Con apoyo total de EE.UU., que todo indica seguirá con Trump, se perpetúa un genocidio.
“Ni los demócratas ni los republicanos tienen una visión clara del futuro de Estados Unidos.” Esta frase alarmante fue la respuesta del conocido economista de Harvard, Jeffrey Sachs, a uno de los intelectuales más interesantes de Rusia, Fiódor Lukianov, director del think tank Club Valdai, cuando le preguntó sobre la futura política exterior de Donald Trump.
Mientras el genocidio en Gaza se vuelve cada minuto más cruento y las fuerzas armadas israelíes avanzan sobre Cisjordania; mientras el ejército de Netanyahu bombardea centros comerciales o sedes del partido socialista Baaz en Beirut, los jerarcas de Estados Unidos están sumergidos en la niebla de la guerra.
La descripción de Jeffrey Sachs sobre la actual falta de sensatez del imperio deja claro el peligro que se cierne sobre el mundo. “La élite política estadounidense está convencida de que Washington mantiene el dominio político y militar global. La política exterior, incluso en relación con Rusia, China y los países de Medio Oriente, se basa en el convencimiento de su propia excepcionalidad, algo que es, por supuesto, erróneo. Estados Unidos es ciertamente una potencia poderosa, pero ya no es una potencia hegemónica”, aseguró el economista norteamericano. “Joseph Biden sigue viviendo en el ‘momento unipolar’ que ya es cosa del pasado y Donald Trump, en mi opinión, no tiene una estrategia exterior definida”, agregó.
Ese es el punto de la historia en la que estamos: las decisiones sobre la guerra y la paz van a la deriva. Un ejemplo es Ucrania: mientras Trump asegura que terminará el conflicto ni bien asuma el 20 de enero de 2025, Biden autorizó, el lunes 18 de noviembre, el uso de armas proporcionadas por el Pentágono para que los ucranianos ataquen territorio ruso. El presidente Vladimir Putin ya en septiembre pasado había advertido que esto sería interpretado por el Kremlin como un ataque directo de EEUU o de la Unión Europea y que tendría una respuesta adecuada.
En cuanto a Medio Oriente, según Sachs, “Trump no tiene una idea clara de cuál será su política exterior. Siempre ha sido un ferviente partidario de Israel, pero ahora un apoyo total al gobierno de Benjamin Netanyahu no es la estrategia más ganadora”.
Los movimientos que el presidente electo ha hecho hasta ahora en relación a Medio Oriente son contradictorios. Durante su campaña, estuvo coqueteando con la colectividad musulmana de EEUU y prometió “paz”. El Iman Belal Alzuhairi, líder importante en la comunidad musulmana de Michigan (estado donde Trump ganó), aseguró: “Lo estamos apoyando porque prometió poner fin a la guerra en el Medio Oriente y Ucrania. Prometió paz”. Sin embargo, durante la campaña también subrayó que Netanyahu “debe terminar su tarea en Gaza”, una frase ambigua que podría referirse al genocidio y a la expulsión de los palestinos de su tierra.
El yerno de Trump, Jared Kushner, de religión judía, fue director de la “Oficina de innovación” en la primera administración trumpista y, en la actualidad, es parte de su equipo asesor. En marzo pasado, Kushner, que es empresario inmobiliario y dueño del semanario The New York Observer, defendió abiertamente la limpieza étnica y el destierro de los palestinos de la Franja durante una ponencia en la Universidad de Harvard. Para el yerno de Trump, Gaza y su hermosa costa bañada por el Mar Mediterráneo es una valiosa propiedad que debe ser vaciada y en lugar “antes de invertir en armas habría que invertir en construcciones”.
Tal vez en esa misma línea de pensamiento esté Steve Witkoff, otro magnate inmobiliario, “amigo de toda la vida y compañero de golf” de Trump, que acaba de ser nombrado Enviado Especial para Medio Oriente. Witkoff es un habilísimo inversionista en bienes raíces del estado de Florida, pero carece totalmente de experiencia en política exterior.
En su primera presidencia, el republicano se mostró como un incondicional partidario de Israel. Al poco tiempo de asumir, desobedeció la resolución 181 de Naciones Unidas y mudó la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. Según la resolución, esa ciudad no debería tener ninguna embajada porque está bajo la administración de la ONU, como “corpus separatum”. El gobierno de Biden no dio marcha atrás con esa medida.
Peor aún, en 2020 Trump presento un “plan de Paz” (redactado por su yerno Kushner) a cuya presentación no fueron invitados los palestinos. Meses después formalizó los “Acuerdos de Abraham”, que, de implementarse, obturarían cualquier posibilidad de la creación de dos Estados, uno palestino y otro israelí.
