Jorge Taiana: “Pese al intento de EE.UU. de desplazarla, China tiene cada vez más presencia en América Latina”

Pesca, minerales, agua dulce y revitalización del Atlántico Sur en la geopolítica actual.

El excanciller argentino Jorge Taiana asegura que la prioridad de Estados Unidos respecto a la Argentina (y de toda América Latina) es “contener a China”, un objetivo de política exterior que se refleja en el monitoreo del Atlántico Sur y de la cuenca Paraná-Paraguay como también de los yacimientos de litio, oro y cobre en esta parte del mundo.

También exministro de Defensa, el dirigente peronista sostiene que a estos lineamientos responde la llegada de guardacostas de EE.UU., “que vienen hace ya varios años”.

Lo mismo opina de la reciente adhesión argentina a un tratado internacional contra la pesca predatoria más allá de las aguas jurisdiccionales, la famosa “milla 201”.

La incidencia estadounidense en el país, que se enmarca en esta doctrina, sumó un nuevo capítulo con el memorándum firmado hace cuatro meses con el cuerpo de ingenieros del Ejército de EE.UU., un convenio que gira en torno al intercambio de información sobre el dragado del río Paraná.

Pero Taiana advierte que mientras Washington intenta frenar al gigante asiático, “la presencia de China igualmente se fortalece”. 

Sobre la presencia de Beijing en la Argentina, menciona como ejemplo la planta de extracción de litio de Salta que inició sus actividades a principios de mes: localizado en los salares Centenario y Ratones, el emprendimiento fue concesionado a la minera francesa Eramet junto a la empresa china Tsingshan.

“Se inaugura una obra de nada menos que el litio, uno de los minerales estratégicos, pero es un emprendimiento franco-chino. Está claro que la presencia de China en la región se fortalece: se sigue fortaleciendo en África y también se sigue fortaleciendo en América latina”, describe.

Y agrega: “La presencia de China en la economía mundial es creciente, por lo que es razonable decir que va a ser creciente en la Argentina”. 

En una entrevista exclusiva con Tektónikos, Taiana describe cómo se ha revitalizado, en el siglo XXI, la importancia del mar en la geopolítica y cómo en particular los mares del sur en torno a la Antártida son una clave insoslayable de las disputas por venir.

El también director del Centro Internacional de Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) define al año 2013 como un punto de inflexión para la relación de EE.UU. con América Latina. Plantea que en esa fecha, durante el segundo mandato de Barack Obama, EE.UU. redireccionó su política hacia lo que la Casa Blanca suele llamar “Hemisferio Occidental”.

“El informe de Seguridad Nacional de Estados Unidos de 2013 establece que la prioridad ya no es la lucha contra el terrorismo internacional (como había ocurrido desde 2001, tras el atentado a las Torres Gemelas), sino que pasa a ser la contención de China. Y esa política es acompañada por una revisión de la política más laxa hacia América Latina”, amplía.

En cuanto a las perspectivas para la región, Taiana observa una paulatina transformación del Atlántico Sur “en una zona mucho más importante”, producto de “la revolución en el comercio” que aparejan los contenedores como también por sus riquezas ictícolas: “Es uno de los caladeros de pesca más importantes del mundo.”

Pero, además, recuerda que “un poquito antes de la mitad del siglo” se discutirá la renovación o modificación del Tratado Antártico, que está vigente (hasta el año 2048) y que prohíbe expresamente cualquier tipo de extracción minera o petrolera. No es un tema menor para la Argentina, que instaló la primera base antártica (la base conjunta Orcadas, de 1904) y es uno de los países reclamantes. 

A nivel planetario, el exministro compara las tensiones de la actualidad con la puja de fines del siglo XIX, cuando los países europeos más industrializados buscaban expandir sus dominios y garantizarse mercados, zonas de influencia y recursos naturales. “Estamos enfrentando una pelea entre distintas potencias, parecida a la de fines del siglo diecinueve, que compiten por tener acceso y control”, resume. 

