Avanza el multilateralismo y la desdolarización y la hegemonía monetaria resiste.
Uno de los vectores que va consolidando a los BRICS ampliados a 10 grandes países este año es el énfasis en usar monedas propias para sus relaciones económicas (comerciales y financieras). La decisión del actual gobierno argentino de rechazar la invitación a sumarse a ese bloque, así como las ganas de su presidente y otros funcionarios suyos de adoptar el dólar en el marco de la sumisión que profesan por el american way of life, chocan de frente contra esa tendencia global.
Desde el siglo XIX y hasta las entreguerras del siglo XX, la libra británica ejercía su hegemonía monetaria, bajo los estándares del patrón oro, que Londres abandonó en 1925 con una devaluación del 25% para hacer más competitiva su economía. Todavía el colonialismo europeo dominaba la mayor parte de las relaciones económicas mundiales. Y las luchas inter-imperialistas, que habían sido corresponsables de la primera conflagración mundial, seguían activas e irresponsables para propiciar la segunda. Ese año de 1925, Winston Churchill (que era el canciller de la Hacienda entonces) pontificó: “Para que la libra no sea el estándar que todos conozcan y en el que puedan confiar […], los negocios no sólo del Imperio Británico, sino también de Europa, podrían tener que realizarse en dólares en lugar de libras esterlinas. Creo que sería una gran desgracia”.
Ya en 1922, en la Conferencia de Génova, que intentaba poner algún orden a la cuestión monetaria tras la Gran Guerra, se evidenciaba un crecimiento del dólar en detrimento de la libra. Entre ambas divisas, para esos años, controlaban 97% de las reservas internacionales mundiales en monedas, ha señalado el economista y estudioso del tema, Michel Aglietta. Pero la crisis de 1929 y el derrumbe de la Bolsa de Nueva York postergó el paso del dólar al trono.
Cuando pasó la década de la crisis del ’30, finalmente llegó la hora, como había advertido Churchill, y en efecto fue una “gran desgracia” para los billetes con el rostro de Su Majestad, a pesar de que la moneda del Reino Unido siguió conservando su fortaleza como todavía hace al día de hoy, pero debió ir cediendo su poder a la moneda que ya venía emergiendo, el dólar estadounidense, afianzado cuando disipó el humo en Europa y el Pacífico dejando millones de muertos luego de 1945. Los cambios de hegemonía monetaria, anteriores también, nunca dejaron de chorrear sangre.
Con los billetes verdes de la cara de Benjamín, Washington y otros, pasó algo parecido. Por los acuerdos de Bretton Woods en el final de la Segunda Guerra Mundial, cuyos debates previos llevaron dos años de duros cruces, EE.UU. y las golpeadas potencias europeas aceptaron una regulación y coordinación parcial de los tipos de cambio para evitar competencias dañinas entre las potencias. En la reunión de New Hampshire, las posturas del estadounidense Harry Dexter White primaron por sobre las del británico John Maynard Keynes que impulsaban una moneda mundial, el Bancor. Pero la regulación y coordinación de monedas atadas al oro en un tipo de cambio semifijo fue solo hasta que sirvió a Washington y a Wall Street. Porque en 1971 el presidente Richard Nixon rompió unilateralmente el esquema regulatorio del Fondo Monetario Internacional establecido en aquel acuerdo de 1944 y pateó el tablero devaluando fuertemente su moneda. Lo hizo en especial para emitir y financiar libremente la guerra en Vietnam (que EE.UU. igual perdería), también para combatir la inflación, pero sobre todo para imponer al dólar como moneda global. Nixon lo anunció por TV en el prime time, con 46 millones de ciudadanos mirándolo. Y puso fin a uno de los fundamentos de la economía capitalista global desde el triunfo de los aliados ante el monstruo nazifascista que el mismo capitalismo había engendrado. Ese fundamento era la libre convertibilidad del dólar por el oro.
Desde entonces, el dólar ha sido la moneda dominante y determinante de la economía global… hasta ahora, cuando va entrando en decadencia lenta y gradual, pero parece que persistente.
