La Montaña Mágica era más variada

El Foro de Davos clamó, nervioso, por medidas de control.


Bajo el lema “Reconstruyendo la confianza”, del 15 al 19 de enero sesionó en Davos, Suiza, la 54ª reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM). La preocupación de los organizadores por la pérdida de la confianza de los pueblos en sus dirigentes políticos y empresarios surge de constatar que en 2024 más de la mitad de los habitantes del planeta están llamados a votar en elecciones nacionales, un récord histórico. Se estima que acudirán a las urnas cerca de 2.000 millones de personas en más de 70 países. Temerosa de que en muchas de esas elecciones se impongan candidatos antisistema, la elite globalista mundial puja por recuperar el apoyo de la mayoría del planeta “reconstruyendo la confianza” (el lema de esta sesión anual). Fueron cinco días destinados a dilucidar como controlar la bronca de los pueblos con la tecnocracia neoliberal dominante y sus políticos sin poder.

Según Klaus Schwab, fundador y director ejecutivo del Foro de Davos, “estamos en un mundo fracturado, donde aumentan las divisiones sociales, lo que conduce a una incertidumbre generalizada y al pesimismo. Tenemos que reconstruir la confianza en el futuro mirando las causas de los problemas actuales”.

Entre los primeros dirigentes mundiales en dirigirse a una sesión plenaria, habló el martes, primer día de las sesiones plenarias, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien convocó a los dirigentes políticos y empresariales a buscar un nuevo consenso ético, si pretenden recuperar la confianza de sus dirigidos, concluyó advirtiendo que “reconstruir la confianza no es un eslogan ni una campaña de relaciones públicas. Requiere profundas reformas de la gobernanza mundial para gestionar las tensiones geopolíticas en una nueva era de multipolaridad.”

No obstante la urgencia del llamado del secretario general a concertar esfuerzos para la reforma de la gobernanza mundial, ese día los focos se centraron en Volodímir Zelenski, tanto por su intervención en el Foro como por sus encuentros bilaterales con  el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y con el jefe de la diplomacia de EE.UU., Anthony Blinken, quien le prometió que, a pesar del año electoral, el gobierno de Joe Biden no dejará de ayudar a Ucrania. Zelenski se reunió asimismo con empresarios, para animarlos a invertir en su país. 

Antes de la reunión se había celebrado a puertas cerradas la llamada Conferencia Internacional de Seguridad para Ucrania en la que Kiev volvió a poner en discusión su denominado “Plan de paz”, en realidad, un plan para la rendición de Rusia. Según los organizadores, en el encuentro participaron asesores de seguridad de 90 países, pero ningún representante chino. 

En clara contradicción con el jefe ucraniano, en tanto, el primer ministro chino Li Qiang —quien habló inmediatamente después— asombró a la audiencia al informar que la economía de su país creció 5,2%, más que el objetivo oficial de “en torno a un 5%”.

En su discurso, el alto dirigente volvió a presentar la propuesta china de “comunidad para un futuro compartido de la humanidad” y se preguntó retóricamente “¿de dónde procede la confianza?”, respondiendo que “ante todo, de nuestra aspiración compartida a un futuro mejor para la humanidad y de nuestra voluntad común de trabajar juntos por esa visión.” Para ello, hizo cinco propuestas que pueden resumirse así: reforzar la coordinación de las políticas macroeconómicas; reforzar la especialización y la colaboración industrial internacional; reforzar los intercambios y la cooperación internacionales en ciencia y tecnología, intensificar la cooperación en materia de desarrollo ecológico y mejorar la cooperación Norte-Sur y Sur-Sur. Y terminó con tres tomas de posición: 1) la economía china avanza con paso firme y seguirá dando un fuerte impulso a la economía mundial; 2) China tiene un mercado gigantesco con una demanda que se desarrolla rápidamente y 3) China sigue firmemente empeñada en su apertura. Seguiremos creando condiciones favorables para que el mundo comparta las oportunidades de China, terminó. Se trata de un programa alternativo de globalización equitativa e inclusiva que debe haber suscitado sonrisas irónicas entre los participantes en este Foro, tan poco afectos a la equidad.