¿Qué hace EE.UU. para desplazar a China en la región y en la Argentina?

A partir del 2001, con el ataque a las Torres, EE.UU. se enfoca centralmente en la lucha contra lo que denominó el terrorismo internacional. En la misma época, la relación que tenía EE.UU. hacia China era una relación de incorporarla, entre comillas, al mundo y a las reglas internacionales, sobre todo del comercio. Ahí avala que ingrese en la OMC (Organización Mundial del Comercio). Evidentemente, la estrategia hacia China era de inclusión. Buscaban incluir a China como antes habían incluido a Rusia, que por entonces era parte del G7 o del G8, hasta lo de Crimea (por la anexión de ese territorio por parte de la Federación Rusa, en 2014). En relación a la región (por América Latina), el principal problema para EE.UU. era también el terrorismo internacional: acá se preocupaban por la Triple Frontera y un poco por lo de Iquique. Entonces florecieron los gobiernos nacional-populares y hubo un avance de la integración regional. Una muestra de esto fue la cumbre de 2005, cuando fracasa el proyecto del ALCA, porque básicamente el Mercosur más Venezuela dicen: “A nosotros no nos conviene ir detrás de ustedes”. En esa cumbre hay una frase de (George) Bush (hijo) que pasó desapercibida porque todavía nadie le daba gran relevancia a ese tema. “Bueno, esto es para contener a China”, dijo Bush. Pero eso cambia con una fecha precisa, en el 2013. Desde entonces, con Obama, queda claro que la prioridad (de EE.UU.) pasa a ser la contención de China.

¿De qué forma se concretó en América Latina ese cambio en la política exterior estadounidense?

Coincide con cierto amesetamiento y debilitamiento de los gobiernos nacionales y populares. Y también con la muerte de Hugo Chávez, que era un impulsor de ese polo renacido de integración. Además, va a coincidir con la culminación del segundo gobierno de Lula y el gobierno de la presidenta (por Dilma Rousseff), que tuvo menos fuerza y voluntad integradora. Después, ya desde el 2013 y 2014, en la región comienza un decaimiento sobre el cual la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) pronosticó que duraría por lo menos hasta el final de la década. Todo esto coexistió con una presión de EE.UU. a los gobiernos populares y su apoyo expreso a los de derecha conservadora subordinados a sus políticas. Además, en 2008, EE.UU. recrea su Cuarta Flota, que es para el Atlántico Sur, que se había desarmado en el 2000. Las flotas más importantes fueron siempre la Sexta y la Séptima: la primera para el Atlántico y el Mediterráneo, la otra para el Pacífico, con bases en Norfolk, Virginia, y San Diego, California, respectivamente. Todo ese proceso, en suma, estuvo signado por la crisis financiera tras la caída de Lehman Brothers, que probablemente sea el fiel de la balanza, y que muestra el fin de la hegemonía de la fusión del capital financiero con el complejo militar-industrial. Obama, ante los gobiernos populares de la región, es más duro: apoya claramente a Macri, a Bolsonaro y “la dada vuelta” (por el giro de Lenin Moreno frente a Rafael Correa) en Ecuador.

Usted suele plantear que, más allá de tensiones y conflictos, el mundo vive un proceso en el que emerge una nueva multipolaridad. ¿Cómo la describiría?

— La multipolaridad puede dividirse en varios planos: uno es el comercial-económico, otro el financiero, donde China empieza a jugar, un tercero es el político y el cuarto, el militar. El desarrollo de la multipolaridad no es similar en todos, es desparejo. Por ejemplo, en lo militar EE.UU. sigue siendo la primera potencia del mundo: tiene muchos más portaviones que todos los otros países unidos. China, por ejemplo, está haciendo su tercer portaviones. Ante esa multipolaridad, EE.UU. reacciona a partir de 2013 con un cambio en su política para la región: revaloriza el papel político de Latinoamérica que, en la perspectiva de ellos, tiene que volver a ser el patio trasero. Literalmente, la palabra backyard significa el patiecito de cuatro metros que está atrás de la casa, donde se meten las cosas sucias. Puede ser la ropa o un lugar para jugar. La idea es que (el patio trasero) es “nuestra parte interior”. 