El propio FMI dice que si cuando arrancó el siglo XXI más de 70% de las reservas monetarias mundiales estaban en posición dólar, ahora están ya por debajo de 60% y en tendencia a la baja. Y el fenómeno es más evidente con los miembros del BRICS. Rusia, informa el FMI en ese mismo estudio reciente, tiene 30% de sus reservas en yuanes, la moneda china que más crece aunque todavía está bastante por debajo del euro y otras. En la misma estadística, Brasil le sigue en proporción de yuanes. Y en materia comercial, no solo países díscolos al orden globalista que propone EE.UU., sino en Francia o en reinos árabes tradicionalmente aliados a la potencia norteamericana, ya se fijan en monedas soberanas algunos importantes intercambios de bienes y servicios, por ejemplo en operaciones de gas y petróleo. China está a la vanguardia en esos movimientos, internacionalizando el uso del renminbi (yuanes) en comercio y swaps de monedas con bancos centrales de todos los continentes.
Bukele revela el “secreto”
En la reciente cumbre ultraconservadora de Maryland, cuya estrella fue Donald Trump y en segundo lugar el ideólogo Steve Bannon, participaron como oradores menores, entre otros, los presidentes de Argentina, de El Salvador, el líder de la derecha fascista de España y hasta una efímera (mes y medio en Downing Street 10) primera ministra británica. El discurso del salvadoreño Nayb Bukele fue el más jugoso.
“Mis amigos conservadores –dijo el duro carcelero centroamericano– siempre me dicen que el problema aquí es el de los altos impuestos, pero se equivocan, el real problema es que esos altos impuestos no financian al gobierno de EE UU”, para luego explicar que lo que fondea el presupuesto son los bonos que emite el Tesoro, que, añadió, principalmente compra la Reserva Federal (Banco Central). Como se sabe, EE.UU. es el mayor deudor y emisor del mundo, y su déficit presupuestario cuenta entre los más altos del planeta hace décadas (en términos absolutos, es el mayor), sin que a nadie se le ocurra ni por asomo una política de ajuste al estilo del FMI o de Milei, con recortes a la seguridad social, la salud o la educación. Bukele continuó con una pregunta: ¿cómo compra esos bonos? Sencillo: “imprime dinero”, dijo. ¿Y qué respaldo tiene ese dinero?, preguntó a un auditorio que no prestaba mucha atención ni calentaba asientos, salvo mientas estuvo Trump, pero miraba de reojo: “Los mismos bonos. En esencia, el gobierno se financia con dinero que imprime de la nada”. El mandatario de El Salvador (que por cierto es uno de los poquísimos países del mundo que ha adoptado el dólar estadounidense como su moneda, renunciando a su soberanía monetaria) argumentó: “Si puede imprimir dinero de la nada ¿por qué cobrar impuestos? Ustedes están pagando impuestos altos sólo para mantener la ilusión de que así financian al gobierno”. Ahí sí varios empresarios se miraron entre sí poniéndose serios y apretaron los bolsillos donde llevaban sus billeteras. Y concluyó Bukele: “Es una burbuja que tarde o temprano estallará” y el día que el engaño salga a la luz, concluyó, “caerá el dólar y con él la civilización occidental”. La civilización occidental, dijo.
Negocios en el BRICS
En el dominio cuasi planetario del dólar, en verdad la demanda no solo es de la Reserva Federal que señaló el líder salvadoreño, sino también de mercados de petróleo, cereales, metales, cocaína, fentanilo y otros que cotizan en dólares, o de Estados extranjeros que atesoran los bonos del Tesoro, empezando por China, o también la industria turística, la de armas, entre otras actividades, legales o no, cuyas demandas de dólares han sido las que permitieron a EE.UU. sostener su emisión sin ningún tipo de respaldo, salvo esa voracidad. Si esa demanda se frenara, EE.UU. estaría en graves problemas de sostenibilidad financiera, a las puertas de una crisis de envergadura. Cuando el gobierno de algún país quiso cuestionar el orden monetario dominante, por ejemplo los de Saddam Hussein o Muamar Gadafi, así les fue a Irak y a Libia. Pero claro, ahora los países BRICS están unidos y tienen más espalda para afrontar el desafío de una transición a un nuevo escenario en el plano de las monedas.
Los BRICS reúnen un porcentaje muy alto, en algunos casos, mayoritario, del comercio, la producción y la población mundiales. Tanto, que hace unos años incluso Gran Bretaña, el mayor socio de EE.UU., hizo oídos sordos a Barack Obama cuando este le pidió que no se sumara al Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, un organismo que forma parte de la nueva institucionalidad que va gestándose y que, en su caso, atiende obras de infraestructura para toda Asia y socios extraregionales si cumplen algunos requisitos, con sede en Beijing. Gran Bretaña entró al BAII porque quiere ser parte de los flujos de yuanes, y conservar a Londres como lo que sigue siendo su City hasta ahora: el mayor mercado de cambios. Según informó el año pasado Bloomberg con datos del Banco Internacional de Pagos (BIS, o Banco de Basilea), aunque en la negociación mundial de divisas Londres se está debilitando contra EE.UU. y más atrás Singapur, todavía conserva 38% de las operaciones (Nueva York tiene 19%).