Luego fue el turno de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien fue al grano: “para la comunidad empresarial mundial, la principal preocupación para los próximos dos años no son los conflictos ni el clima, sino la desinformación y la información errónea, seguidas de cerca por la polarización dentro de nuestras sociedades.” “El mérito, resumió, determina el éxito económico y nuestras normas están hechas para garantizarlo”. Es decir que para la presidenta de la Comisión Europea la confianza se recupera controlando el flujo de la información. Su propuesta puede sintetizarse en esta consigna: censura a la opinión y regimentación de los intercambios de información como instrumentos para ganar las elecciones de 2024.

Tras la cabeza de la Comisión Europea habló el presidente argentino Javier Milei, quien leyó un manifiesto ultraliberal claramente alineado con la plataforma de la Red Atlas. El discurso fue un calco de la plataforma actual del Partido Conservador británico. No por casualidad la foto más destacada del mandatario argentino durante su estadía en Davos fue la de la reunión que mantuvo con el secretario del Foreign Office, el exprimer ministro David Cameron (2011-16). Tampoco fue casualidad que Milei leyera un discurso tan duro al día siguiente del gran triunfo de Donald Trump en las asambleas de votantes republicanos en Iowa. El mensaje del presidente argentino fue, evidentemente, una provocación pensada para horrorizar a los globalistas y halagar a los aislacionistas anglosajones.

El discurso del argentino fue el trampolín que aprovechó el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, para lanzar a continuación una diatriba antineoliberal. “Los españoles saben que las políticas neoliberales no funcionan, espetó. Sánchez se concentró en tres de los desafíos que considera más importantes para el futuro inmediato: “el primero se refiere a la propia supervivencia del orden internacional basado en reglas”, señaló, para hacer hincapié en los conflictos bélicos en suelo europeo y en Asia Occidental. El segundo reto global es la gobernanza de la Inteligencia Artificial (IA)”. Y “un tercer gran reto” es “garantizar la prosperidad de nuestros ciudadanos” para frenar a la ultradrecha. 

La maratón de discursos del miércoles la cerró el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el único líder del G7 presente este año. Para el presidente francés, 2024 “será también un año en el centro de todos nuestros desafíos y Europa se enfrenta a dificultades muy grandes”. El mandatario galo francés afirmó que se necesita “mucha más inversión” frente a los esfuerzos masivos de Estados Unidos y China en los campos de la Inteligencia Artificial y la ecologización de la industria. “Junto a esto, continuó, también necesitamos profundizar en la unión de los mercados de capitales. Es absolutamente necesario que tengamos una Europa financiera mucho más integrada”, añadió. 

En paralelo a las sesiones plenarias tuvieron lugar innumerables foros temáticos entre ellos, el de la agencia Bloomberg, donde la presidenta del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, manifestó que la economía mundial ha mostrado una notable resistencia, superando nuestras expectativas iniciales en 2023. No obstante, Georgieva reconoció la posibilidad de encontrar ciertos retos durante la transición de 2023 a 2024.

Como otros años, si para algo ha servido el Foro, ha sido para reunir en muy poco espacio a lo más granado de la elite globalista mundial. No es que hayan faltado magnates opuestos a la Agenda 2030 que orienta al Foro, ya que business is business, pero Javier Milei desde el rincón reaccionario, por un lado, y Li Qiang postulando una mundialización diferente, por el otro, fueron los perros verdes del encuentro.

Cuando Thomas Mann en 1924, tras largos años de redacción, finalmente publicó La Montaña Mágica, los avatares de la estadía del joven Hans Castorp en el Sanatorio Berghof, en las alturas por encima de Davos, y las reflexiones filosóficas que abundan en la novela parecieron a muchos críticos muy aburridas. Sin embargo, si uno las compara fríamente con los repetidos diagnósticos y las remanidas recomendaciones que surgen cada año del mismo lugar, resultan sumamente entretenidas. Desde hace medio siglo los expertos, políticos y empresarios reunidos en el centro de esquí no han hecho otra cosa que echar la culpa a los pueblos del Sur por querer mejorar sus condiciones de vida y arriesgar así el monopolio que las naciones ricas de Occidente detenta(ba)n sobre la riqueza y el saber del mundo. En 2024 la mayoría del planeta se ha hartado de las recetas tecnocráticas de los megamillonarios y ha pegado el faltazo. Por ello éstos están centralmente preocupados por la posibilidad de censurar y controlar los intercambios de información y las opiniones de sus dirigidos. Es que La Montaña Mágica era más entretenida y, sobre todo, más humana.

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