdemócrata (SPD, por su nombre en alemán), en su peor elección histórica en estos comicios, y cuatro más que los cogobernantes Verdes (B90/Die Grünen, por su nombre en alemán). En tanto, el también coalicionario partido Demócrata Liberal (FDP, por su nombre en alemán) arañó el 5%, mínimo previsto para que un partido tenga representación parlamentaria. En el este del país, ex comunista, AfD se ha convertido en la primera fuerza, pero ha perdido votos en favor de la nueva Alianza Sahra Wagenknecht (BSW, por su nombre en alemán), una formación de izquierda nacional y popular que consiguió también votos conservadores y nacionalistas.
Por ahora la coalición del semáforo se mantiene, pero no sería de descartar que, si la sucesión de elecciones estaduales este y el próximo año indica que esa alianza puede perder la mayoría, el FDP y/o los Verdes salten la valla y se alíen con los demócratas cristianos. La otra opción a mano de la CDU/CSU sería dividir a la AfD y formar una coalición de derecha-extrema derecha-liberales. Mucho va a depender del curso de la guerra en el este y del vuelo que alcance la nueva izquierda. Son tiempos de crisis, los votantes están cansados y el sistema partidario está muy fragmentado.
Victoria de Le Pen, baldazo para Macron
En Francia, por su parte, el resultado de la elección europea ha provocado un cataclismo político: Jordan Bardella, a la cabeza de la lista de la Agrupación Nacional (RN, por su nombre en francés), el partido conducido por Marine Le Pen, fue el gran vencedor de las elecciones parlamentarias del fin de semana pasado con 31,0% de los votos. Valérie Hayer, candidata por el partido oficialista Renacimiento, quedó en un lejano segundo lugar con 14,7%, a poca distancia del socialista Raphaël Glucksmann, tercero con 14%.
Con su retórica belicista Macron alejó a muchos votantes, mientras que la estrategia de Le Pen de dar a su partido un barniz de moderación tuvo éxito. La candidatura de Bardella, de 28 años, también atrajo a muchos jóvenes. Desde hace algunos años RN ha ido moderando sus posiciones y ahora apuesta por una mezcla de medidas neoliberales, como la disminución de los impuestos para las empresas, con otras intervencionistas, como un mayor proteccionismo.
En la misma noche del domingo el presidente Emmanuel Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la celebración de nuevas elecciones legislativas los días 30 de junio y 7 de julio. De este modo el líder liberal busca declaradamente reducir el desgaste que provocaría esperar a las elecciones municipales de 2026 y disminuir las chances de Le Pen en las presidenciales de 2027. Si gana, se asegura la gobernabilidad hasta el final del mandato. Si, en cambio, pierde, va a someter a Bardella al calvario de la “cohabitación”: para alcanzar la mayoría en la Asamblea Nacional, RN debería aliarse con Los Republicanos y con Reconquista escorando fuertemente hacia el neoliberalismo y el conservadurismo. Además, Macron mantendría la dirección de la política exterior, de Defensa y la prerrogativa de veto. De modo que los nacionalistas se desgastarían, sin poder ejecutar su programa de gobierno.
Este cálculo no incluye las consecuencias que puede haber para el presidente francés si los rusos dan a publicidad el grado de involucramiento (ilegal) de las tropas francesas en Ucrania. Un general preso o muerto en una guerra en Europa sería un gran escándalo. Sus fintas tampoco previenen las consecuencias de uno o varios estallidos sociales como ha habido en los últimos años.
Avance de los “fratelli” en Italia
En Italia, a su vez, Hermanos de Italia (FdI, por su nombre en italiano), el partido de la presidenta del Consejo de Ministros Giorgia Meloni, obtuvo 28,8% de los votos, más que en las elecciones generales de 2022, pero con muchos menos votos por la bajísima participación electoral (49,7% de los electores). En segundo lugar quedó el Partido Democrático (PD, izquierda), con 24,1% de los votos, mientras que el Movimiento 5 Estrellas (M5S, por su nombre en italiano) salió tercero, con el 10%. Por su parte, en la derecha Forza Italia (FI), con 9,6%, ha superado a la Lega, que obtuvo 9%. Entre las demás listas, sólo la de la Alianza Verde-Izquierda (AVS, por su nombre en italiano) obtuvo un 6,7% de apoyo. Las demás quedaron por debajo del umbral del 4%. En Italia, donde se votó en cuatro circunscripciones, Fdi ganó en tres y el PD ganó al sur con una fuerte presencia del M5S, una divisoria regional que podrá incidir en la política nacional.
Internamente, Meloni se presenta como una líder conservadora seria, con algunos rasgos xenófobos y racistas e indulgente con el pasado fascista. A nivel exterior, en tanto, se alineó con el apoyo de la UE a Ucrania y el respaldo a la OTAN. En el Parlamento Europeo la jefa del gobierno intenta acercar su grupo Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) al Partido Popular Europeo (PPE), para sumarse al nuevo esquema de gobierno de Ursula Von der Leyen. Sin embargo, en este punto tiene roces con su aliado de la Liga, Mateo Salvini. Por ahora Italia está calma, pero la situación puede cambiar rápidamente, si la guerra en Ucrania se desborda o la presión por el ajuste de la UE se torna insostenible.