En otro rincón del planeta
Mientras tanto, en otros lugares del mundo, pasan cosas como el BAII, o como la creación del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, con sede en Shanghái, y otros asuntos así: Total de Francia, una de las mayores petroleras del mundo, negoció el año pasado un multimillonario contrato de gas con la CNOOC, la gigante estatal petrolera off shore de China, en yuanes. También el año pasado, se conocieron negocios con China por parte de Arabia Saudita (uno de los nuevos socios del BRICS) y Qatar. “China continuará importando grandes cantidades de crudo de los países del Consejo de Cooperación del Golfo, ampliará las importaciones de gas natural licuado, fortalecerá la cooperación en el desarrollo de petróleo y gas, servicios de ingeniería, almacenamiento, transporte y refinado, y hará pleno uso de la Bolsa Nacional de Petróleo y Gas de Shanghái como plataforma para llevar a cabo la liquidación en yuanes del comercio de petróleo y gas”, señaló el presidente chino Xi Jinping en un discurso en Riad.
Asimismo, Rusia acaba de anunciar, en febrero de este año, que el yuan ya es la principal moneda de las operaciones económicas exteriores del país. Lo dijo así la gobernadora del Banco Central, Elvira Nabiullina. “Hasta 2022, en nuestras reservas había una parte importante de dólares y euros. Esto se debía a que los contratos de comercio exterior se celebraban en gran medida en estas monedas. Ahora, la actividad económica exterior está cambiando muy activamente hacia el uso de otras monedas, principalmente el yuan”. Desde luego, las sanciones contra el gobierno de Vladimir Putin a partir de la guerra contra Ucrania y la OTAN aceleró el proceso.
También el año pasado, por primera vez China y Brasil usaron yuanes y reales para un convenio comercial bilateral referido a la venta de celulosa a «Eldorado Brasil», empresa que tiene representación en Shanghái.
Ejemplos así van creciendo día a día. Incluso Argentina, antes de Milei, había empezado a autorizar pagos de comercio exterior y de deudas en yuanes aprovechando el swap de monedas entre bancos centrales argentino y chino y la presencia, en el Río de la Plata, de bancos como el ICBC y el Bank of China. En Chile también ocurre, aunque allí el banco compensador de renminbi es el China Construction Bank (CCB).
Por su parte, el presidente brasileño Lula Da Silva dijo el año pasado mientras visitó el Banco de los BRICS en Shanghái, cuya jefa es la exmandataria Dilma Rousseff: “¿Por qué todos los países están obligados a hacer su comercio amarrados al dólar? (…) ¿Quién decidió que el dólar sería la moneda (global)?» (…) «Hoy un país necesita correr detrás del dólar cuando podría exportar en su moneda propia» (…) ¿Por qué un banco como el de los BRICS no puede tener una moneda que pueda financiar la relación comercial entre Brasil y China, entre Brasil y otros países de los BRICS?», añadió. Y también el año pasado, pero en una reunión del Mercosur, dijo Lula: “Buscaremos la integración política, social y económica de Sudamericana” y “profundizar una identidad monetaria, como unidad de referencia común”.
De hecho, en la última reunión de líderes de los BRICS (Johannesburgo, agosto de 2023) se analizó la posibilidad de introducir una nueva moneda comercial del grupo con respaldo oro, según reportó originariamente RT desde Rusia. Incluso algunos ya especularon con su nombre, R5, dado que las monedas de los cinco países originales comienzan con esa letra: real brasileño, rublo ruso, rupia de la India, el renminbi chino y el rand sudafricano. El tema está en estudio.
El proceso de cambio de patrón monetario en el mundo es, se insiste, lento, y los BRICS no buscan apurarlo, pero da pasos en forma consistente. A sus flancos, las guerras se van acentuando. No solo las monetaristas.
Podría decirse que, ahora, Argentina y su intento de dolarizar o de seguir teniendo al dólar en el centro solar de su sistema monetario van a contramano. Claro que eso depende del punto de vista y de las intenciones. Los de Milei, sus patrones y mentores claramente se alinean con el color verde, no el del feminismo. Sin embargo, los datos duros del recalculando global, si no de las fuerzas del cielo, parecen indicar otra hoja de ruta.