Una zona histórica de influencia.

— Claro, pero con una diferencia entre Sudamérica y el Mar Caribe, México y el área del Pacífico. En Sudamérica, EE.UU. no ha tenido invasiones, pero sí ha tenido acciones y presencia desde 1831, cuando ataca las islas Malvinas dos años antes que los ingleses. Por entonces ahí estaba el gobernador Luis Vernet, quien había intentado cobrarles un impuesto a los barcos foqueros y balleneros que mataban leones marinos para sacar el aceite. Ante ese hecho, vuelve un barco de guerra de EE.UU., el Lexington, y arrasa con la capital de las islas: la destruye y la quema. Eso sucedió el 31 de diciembre de 1831, casi dos años exactos antes de la ocupación británica (que se concretó el 3 de enero de 1833). 

¿Se puede definir ese episodio como la primera acción militar de un Estado extranjero contra la República Argentina?

— Antes ya habíamos tenido la guerra con Brasil, que además era un imperio. Los estadounidenses, en cualquier caso, no se hacen cargo de lo que hacen y al mismo tiempo demuestran la alianza que tienen con los británicos. Y también muestran que el Atlántico Sur era una zona en la que les interesaba tener dominio y control. Luego, ya en el siglo XX, les pareció que el dominio de los mares no era tan importante como en los tiempos del lema ‘Britannia rule the waves’ (“Gran Bretaña gobierna las olas”). Se estaba dejando paso a la aviación, la cohetería y las armas nucleares. Pero si uno mira lo que está pasando en los últimos quince o veinte años, se ve que el tema marítimo vuelve a tomar una gran relevancia. Y respecto al Atlántico Sur, está claro que este tema nunca desapareció, siempre estuvo presente en la política de los Estados Unidos: el control del Atlántico Sur y de buena parte de la región. Eso tenemos que unirlo a la cuestión antártica. Pero volviendo al Atlántico Sur, recordemos que es uno de los caladeros de pesca más importantes. Y no hablemos de la cantidad de barcos que están en la milla 201 (se refiere a las 200 millas del Mar Argentino y la plataforma continental).

La pesca en esas aguas es un argumento al que suele apelar EE.UU. cuando intenta generar distancia entre Argentina y China.

— Nosotros tenemos muy bien cuidadas las 200 millas nuestras. Por lo menos hasta que yo me fui del Ministerio de Defensa, en diciembre de 2023. En 2022 y 2023 no había entrado nadie ahí. En la milla 201, eso sí, había 500 barcos. Ahora, con el gobierno de Javier Milei, acaban de hacer un tratado sobre aguas internacionales que firmó la canciller Diana Mondino. Habrá que ver qué dice el Congreso, porque ese proyecto crea zonas de reserva, puede crear grupos regionales: habría que estudiarlo para saber qué posición convendría tener. Por otro lado, EE.UU. considera que, como en aguas internacionales puede haber pesca ilegal no registrada, esto permitiría actuar sobre la milla 201. Por otro lado, la FAO (Organización para la Alimentación de las Naciones Unidas) advierte que existe pesca ilegal cuando las empresas pesqueras llevan a trabajadores en situación de semi-esclavitud: también puede ser ilegal si se hace transporte y sobrepesca de distintas maneras, como con redes de arrastre. Es un debate largo, donde ciertos ambientalistas y los EE.UU. insisten en que si se destruye la milla 201 eso afecta también las millas anteriores. Pero, por otro lado, todo el mundo se preocupa por la franja que forman el Mar Argentino y la plataforma continental y nadie parece preocuparse por los que pescan en la cuenca de Malvinas. Esa sí es totalmente pesca ilegal. Y es así porque se trata de aguas internacionales argentinas, aunque las licencias las da Gran Bretaña a través de (la administración de) las islas y nadie dice nada: ahí no pesca China, porque respeta que esas aguas son argentinas. Pero Corea del Sur y Taiwán, por ejemplo, pescan en los dos lados, en las aguas alrededor de Malvinas y en la milla 201, siguiente a las aguas continentales. Y España pesca en las islas. Lo peor es que la pesca no es el único tema: también están los recursos mineros que hay en el mar, en el fondo marino. Esto es particularmente importante para Argentina por lo que hicimos y presentamos en el año 2009 en las Naciones Unidas, y que finalmente se terminó aprobando: ampliamos las 200 millas hasta el talud continental, o sea hasta las 350 millas náuticas. Eso amplía enormemente lo que es Argentina. Pero esta ampliación no da derecho sobre la columna de agua, por lo que un país no puede emitir derechos de pesca ni controlar el paso de los barcos, pero sí da derecho sobre el suelo y el subsuelo del mar. En el suelo del mar hay una serie de especies que van por el fondo y están los nódulos de minerales.

