Europa, rodeada de misiles. Desde ahí, habla el documentalista y antropólogo Leo Gabriel.
Por Norma Fernández *
Fundador de la Agencia Periodística de Información Alternativa (APIA) y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial, Leo Gabriel es un periodista y corresponsal de larga trayectoria, documentalista y antropólogo.
En momento en que los peligros de una conflagración mundial pasan de amarillo a rojo, Gabriel cuenta cómo se vive el momento desde Austria, en el centro de una Europa rodeada de guerras y donde crece la extrema derecha.
— Nos interesa saber qué está pasando con este avance de la derecha en Europa y a qué factores lo atribuís.
— Estamos muy preocupados. Es un fenómeno que tiene varias raíces, aunque en este momento en muchos países como Alemania, Francia, Austria, ellos no tienen la mayoría absoluta, tienen la mayoría relativa: en el caso de Austria es el 27%. En Francia se había logrado bloquear el triunfo de Le Pen —también con una mayoría relativa— porque se juntaron todas las organizaciones de izquierda. En este momento hay lo que se llama un “muro de fuego” que se está poniendo entre todos los demás partidos y la extrema derecha. Aquí, en Austria, si se mantiene la unidad de los partidos más o menos democráticos en contra de la extrema derecha, eso puede aguantar, pero no va a durar para siempre.
— ¿Por qué?
— El fenómeno sigue existiendo. Y es así porque hay una angustia promovida primero por el Covid y después por las guerras. Tenemos muy cerca las de Ucrania y Medio Oriente. Y también hay un descontento por el retroceso económico: aquí y en muchos países no hay crecimiento, más bien hay una recesión comparada con la expansión del mercado chino, y al miedo de perder lo que se había acumulado desde la Segunda Guerra mundial. Entonces eso se siente, se transforma en parte en inflaciones. Todo esto hace que la clase media aburguesada se preocupe y busque una solución alternativa fácil, que encuentra en su pasado, en el pasado nacionalista que va contra la idea de la Unión Europea y todas las instituciones públicas y privadas que se han globalizado en las últimas décadas. Es el encogimiento individualista al plato de la comida propia que hace que en mucha gente —quizás no la mayoría— se pierda cualquier visión del mundo real.
— ¿Qué rol juegan la inmigración, los extranjeros, el otro, en ese pensamiento que gana adeptos en mucha gente?
— Con respecto a los extranjeros se pierde toda noción de los siglos de colonización, de la culpa que tiene Europa en el descalabro de África y América Latina. Eso no se toma en cuenta, para ellos lo malo es que llegue gente de afuera, que los van a desplazar de su trabajo, les van a quitar lo que tienen y que están recibiendo seguros sociales cuando no lo merecen. Este fenómeno psicológico de angustia se ha dado en Austria, el país de Sigmund Freud. Él llamaba a esto una” depresión colectiva”: la gente anda de mal humor, ya no sale de sus casas, es decir hay un mal ambiente, un sentimiento de impotencia que les hace buscar un líder fuerte que les prometa recuperar el pasado nacionalista. Bueno, esto es para empezar el análisis.
— En general se está hablando mucho de que el mundo gira a la derecha, pero yo tengo la impresión de que no es “el mundo”, sino Occidente, porque me parece que hay cosas distintas que están pasando en algunos lugares de África, Asia, Oriente Medio… Como vos conocés un poco de esos mundos, quiero saber si coincidís.
— Es una buena pregunta, pero ahí hay que entrar más en detalle. Hay muchos países de Asia, África y América Latina que viven en una especie de subimperialismos en diferentes lados, de los cuales tratan de deshacerse. En África occidental, por ejemplo, se ha logrado echar a los franceses (con mucha razón, porque en la historia colonial se habían cometido toda una serie de atrocidades), pero otras alternativas, digamos, como los rusos, no creo sean una alternativa. Y respecto de América Latina, tú lo sabes, ya que vives en un país donde ha ganado la extrema derecha neoliberal, hay otros países donde no es así, como México, Brasil o Colombia que tienen gobiernos de centroizquierda, o sea es muy diferenciado el asunto.
