Cómo el mercantilismo de la sociedad eleva criminalmente la desnutrición en el mundo.
“El problema no es el hambre, una persona rica puede tener hambre en algún momento. El hambre es algo subjetivo, una sensación. El problema es la desnutrición, una enfermedad que mata selectivamente a la gente pobre. Y que se propaga por el mundo por el mercantilismo de la salud”.
El que lo dice es José Carlos Escudero, médico sanitarista, diplomado en Estadísticas de Salud por la Universidad de Chile y magister en Sociología por la Universidad de Michigan, Estados Unidos.
Ha sido profesor, entre otras casas de estudio, en las universidades nacionales de Luján y La Plata. Al jubilarse, la primera lo nombró Profesor Emérito y Consulto y la segunda, Profesor Extraordinario Consulto.
– Entonces el problema no es el hambre, es la desnutrición.
– Claro, es cuestión de caracterizar bien de qué hablamos. El bacilo de Koch, que produce la tuberculosis, puede contagiar a un pobre o a un rico, pero el primero tendrá muchas más probabilidades de morirse porque su condición social le ha debilitado su sistema inmunitario, lo que a la persona rica no le ha ocurrido. Yo estudiaba metodología hasta que, al darme cuenta de la dimensión social de los problemas sanitarios, radicalicé mi pensamiento. De qué valía contar con herramientas para medir mejor ciertas cuestiones si lo que importa, como en otros campos, es tener el poder político para cambiarlas, por ejemplo para tener mejor salud. Le doy otro caso. A mediados de los años ’60, Chile vacunaba contra el sarampión, y Argentina no. Cuando empezamos a analizar y registrar nuestros casos de sarampión sistemáticamente, vimos que los niños pobres morían con mucha más recurrencia que los niños ricos, por la misma razón que le decía acerca de la tuberculosis.
– Los pobres, y los países que se empobrecieron…
– Tomemos el caso de Argentina. El peso al nacer de nuestros bebés está hoy seguramente bajando. Y eso es parte del paquete de la nutrición, en un momento en que nuestro país ha duplicado en pocos meses su porcentaje de población indigente, aquella que no puede comprar ni siquiera una canasta básica de alimentos. Cuando lleguen a adultos, si no se corrige su desnutrición, esos chicos van a ser menos altos. Y desde ya, con las políticas actuales del presidente Milei, de desfinanciar al sector público y con semejante ajuste sobre los sectores más vulnerables, toda la situación se va a agravar.
– Pienso en el caso inverso, aquellos países que mejoraron mucho sus condiciones socioeconómicas y donde su población hoy es en promedio más alta, por ejemplo, en Asia, en Japón y China.
– Exacto. Japón hizo una reforma agraria tras la Segunda Guerra Mundial, presionada por EE.UU. y las siguientes generaciones crecieron 5 a 10 centímetros más en promedio. Y China hizo una revolución en 1949 y ha venido pasando lo mismo. Le doy otro dato, parecido al del peso al nacer, me refiero al de la hemoglobina en sangre. Es un dato a seguir para ver el grado de nutrición o de desnutrición en una población X. La menor hemoglobina en sangre se asocia a la mala alimentación, o a comer salteado. Y no digo comer cualquier cosa, sino comer alimentos ricos en proteínas.
– Ud. siempre ha condenado el lucro con necesidades básicas de la población, sea el cuidado de la salud y la necesidad de alimentarse desde la perspectiva de los derechos humanos.
– Por cierto. El tema central aquí es ver los alimentos como mercancía. Los pobres no pueden comprar lo necesario. Quedémonos en la Argentina, aquí y ahora, hoy estamos peor que en la crisis de 2001. Vea si no la gente haciendo fila para comer hasta en la misma Plaza de Mayo en el centro de Buenos Aires y la Catedral ahí mismo abriendo sus puertas para formar una larga mesa de comida.
– También fue conmovedor el caso de Samanta, una mujer que trabaja como voluntaria en un comedor popular en el barrio Empalme Graneros, Rosario, mostrado en el sitio El Destape, cuando cuenta cómo se pelean y roban entre sí quienes buscan comida.
– Es que con Milei, en pocos meses, según la Universidad Católica, la indigencia, gente con hambre, se duplicó de 9,6 a 17,5 por ciento, es una calamidad. Ese gesto de la Catedral que tanto se divulgó y generó polémica en los primeros días de junio es bien interesante, porque además no es solo comer, sino el acto de comer junto con otro frente a la salvajada del actual gobierno, que es de un neoliberalismo muy radical, mucho más que el neoliberalismo que teníamos hasta ahora que era, digamos, algo más institucionalizado. Acá veo placer por destruir a la clase pobre.
– ¿Cómo es hoy el “mapa” del hambre mundial, como Ud. prefiere llamarlo, de la desnutrición?