España, estancada
Tampoco España se escapa a la corriente. Cuatro puntos de diferencia del Partido Popular (PP) sobre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) son un poco más de lo que esperaba el propio PP. pero no el plebiscito que pretendía montar contra los socialistas. El gobierno sigue comprando apoyos de los nacionalistas regionales, mientras se le desinfla la sociedad con el izquierdista Sumar que se quedó en solo 4,6%. Esta alianza perdió toda su ganancia de las elecciones generales de hace un año y, consecuentemente, su líder, y vicepresidenta del gobierno Yolanda Díaz, renunció a todos los cargos partidarios, aunque no al gabinete.
Los dos bloques mayoritarios quedaron bastante igualados en torno al 30%, pero ni el gobierno consigue estabilidad ni la oposición de derecha logra sumar votos para remplazarlo. Por último, apareció Alvise Pérez con su lista Se Acabó La Fiesta (SALF), un agitador que pasó de los temas habituales de la extrema derecha a la antipolítica más brutal y logró 800.000 votos. España está estancada y sin solución a la vista, mientras que los problemas se agravan. Vox solo consiguió salir tercero.
También en otros países el giro hacia la derecha desestabiliza los sistemas políticos. En Bélgica, por ejemplo, se impusieron los movimientos nacionalistas flamencos, haciendo que el partido liberal del primer ministro, Alexander De Croo, sufriera una derrota y éste presentara su dimisión.
En Austria, en tanto, el derechista Partido por la Libertad (FPÖ) sacó 25,70% superando al Partido Popular Austríaco (ÖVP), que obtuvo 24,70%, al Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ), que llegó a 23,20 %, y a Los Verdes–La Alternativa Verde, que se estancó en 10,70 %.
En Hungría, a su vez, el conservador Viktor Orbán logró mantener firmes sus posiciones, sumando 43,77% para su partido Fidesz, aunque el nuevo partido anticorrupción Tisza, dirigido por el ex compañero de Orbán Peter Magyar, erosionó la base del gobierno conservador y alcanzó 30,58% por. Además de en Hungría, en Europa Central y Oriental sólo en Eslovenia y la República Checa ganaron las elecciones europeas dos partidos aliados con Orbán. En Polonia, por el contrario, la coalición liberal-conservadora del primer ministro Donald Tusk obtuvo el primer lugar y en Eslovaquia un partido proeuropeo ganó por delante del partido gobernante SMER del primer ministro nacionalista Robert Fico, quien sufrió un ataque hace unas semanas.
Perspectivas
¿Y ahora qué? El Partido Popular Europeo (derecha) seguirá siendo el grupo más numeroso del Parlamento Europeo. La Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas se mantiene como el segundo grupo más numeroso y los centristas del grupo Renovar permanecen en el tercer lugar. Con 404 diputados, esta alianza podría formar gobierno y convalidar a Ursula von der Leyen. Sin embargo, como en el momento de emitir el voto secreto pueden producirse defecciones, la actual presidenta de la CE se previene pactando con Giorgia Meloni el apoyo de los Conservadores y Reformistas, pero para ello debe superar el veto de los socialistes y los verdes. La extrema derecha logró avances claros, pero está dividida entre europeístas y antieuropeísats, carece de programa y de liderazgo. No obstante, ha logrado desplazar el debate político hacia la derecha, permeando las decisiones de los gobiernos y de la Comisión. Tiñe la opinión, pero no la determina.
Von der Leyen tiene, primero, que ser nominada por los 27 líderes de Estado y de gobierno y el 16 de septiembre tendrá que pasar el examen de la Eurocámara. Además de la incertidumbre sobre la lealtad de los diputados propios y de las diferencias sobre el eventual apoyo de la extrema derecha, los dirigentes europeos de la mayoría desconocen qué harán cerca de 100 legisladores sin pertenencia de bloque. El reagrupamiento de estas fuerzas puede alterar cualquier cálculo.
Entre las consecuencias de estas elecciones hay que distinguir, primero, los tejes y manejes de la “eurocracia” para mantener el control de la Comisión Europea (CE), el Alto Comisionado de RR.EE. y, muy especialmente, del Banco Central Europeo (BCE). En segundo lugar, es necesario considerar los ya tratados efectos de la votación sobre los procesos políticos nacionales. Ambos niveles se interrelacionan, pero son diferentes.
A falta de alternativas de izquierda, los electores europeos han dado rienda suelta a su bronca con el ajuste y la guerra votando a la derecha. Sin embargo, la mayor parte de ésta ya está cooptada por el régimen de Bruselas y la otra no ofrece alternativa. El proceso europeo sigue en acelerado declive hacia la desindustrialización y la guerra y los países mayores parecen incapaces de corregir el rumbo. En los próximos meses sólo la guerra en el este puede traer transformaciones y éstas serán catastróficas.