En Asia, he estado en Nepal, allí están gobernando los maoístas: están bien, pero me parecen tan neoliberales como los chinos y los demás, sólo con un Estado fuerte que muchas veces se convierte en represivo. Hay diferencias estructurales con el capitalismo clásico que valdría la pena analizar. Y encima de estas realidades nacionales y regionales, existe la gran confrontación que estamos viviendo aquí muy de cerca, no solamente entre Rusia y la OTAN sino con los BRICS, que tienen más y más fuerza en su alianza contra Estados Unidos, y por otro lado EE.UU. y la Unión Europea, que por lo menos en cuanto a la política exterior no tienen casi ninguna diferencia. Entonces, tenemos dos grandes bloques en el mundo donde hay una fisura y están no solamente compitiendo, sino combatiendo también. China, por ejemplo, es un rival económico, Rusia es un enemigo mortal para los europeos, la OTAN y los Estados Unidos. Hay varios niveles de escenarios en este momento en el mundo actual que han llevado a muchos países al abismo de grandes hambrunas y guerras que podrían convertirse incluso en una gran guerra nuclear…
— En es este momento lo que más me preocupa —y sé que a vos también— es esta estrategia de EE.UU. y sus aliados de guerra permanente como forma de mantener su hegemonía. ¿Qué está pasando con la violencia sobre Oriente Medio y con las organizaciones por la paz y el desarme?
— Pues es un escenario también muy particular (aquí lo llamamos el Cercano Oriente y ustedes el Medio Oriente) y las cosas se han hecho —resumo— finalmente de manera de que el conflicto con los palestinos se vuelve como el centro de una confrontación entre subbloques en la región. Por un lado, el subbloque de Israel respaldado militarmente por muchos países del Norte global, y por otro lado está Irán con El Líbano, con Yemen, con algunos países del Golfo que apoyan más o menos decididamente a los palestinos por diferentes medios. En este momento está más fuerte militarmente Israel: en todos los medios leemos cada día las “hazañas” que están cometiendo como un verdadero genocidio, y hay como un doble discurso de EE.UU. y de la Unión Europea que dice que están a favor de un cese del fuego, pero siguen vendiendo grandes cantidades de armas a Israel.
Mi opinión es que Netanyahu es un loco, un desquiciado, que sigue con su línea genocida para no hundirse en el marasmo en que él mismo se ha puesto y ahora extendiéndose hacia El Líbano con un sadismo increíble. Vos preguntaste también sobre lo que está pasando en los movimientos. Te acuerdas de que nosotros hablamos muchas veces sobre la necesidad de convergencias, de pasar a la acción y no solamente a la palabra. Bueno, se está dando esto en la práctica histórica: el movimiento en respaldo y solidaridad con los palestinos es muy grande, ha habido en Inglaterra más de un millón de personas en las calles en un momento dado, ahora el movimiento de paz ha tenido con mucho éxito en Berlín: el 3 de octubre hubo una concentración multitudinaria de 40.000 personas, que son 40,000 universos individuales, ya que allí no hay organizaciones de masas como en América Latina o Asia: son gente pensante que muy conscientemente se opone a estas actitudes guerreristas de sus propios gobiernos y partidos políticos. La pregunta que yo me estoy haciendo en todo esto desde hace rato es: ¿está bien que haya cada vez más gente que va a la calle gritando Palestina Libre, abajo Netanyahu, etc., pero falta una estrategia de cómo se puede realmente hacer para que esto incida en el escenario político? Yo personalmente estoy en varios contextos de este movimiento y hemos desarrollado una estrategia.
— ¿En qué consiste?
— Existe desde hace muchos años un descontento en la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la actitud, mejor dicho la no actitud, que está tomando el Consejo de Seguridad en situaciones en que peligra la paz mundial como las que se están dando ahora. No hay que olvidar que los miembros permanentes del Consejo fueron instalados porque eran los países vencedores contra Alemania y el Eje en la Segunda Guerra Mundial. Pero no hay ningún representante de América Latina por ejemplo, o ninguno de África; entonces de por sí hay un descontento de una gran mayoría de los 193 países que reclama una transformación del Consejo de Seguridad. Segundo: el veto, que en el caso palestino por ejemplo ejerce EE.UU. —con una sola excepción en que se abstuvieron— en apoyo a Israel y ha producido una movida bastante fuerte por parte de la Asamblea General, donde una tremenda mayoría de más de 140 países ha optado por un cese de fuego y por la constitución de un Estado Palestino.