– Hay mucha diversidad. Tomemos para empezar las dos economías más grandes, las de EE.UU. y China. En la primera, en 1949, mientras del otro lado del mundo los chinos fundaban su República Popular en 1949, los estadounidenses registraban una esperanza de vida al nacer 18 años más que en la segunda. Hoy, en cambio, China tiene 1 año más que EE.UU. y sigue creciendo (y la de EE.UU. comenzó a bajar, un tema donde el consumo de opiáceos también juega un rol). El caso estadounidense es extremo, su tasa de mortalidad es mayor a lo de otros países industrializados. Y además le digo que las mujeres negras que dan a luz se mueren mucho más en los partos que las blancas. El doble. Todo eso, pese a que el gasto en salud por habitante en EE.UU. es el mayor del planeta.
– ¿Por qué esa contradicción?
– No es una contradicción, es una lógica del capitalismo mercantil. Necesita vender medicamentos caros, seguros de salud caros, tratamientos caros. Obviamente, para un sector salud como el que propiciamos nosotros, la idea es vender medicamentos económicos, incluso gratis como derecho humano, hacer medicina preventiva, etc. Eso sería mejor y mucho menos costoso. Es lo que hace Cuba, por ejemplo. Los indicadores de salud de Cuba son mejores a los del estado de La Florida en EE.UU., ahí enfrente de la isla, nomás
– Siga con el “mapa mundial”, por favor.
– Fijémonos en el caso de la Unión Soviética cuando se desmoronó, en 1991. Tuvo una caída muy grande en todo sentido. Los hombres perdieron 5 años de esperanza de vida, y las mujeres, 2. Pero hoy Rusia tiene indicadores mejores que los de EE.UU. en esperanza de vida y en tasas de mortalidad. He estudiado también el caso de países pobres o muy dependientes como era Egipto con el cultivo del algodón. Mientras era un país autosuficiente, no tenía los problemas de desnutrición y pobreza como los tuvo cuando se integró al mercantilismo global cultivando algodón para exportar a la economía mundial. Ese es un tema clave. Se vuelven países dependientes, como le pasó también a Irlanda a mediados del siglo XIX, que tuvo la peor hambruna de ese siglo en Europa tras integrarse al Reino Unido de Gran Bretaña.
– Pero hubo países que buscaron la autarquía alimentaria (pienso en la China maoísta), es decir, no depender de otros, y tuvieron también hambrunas. Y en estas décadas han resignado ser autosuficientes (por ejemplo con la soja) y mejoraron indicadores.
– Bien, veamos China. Ahí ocurrió esa última hambruna por el fracaso de la política del Gran Salto Adelante. Pero luego China ha producido grandes logros en materia de erradicación de la indigencia más recientemente. Se abrió al mundo, es cierto. Pero todo es una cuestión de negociación. Claro que el mundo actual lleva a una supuesta integración o globalización, pero debe verse cómo la negocia cada país. La clave es la mercantilización. China es un caso muy especial. Veamos si no, en materia de salud, lo que ocurrió durante la pandemia. Concretó el aislamiento de la población por lejos más grande del mundo y no pagó un costo político tan alto, y tuvo tan pocas muertes, relativamente, por Covid–19. Por supuesto su modelo tan particular de marxismo confuciano, que hay que tolerarlo, tuvo su resultado, con un gran disciplinamiento social. Ahora bien, y para seguir comparando con EE.UU., mientras en China tuvimos en pandemia esos resultados con un poder político monolítico fuerte, en el país norteamericano fue un desastre. Y vea la diferencia: los estados gobernados por el Partido Republicano registraron una tasa de mortandad mayor que en aquellos gobernados por el Partido Demócrata, porque sus abordajes acerca de la pandemia fueron diferentes, con visiones distintas sobre la cuarentena, etc. Canadá es otro caso a considerar. Tiene con EE.UU. la frontera de tierra más extensa del mundo, que configura una línea recta en un mapa. Y sin embargo, en la pandemia tuvo la mitad de la tasa de mortalidad que su vecino del sur. Y eso fue porque manejó muy bien a nivel nacional y de sus provincias el tema salud pública, con muchos menos rasgos mercantilistas que en EE.UU.
– Ya que menciona la pandemia del Covid–19, y las formas de abordarla, habrá leído que en Chile acaban de encarcelar a uno de los dirigentes de la izquierda más populares, Daniel Jadue, por una supuesta corrupción en su programa de farmacias populares, que atacó el negocio de las tres grandes cadenas farmacéuticas con su oligopolio, ofertó remedios a mucho menor precio desnudando el lucro descomunal de esas cadenas y fue tan exitoso que hasta lo tomaron varios municipios. Todo indica que es un caso de lawfare.