¿Qué puede pasar en esta nueva gestión? La conformación del futuro gabinete republicano indicaría que la inclinación de Trump no ha variado. Como embajador en Israel nombró al exgobernador de Arkansas, Mike Huckabee, un sionista cristiano evangélico que defiende la anexión de los territorios ocupados por parte de Israel y niega la ocupación y la identidad palestina. “En realidad no existe tal cosa como un palestino: eso es usado como una herramienta política para tratar de quitarle tierras a Israel. No existe tal cosa como un asentamiento: son comunidades, barrios y ciudades. No existe tal cosa como una ocupación”, son las frases que Huckabee repite una y otra vez.
En otro puesto clave, el de representante de EEUU ante la ONU, el presidente electo eligió una mujer que también apoya al régimen de Tel Aviv sin vacilaciones: Elise Stefanik.
Sea el que sea el rumbo que decida Trump, está claro que el plan de Israel es acelerar y profundizar las matanzas. Así lo indican la ferocidad de los últimos ataques contra Gaza y las incursiones de aviones de combate israelíes que derriban rascacielos enteros y arrasan barrios de alta densidad poblacional, en el Líbano.
En cuanto a los fallecidos en Gaza, la cifra mínima dada por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos es de casi 50.000 personas, el 70% de ellas mujeres y niños. Dorothy Estrada, relatora de la ONU sobre la discriminación contra las mujeres y las niñas en Gaza y en Palestina denunció que además de la guerra, las mujeres y niñas sufren “torturas sexuales atroces y violaciones sexuales utilizadas como arma”.
Invitada a exponer sobre el tema en la Cámara de Diputados de Argentina el pasado 21 de octubre, Estrada admitió: “Aunque es imposible conocer las cifras exactas, las estimaciones más sobrias hablan de un millón de mujeres desplazadas y 10.000 mujeres muertas desde el comienzo del conflicto en octubre de 2023. Han fallecido más 6.000 madres que han dejado a más de 19.000 niños y niñas huérfanos”.
“Las niñas y adolescentes corren alto riesgo de caer en trabajo infantil, en explotación sexual, en matrimonio infantil o forzado y en situaciones de trata de personas. Las mujeres mayores, las que están solas o aisladas o son discapacitadas también están expuestas a situaciones gravísimas. Las embarazadas en situación de parto o posparto, con la infraestructura hospitalaria destruida, carecen de atención sanitaria. No hay anestesia, ni siquiera para las cesáreas. Las condiciones son horrorosas para ellas y para los recién nacidos porque además faltan los medicamentos más vitales y hay cortes de energía por falta de combustible”, dijo la funcionaria de Naciones Unidas.
“Esta no es una crisis humanitaria causada por un desastre natural, sino que se deriva de acciones humanas concretas”, increpó Estrada. “Hay carencia de productos de primera necesidad, como alimentos, agua, suministros menstruales para una menstruación con dignidad. No existen los requisitos mínimos que exige el derecho internacional de los derechos humanos”, añadió.
Según detalla Acnudh, “el 80% de las muertes verificadas ocurrieron en ataques contra edificios residenciales o viviendas, lo que podrían constituir crímenes de lesa humanidad o genocidio”.
Esto no es extraño dado que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), con la luz verde de Washington, asesinan masivamente, experimentando con Inteligencia Artificial. Según la investigación periodística del periodista israelí Yuval Abraham, el sistema, llamado “Lavanda” (Lavender), procesa, a gran velocidad, una gigantesca cantidad de datos sobre los 2.300.000 palestinos que viven en Gaza y los clasifica –según los algoritmos de aprendizaje automático- en “objetivos humanos” (comandantes) y “objetivos basura” (soldados), supuestamente vinculados con Hamas o la Yihad Islámica.
¿Cómo se explica la muerte de tantos inocentes? Primero, porque está comprobado que la IA falla y que ha marcado a miles de personas que no tenían nada que ver con las milicias armadas. Segundo, porque los ataques masivos están automatizados, es decir, no hay supervisión humana (ni cargos de conciencia). Los oficiales israelíes fueron autorizados a no chequear la información que provee la IA ni analizar en qué se basan las computadoras para preparar sus listas negras. Tercero, porque las personas señaladas por IA no son atacadas durante sus actividades militares, sino cuando están en sus hogares. Esta parte del sistema Lavender se denomina “¿Dónde está papá?”. Su función es avisar al ejército cuando el objetivo entra a su casa y bombardea todo el edificio residencial, provocando la muerte del supuesto militante y de otras decenas de personas, cínicamente llamadas “daños colaterales”.
Entretanto las manifestaciones a favor de la causa palestina y por el fin de la guerra crecen lenta pero gradualmente en distintos lugares del mundo. El giro está en marcha.