En este punto es donde las movilizaciones masivas en el mundo podrían ayudar, pero no lo están haciendo todavía. En esto consiste mi reclamo de que se concrete esto, porque si la ONU quiere, puede intervenir hasta militarmente aplicando el capítulo siete de la Carta de las Naciones Unidas, que permite en caso de peligro para la paz mundial intervenir a los Cascos Azules. Yo sé que países árabes y también algunos países asiáticos están dispuestos a mandar decenas de miles de soldados a Israel, para que ahí con fuerza se diga vamos a hacer nuevas formas de juego. Se trata de poner en práctica transformaciones que las Naciones Unidas ya habían preconizado desde hace rato en un sinnúmero de resoluciones, pero que hasta ahora no se han aplicado. Esto ha sido la causa por la que Netanyahu ha declarado oficialmente persona non grata al secretario general de Naciones Unidas; o sea que Antonio Guterres no puede ir a Israel sin que lo detengan. En este momento de la confrontación la comunidad internacional debería hacerse —por decir así— unos músculos para que realmente se intervenga con fuerza, porque simplemente con palabras y reclamos este loco que hay en Israel hace oídos sordos. Esto es más o menos la estrategia que yo veo posible.
— ¿Que los grandes movimientos y manifestaciones por la paz pidan de manera concreta cambiar las reglas en Naciones Unidas?
—Sí, que reclamen la intervención militar de Naciones Unidas en Israel, no sólo en Gaza, tal como se ha hecho en los Balcanes en los años 1990 o en Timor del Este. Pero esta vez no se debe dejar la paz en manos de los bombarderos de los EEUU
— ¿Pero cómo pueden intervenir las Naciones Unidas si continúa el veto?
— Es que hay una situación muy delicada en Estados Unidos, con un movimiento muy grande que no solamente son los árabes, sino la mayoría de los latinoamericanos y afrodescendientes: todos están a favor de los palestinos, que se han convertido en el símbolo de los migrantes, que mal que bien han venido a Europa. Por ejemplo en Austria tuvimos elecciones el 29 de septiembre, donde obtuvo una mayoría relativa la extrema derecha, pero todos los migrantes estaban a favor de una lista electoral que nosotros fundamos que se llamaba “Gaza, Voces contra el Genocidio” y fue interesante ver cómo en corto tiempo se crearon multitudes alrededor de esta lista. Desgraciadamente, muchos no pudieron votar por no tener la ciudadanía austriaca. O sea, está avanzando el hecho de que Palestina se ha vuelto el elemento unificador de la gran mayoría de los movimientos contestatarios, dependiendo un poco del país. En Suecia, me informaron sobre lo que sucede con el famoso movimiento de Greta Thunberg, quien era la niña mimada de todos los que están luchando contra el cambio climático: ella se ha declarado en favor de los palestinos y de la paz en Medio Oriente e inmediatamente todos los que eran media tinta en favor de la burguesía eurocentrista, la abandonaron. Así se produjo en varios países una convergencia entre el movimiento medioambientalista, el movimiento feminista y el movimiento de paz. Lo mismo pasa en EEUU. Muchas mujeres fueron a la Convención Democrática a reclamar que si Kamala Harris se postea de ser muy feminista, ¿qué pasa con las mujeres de Gaza? También son mujeres y debería solidarizarse, cosa que ella ha declarado en algunos de sus discursos, pero sin decir que hay que parar de enviar armas a Israel. Hay varios movimientos fuertes de mujeres que apoyan la causa de los palestinos. Así que poco a poco se están juntando las piedras de un mosaico.
— ¿Y vos creés que toda esta tendencia de cambios en la ONU tiene alguna posibilidad de concretarse? Vi que los españoles estuvieron planteando eso hace unos días, ¿no?