Sobre los llamados minerales estratégicos: ¿cómo ve la política de EE.UU. frente a las riquezas de litio de Argentina?

— Las reservas de cobre, litio y oro son las más importantes en Chile y Argentina. Aquí, el cobre está mucho menos desarrollado que en Chile. EE.UU. quisiera que las empresas chinas no tengan acceso a esos minerales estratégicos. Sin embargo, en los últimos días vimos cómo se inauguró una planta franco-china en Salta, de litio. Una cosa que los norteamericanos no quisieran que sucediera. Estuvo Mondino, pese a los comunistas (sonríe). Lo cierto es que es un avance de China. Y además de los minerales déjenme mencionar el agua dulce. La otra preocupación de EE.UU. en relación a estos temas es el Paraná, el agua dulce es otro recurso estratégico que en muchas partes del mundo comienza a escasear. Nosotros tenemos la fuente de agua dulce más grande del mundo, que es la cuenca del Paraná-Paraguay. Y eso ha hecho que EE.UU. tuviera interés en actuar y evitar que cualquier nueva concesión que se diera, una vez vencida la concesión de la Vía Troncal Central que otros llaman Hidrovía, tuviera influencia china (una de cuyas empresas ya había manifestado la voluntad de hacerlo). Para EE.UU., los chinos representan una competencia: de hecho, los chinos tienen por lo menos un puerto o como mínimo “uno y medio” entre los puertos grandes de salida de los granos: COFCO y una parte de Glencore. O sea que en los puertos del Paraná hay influencia china. 

¿Cómo fue lo del convenio con los ingenieros marines del puerto de Rosario? Se dijo que eso ya estaba firmado por el gobierno anterior…

— El cuerpo de ingenieros del ejército de EE.UU. tiene el dragado y balizamiento de los principales ríos, sobre todo del Mississippi, que en EE.UU. es el equivalente al Paraná. Ese acuerdo, efectivamente, se firmó (se refiere al gobierno del Frente de Todos), pero con desconocimiento de la Cancillería y el Ministerio de Defensa. Y se firmó a través de la gente de Puertos o de la Subsecretaría (de Puertos y Vías Navegables). Lo curioso es que ese expediente nunca salió de ahí. Nunca nos enteramos que existía. ¿Y por qué no nos enteramos? Porque el expediente no fue a ninguna de las partes que tenía que ir. Se firmó en papel el 30 de noviembre y se subió al GDE (Gestión Documental Electrónica) el 7 de diciembre (tres días antes de que asumiera el gobierno de Milei). Y después se publicó. Hubo un intento de hacerlo sotto voce. Lo hicieron así para dejarlo listo para la nueva administración. Pero, aparte, todo es completamente absurdo: porque Argentina se opuso durante varios años a que el cuerpo de ingenieros de los marines trabajara en el río Paraguay, algo sobre lo que ellos insistían mucho.

A juzgar por ciertos movimientos y declaraciones, EE.UU. busca desplazar a China o como mínimo reducir su presencia en el país. Para eso recurre a distintas estrategias, algunas explícitas, otras más sutiles. ¿De qué modo incidió este trasfondo en el reaprovisionamiento de las fuerzas armadas argentinas, en particular en la compra de aviones caza F-16?