– Con respecto a salud, cada país actúa como puede. En Argentina creo que, durante la pandemia, el gobierno de entonces tuvo una buena performance en cuanto al cuidado de la población, pese a todo el discurso de la derecha radicalizada, que mantiene hasta hoy, cuando gobierna ella. Vea. En Argentina todas las universidades públicas sumadas (alrededor de 60) suponen una inversión pública del 1% del PBI. Y en el sector salud, solamente el gasto en medicamentos es más del doble de lo que gastan las universidades públicas. Ahora Milei busca ajustar brutalmente el sistema universitario que no solo otorga educación superior y de buen nivel a una juventud de 2 millones de estudiantes, sino que la orienta y la protege hacia el futuro de sus vidas (NdeR: en Argentina hay 557 estudiantes por cada 10.000 habitantes, la mayor tasa de América Latina).
– Vuelvo a una mirada global ¿se puede decir que hay una “epidemia” de desnutrición?
– La capacidad de producción mundial de alimentos es la mayor de la historia. Y hasta podrían ser gratuitos en algunos casos, desde el punto de vista de una política que propicie los derechos humanos básicos. Pensemos en algo disruptivo. Por ejemplo, en expendedores gratuitos, como los hay de agua, pero de café con leche. ¿Por qué no? En porcentaje del PBI o de la riqueza mundial, sería ínfima la inversión. De nuevo, se trata de desmercantilizar. Hacer que algunas cosas básicas sean como el oxígeno que respiramos: gratis.
– Por favor, no le de ideas a Milei…
En búsqueda de otro paradigma
– Escudero, ¿observa diferencias entre Occidente y los nuevos poderes que surgen, por ejemplo los países del BRICS+, en abordar el tema de la salud con otro paradigma?
– No demasiado, o en todo caso no es homogéneo. Ya cité algunos casos de China, de Rusia, o incluso de Japón, donde pareciera primar otra lógica que en Occidente. Pero todavía no veo un abordaje tan diferente, del tipo de, digamos, lo que en nuestro país fue al esquema Perón–Carrillo con acceso gratuito a la salud.
– ¿Se puede usar la desnutrición como factor de control político?
– Obvio que sí, porque si un gobierno otorga selectivamente un bien (una medicación, por ejemplo) a un determinado grupo social que puede pagarla, y al mismo tiempo, lo retacea o no lo da a otro grupo que no puede pagarla, eso es controlar políticamente un determinado estado de cosas.
– ¿Tiene alguna relación esto con las nuevas derechas que comenzaron a surgir y, en algunos casos, llegaron a gobiernos en varios países occidentales?
– No estudié tanto ese tema. Tal vez un vínculo posible puede ser en un tema puntual: el aborto. Esas extremas derechas suelen tener un discurso muy anti leyes que protejan el derecho de las mujeres a interrumpir un embarazo (y en general son anti expansión de derechos, lo sabemos). En Polonia, un gobierno ultracatólico y con un discurso antiabortista horrible fue desalojado del poder en las últimas elecciones. Y en Argentina, el año pasado bajó la tasa de mortalidad infantil a 8 por cada 1.000 nacimientos. En eso tuvo que ver la nueva legislación sobre el aborto. Porque desmercantilizando el acceso a anticonceptivos y despenalizando el aborto, las madres más jóvenes, que eran el segmento poblacional que más sufría muertes en partos o abortos clandestinos, empezaron a morirse menos, lo mismo que sus bebés. Esa es una política que debería mantenerse y que las políticas del gobierno de Milei pone en riesgo.
– Muchas instituciones surgidas del poder occidental de posguerra, pero con “mandato” global, parecen estar paralizadas. En el caso que hablamos, pienso en la OMS, la FAO… ¿qué opina?
– La OMS tuvo épocas más gloriosas, por cierto, sobre todo en la década de 1970, cuando tuvo directivos como el danés Halfdan Mahler. Luego se fue debilitando. Países como EE.UU. comenzaron a retacear sus aportes, etc. No veo un panorama muy alentador de querer cambiar las cosas de fondo.
– ¿Qué hacer, entonces?
– Si uno tiene poder político, yo propondría un plan de salud con pocos medicamentos, la mayoría fabricados por el Estado y que fueran útiles. Los medicamentos provistos por la industria privada exageran su eficiencia. Necesitamos un sector salud más mano de obra–intensivo para que el personal médico y de salud en general recorra y trabaje en todo el territorio de la comunidad y sobre todo el espectro de problemas, desde enfermedades crónicas hasta salud mental. De nuevo me surge el gran ejemplo de Cuba, que con tantos problemas y presupuestos menores que el de los países ricos tiene tantos avances. Menos capital transnacional–intensivo y más mano de obra–intensiva. Esa sería una política de salud que atacaría mejor el flagelo de la desnutrición.
Ilustración: pintura “Hambre”, de Periklis Vyzantios.