Irán, Masud Pezeshkian y después

Tras su elección presidencial, la democracia iraní inicia una nueva etapa plena de retos.

La muerte del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, y de su ministro de Exteriores, Hossein Amir Abdollahian, el domingo 19 de mayo, en un accidente de helicóptero en la zona montañosa de Varzeqan, en la provincia iraní de Azerbaiyán Oriental, noroeste del país, motivó la reciente elección presidencial que deja varios interrogantes y algunas presunciones.

Raisi, muy cercano al ayatolá Ali Khamenei, incluso se había postulado con el acuerdo de Khamenei como posible sucesor del clérigo de 85 años.

Aquel accidente, del que se desconocen por el momento los alcances de la investigación sobre sus orígenes, y atribuido a “condiciones meteorológicas adversas”, conmovió al país e ilusionó a los enemigos de la República Islámica de Irán con una inestabilidad que hasta el momento no se ha dado.

El Consejo Guardián de la Constitución de Irán,​ llamado habitualmente Consejo de Guardianes, uno de los organismos de mayor poder dentro de la estructura del Estado iraní y responsable de todos los temas de carácter electoral en el país, fue el encargado de habilitar las candidaturas presidenciales para las elecciones del 28 de junio. Entre sus atribuciones está la de poder vetar candidatos a elecciones parlamentarias, presidenciales o a la Asamblea de Expertos.

El Consejo, formado por seis alfaquíes designados por el jefe del estado iraní y seis juristas nominados por el poder judicial, con mandato por seis años, que se renuevan  por mitades cada tres, necesita la aprobación del parlamento para su conformación. 

Su vigencia, composición y poder es uno de los temas principales del debate sobre el futuro institucional del país, desde los tiempos del presidente Seyyed Mohammad Jatamí (1997-2005), y es un punto de tensión importante en el actual escenario político iraní, ya que, además de los temas electorales, el Consejo aprueba todos los proyectos enviados por el parlamento y analiza la constitucionalidad de éstos y su apego al derecho islámico.  

El Consejo de Guardianes habilitó entonces seis candidaturas presidenciales entre las ochenta presentadas. Esas candidaturas expresaron la intención de cinco conservadores y un reformista para ocupar la sucesión de Raisi. No se autorizaron candidatas mujeres, pero tampoco al expresidente iraní entre 2005 y 2013 Mahmud Ahmadineyad.

Entre los seis autorizados estuvieron el presidente de la Asamblea Consultiva Islámica, Mohammad Baqer Qalibaf, el alcalde de Teherán Alireza Zakani y el inflexible negociador de asuntos nucleares Said Jalili. También fueron autorizados el jefe de la Fundación de Mártires, Amir Hosein Ghazizadeh Hashemi, y el antiguo ministro del Interior Mostafa Purmohammadi. El restante fue Masud Pezeshkian, un médico cirujano de 69 años, de origen azerí, integrante de la Asamblea Consultiva Islámica Unicameral de Irán como representante del movimiento reformista del distrito electoral de Tabriz, Oskú y Azarshahr. La Asamblea integrada por 290 miembros lo tuvo como primer vicepresidente entre 2016 y 2020.

La primera vuelta de las elecciones presidenciales se desarrolló el 28 de junio último y ninguno de los candidatos obtuvo entonces más del 50% de los votos, necesarios para ser proclamado por el Consejo Guardián como nuevo presidente.

Massud Pezeshkian, que obtuvo 42,5% de los votos, y Saeed Jalili, que obtuvo 38,6%, se ganaron el derecho de competir mano a mano en la segunda vuelta.

Con una participación de 40% de los 61 millones de electores llamados a las urnas, la primera vuelta de las elecciones registró la participación más baja para unas elecciones presidenciales en la historia de la República Islámica instaurada en 1979, más de ocho puntos por debajo del negativo récord anterior del 48,48% en las elecciones presidenciales de 2021.

La segunda vuelta electoral del 5 de julio entre los candidatos más votados mostró un significativo aumento de la participación, que se elevó a 50% de los electores habilitados. Massud Pezeshkian se impuso finalmente a Saeed Jalili, con algo más de 16 millones de votos contra los poco más de 13 millones de sufragios de su contendiente, en una elección bastante reñida. La elección de Pezeshkian y su condición de nuevo presidente de la República Islámica de Irán ya fue ratificada por el Consejo de Guardianes. 

La nueva etapa

Pezeshkian, que se presenta a sí mismo como un “renovador moderado”, ha prometido reformas institucionales y gestiones internacionales que permitan que Irán recupere su maltrecha economía interna producto de las sanciones y los bloqueos impulsados por Estados Unidos y su periferia de países colonizados por ellos. “El camino que tenemos por delante es difícil. Sólo será fácil con su cooperación, empatía y confianza. Les tiendo la mano”, señaló la noche de su victoria, cuando reafirmó su lealtad a la República Islámica. Su referencia en campaña electoral a la posibilidad de rediscutir la dimensión de la aplicación de la ley nacional sobre el velo obligatorio es también motivo de polémicas por estas horas en tierras persas.

Tras su derrota, Jalili, para grata sorpresa de Pezeshkian y malestar del ala dura de sus seguidores, señaló que es imprescindible apoyar al presidente electo: “La persona que es elegida por el pueblo es respetada por mí (…) y ahora debemos hacer todos nuestros esfuerzos para ayudarlo a avanzar con fuerza”.

La conciencia y la responsabilidad ante los desafíos y las amenazas a las que se enfrenta la República Islámica de Irán parece transversal a sus principales dirigentes políticos.

La especulación principal por estos días es, sin embargo, dimensionar la futura convivencia del nuevo presidente de la República Islámica de Irán con el ayatolá Ali Khamenei, determinante en las decisiones del país sobre política exterior y sobre todo sobre política nuclear, un tema del que tampoco hay hoy demasiadas precisiones concretas, aunque de hecho Ali Khamenei declaró explícitamente que “todo seguirá igual” que con Raisi.

La estabilidad territorial de Irán en los últimos dos siglos y su creciente influencia regional y global son un motivo de preocupación creciente para los conspiradores con sede en Washington, que observan cómo el proceso de “desdolarización global” que tiene a los BRICS, a la OPEP+ y al mercado mundial del petróleo como protagonistas, tiene a Irán como actor principal en ambos agrupamientos y sobre todo en su condición de principal flota mundial de barcos petroleros.

Irán es además un actor militar y logístico creciente. Su apoyo a Rusia en la Operación Especial en Ucrania, su fuerte cuestionamiento al genocidio que el Gobierno de Israel lleva adelante en la Franja de Gaza y su solidaridad con las fuerzas rebeldes hutíes de Yemen, motivan la incesante búsqueda de la inteligencia y la contrainteligencia occidental de desestabilizar el país.

El mensaje ruso, por otro lado, ha sido explícitamente claro. “Espero que su desempeño como presidente contribuya a estrechar aún más la cooperación bilateral constructiva en beneficio de nuestros pueblos amigos”, destacó el presidente Vladimir Putin desde el Kremlin.

Los desafíos de Pezeshkian serán tan grandes como sus amenazas. Mantener la estabilidad del país, mejorar la economía interna y consolidar sus acuerdos estratégicos con Rusia y China aparecen como temas primordiales del éxito de su gobierno. Disolver las conspiraciones diseñadas desde Washington, también. El tiempo dirá si puede lograrlo.

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