— Sí, hay posibilidad, despacio van entrando diferentes países en esta estrategia. Pero falta más fuerza, como siempre el terreno diplomático es bastante lento y cada día se mide en centenares de muertos. Entonces hay algunos que dicen que va demasiado lerdo este proceso, pero yo no veo otra salida por ahora, mientras que Netanahu y su pandilla de sionistas radicales estén en el gobierno. Además, la carta de las Naciones Unidas dice que en el caso que el Consejo de Seguridad no pueda enfrentar una situación de grave peligro para la paz mundial, la Asamblea General puedo decidir sobre la aplicación de medidas coercitivas.
— Desde que empezó el conflicto en Gaza y crece en el mundo el repudio al genocidio de los palestinos, recuerdo mucho lo que significó simbólicamente Vietnam en su momento. ¿Te acordás de lo que representó como freno al relato de las potencias occidentales? ¿Y la identificación que provocó en tantos lugares?
— Sí, hay varias de estas semejanzas. Por ejemplo, en Alemania, donde estuve ahora, es muy fuerte el repudio al estacionamiento de misiles de largo alcance en territorio alemán. Es como aquel movimiento contra los misiles Pershing durante la Guerra Fría. Es un poco diferente en cada caso, pero hay antecedentes también en otros movimientos.
— ¿Y en este momento cómo sienten la escalada bélica, porque aparecen voces diciendo que se va hacia la guerra nuclear, que esto se agudiza, pensemos en lo que pasó recientemente entre Israel e Irán…
— Pues hay una preocupación seria de un desenlace nuclear desde hace unas semanas, cuando el terrible de Zelenski en Ucrania pidió que misiles de largo alcance puedan ser utilizados en territorio ruso y lo hizo en Kursk. Ahí sí ya Putin muy solemnemente en la Duma de Rusia declaró que si las armas de una fuerza nuclear atacan en territorio ruso ellos quedan en libertad de responder incluso con medios nucleares. O sea, si la OTAN está jugando con la vida de millones, como los sonámbulos de Austria y Prusia lo hicieron desencadenando la Primera Guerra Mundial, puede pasar cualquier incidente produciendo un desenlace terrible para todo el mundo. Respecto de la escalada con los iraníes, Israel es una potencia nuclear. Irán —por lo menos oficialmente— todavía no. Entonces si Israel se viera realmente afectada más allá de lo que es en este momento (hay centenares de misiles que caen cada noche) y los iraníes logran hacer destrucciones serias como hicieron los israelíes en el Líbano, entonces también sería muy peligrosa la situación.
— ¿Y China? ¿Cómo está jugando en este escenario y cómo la ves a futuro?
— He aprendido mucho de China ahora que estoy organizando una conferencia científica entre economistas de los BRICS y América Latina, que va a tener lugar entre el 28 y el 30 de noviembre en México. He conocido un poco más a la gente de China y he llegado a la conclusión de que ellos no tienen interés en calentar militarmente el ambiente, porque China es muy dependiente del comercio exterior, en un 60%, a diferencia de India que solamente lo es en un 18%, entonces no les conviene un enfrentamiento bélico de grandes dimensiones. Actualmente hacen varios esfuerzos de mediación de conflictos sobre todo de Ucrania; en Medio Oriente no se han metido mucho, ahí definen los iraníes. Y yo veo que con todo lo que se pueda criticar a China como estructura vertical, falta de democracia y derechos humanos, etc., están jugando un papel de mediadores en este conflicto que otros países no están haciendo. Son importantes estos esfuerzos, porque son los únicos que también están en alianza con los rusos. Por lo que digo de Zelenski, a mí siempre me acusan de ser pro ruso, no es cierto eso, también he criticado a Putin. Yo quiero la paz.
*Norma Fernández es comunicadora y documentalista. Su último trabajo como tal ha sido «El testigo (Conversaciones con Osvaldo Bayer)», estrenado en 2024. Integrante del Foro Social Mundial. Reside en Córdoba, donde estudió cine y fue docente de Antropología en la Facultad de Comunicación de la UNC.