— El Ministerio de Defensa, bajo la gestión del Frente de Todos, no hubiera avalado nunca la compra de esos F16 por una sencilla razón: nosotros necesitamos aviones que sean supersónicos, cosa que no era el A4, que fue la última compra que hizo Menem en 1997. Y los F16, si bien son supersónicos, son aviones de cuarenta años modernizados. Por eso, son aviones que no tienen efecto disuasivo contra aviones de última generación. La estrategia argentina en materia militar es defensiva, cooperativa y asociativa. Pero esa estrategia defensiva requiere de una capacidad de disuasión: es decir, que el enemigo sepa que no puede atacar porque hay una capacidad de respuesta fuerte. Los F16 no dan esa capacidad de disuasión. 

¿Y por qué las FFAA argentinas, sabiendo eso, con los conocimientos técnicos que tienen, optaron de todas formas por los F16?

— Yo diría que se inclinó por eso la Fuerza Aérea, pese a la opinión del Ministerio.

¿Qué podría haber representado para EE.UU. que Argentina comprara aviones pakistaníes, chinos? ¿Hubiera sido tomado por ellos como un acto hostil?

—Los aviones eran chinos hechos en China, no los pakistaníes ni chinos hechos en Pakistán. Y respecto a lo del acto hostil, cuando Perú compró MIGs (aviones cazas producidos por Rusia, en tiempos de la Unión Soviética), en la época de Juan Velasco Alvarado, en plena Guerra Fría, no pasó nada. 

Pero a Velasco Alvarado lo terminaron derrocando…

Sí… Pero el tema es que Perú compró MIGs y compró helicópteros. Obviamente, a EE.UU. no le gusta perder un negocio importante. La compra de una flotilla de aviones de combate para la Argentina es una operación grande para América del Sur. Además, hubiera permitido apartarse de la dependencia tecnológica fuerte en lo militar que tenemos con EE.UU.

Es difícil que un país tome este tipo de decisiones estando endeudado, ¿no?

Toda decisión soberana tiene algún costo. Pero es menor que el costo de tomar una decisión que no es soberana. Finalmente, si llegan los F16, tendremos treinta años de aviones que no garantizan poder de disuasión y que tienen un mantenimiento carísimo. Habrá que ver con qué armamento vienen, porque cuando el expresidente Menem compró los treinta y pico A4, supuestamente venían con equipamiento. ¿Pero saben con cuántos misiles llegaron? Con tres. 

¿Cómo puede influir en la Argentina el resultado de una elección entre los demócratas y Trump? ¿Trump podría favorecer a Milei dado el vínculo personal?

Trump puede favorecerlo ideológicamente, por el triunfo de una figura que dice cosas muy parecidas. Cuando uno mira la propaganda de campaña de EE.UU., son las mismas cosas que dicen los de acá. Pero el dato central es que el señor Trump, desde el punto de vista económico, es proteccionista. En ese sentido, probablemente sea menos persistente en perjudicar (a la Argentina) desde el punto de vista económico.

Pero Mauricio Claver-Carone, exfuncionario de Trump, fue quien presionó al FMI para darle ese crédito mal habido a la Argentina. Respecto del Fondo, en el que EE.UU. tiene un rol determinante: la política estadounidense hacia China parece tener algunas paradojas, porque hace un mes FMI presionó a la Argentina para que acordara con China por el swap de monedas. 

—Más o menos, porque lo que hizo China es una cosa interesante. No le dio a la Argentina el tiempo que había pedido, que era la renovación del swap. Le dio un waiver, un perdón transitorio, para no pagar durante un año. Así, a partir de julio de 2025 habrá que pagar los 5.000 millones de dólares en 12 cuotas hasta junio de 2026. O sea que Argentina, por las posturas políticas de Milei al denostar al gobierno chino, no obtuvo lo que buscaba. Consiguió el waiver de un año pero no más. 

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