Palestina, la dignidad de la especie

Ante el genocidio y planes de “limpieza” étnica, crece la solidaridad latinoamericana y mundial.

Por Rubén Darío Guzzetti (*)                                                                     

La reivindicación de Palestina, su derecho a la libre determinación y a vivir en paz en su tierra son también causas de la parte de la humanidad identificada con el respeto al derecho internacional y a la necesidad de convivir en paz para el desarrollo común.

El pueblo palestino es objeto de atropellos, expulsiones, genocidios y etnocidios desde principios del siglo XX, cuando la corona británica, en complicidad con los adinerados financistas y banqueros sionistas como la familia Rothschild, comienzan a facilitar el traslado de judíos, diseminados por el mundo, al territorio de Palestina, desplazando a la población local.

En 1922, la población judía en el territorio palestino era de 3%; en 1947, meses antes de la resolución 181 de Naciones Unidas, que otorga el 52% de ese espacio a Israel, ya era de 33%.

Es claro que la situación tiene remotos antecedentes históricos, como el acuerdo Sikes-Picot, donde el Reino Unido y Francia se reparten Asia Occidental y el norte del continente africano, en 1916, o la carta del ex primer ministro británico Arthur Balfour al Lord Rothschild prometiéndole un territorio a su comunidad en 1917. Por supuesto, la voluntad británica no era desinteresada, ya que buscaba introducir un estado tapón en una región donde comenzaba a perder influencia.

La historia del genocidio y etnocidio que sufre el pueblo palestino hoy se imbrica con la complejidad geopolítica de esta época en una zona donde se cruzan distintos intereses, aspiraciones de dominación occidental, evolución de políticas internas en cada uno de los países y un supremacismo religioso ejercido por Israel como excusa para su expansión.

Para tener mayores y mejores elementos tanto  para comprender la situación como para desarrollar con mayor intensidad la solidaridad con los pueblos entrevistamos a Rafael Araya Masry, presidente de la Confederación Palestina Latinoamericana y del Caribe (COPLAC).

Después de casi 16 meses del agravamiento del genocidio y etnocidio que sufre el pueblo palestino, ¿Cómo evalúas el estado actual de su moral y espíritu de lucha?

—Para resumir la moral del pueblo palestino hay que ver las imágenes de ese verdadero éxodo desde el sur al norte de Gaza de cientos de miles de personas que iban a encontrarse con lo que alguna vez fueron sus hogares. Una demostración de verdadera resiliencia y apego a la tierra. Esa actitud colectiva representa la decisión de un pueblo a permanecer y realizarse en su tierra, a tener un estado soberano y convivir en paz con los vecinos.

­—Uno de los factores importantes de la lucha es la solidaridad internacional. ¿Observas que ha jugado un rol destacado?

—También en ese aspecto podemos hablar de una victoria del pueblo palestino. Fue y sigue siendo conmovedor ver cómo los pueblos del mundo que llenaron calles, plazas y ciudades en todo el mundo lograron mantener en la cresta de la ola informativa la causa palestina a pesar de la represión y las restricciones para manifestar la solidaridad en Occidente. En algunos lugares como en Inglaterra, Alemania y Francia, por ejemplo, la represión fue feroz, la población que manifestaba simpatía con la causa exhibiendo símbolos o banderas palestinas corría el riesgo de perder la libertad. La solidaridad es otro ejemplo conmovedor, así como las demostraciones de apoyo en los partidos de futbol y otros deportes en Europa y América por ejemplo. La fantástica “iniciativa de la sandía”, que nace en la primera intifada en 1987 como símbolo palestino ante la prohibición de las banderas representativas, se convirtió en una fuerte demostración de creatividad y solidaridad. Ese apoyo a la causa cambio la percepción de palestina en el mundo. Aprovecho también para agradecer la solidaridad del pueblo argentino con la causa palestina, especialmente a las fuerzas de izquierda.

Otro de los terrenos de disputa son los foros internacionales. ¿Cómo aprecias los avances y retrocesos en esos ámbitos?

—Es un tema de suma importancia. Todo el sistema multilateral está siendo sometido a una prueba de fuego ante el genocidio en Palestina. Vemos, tristemente, cómo las decisiones de Naciones Unidas NU con votaciones abrumadoras para poner fin al genocidio y respetar la libre determinación del pueblo palestino no se respetan por parte de EE.UU. ni de  Israel. Tanto las resoluciones de la Corte Penal Internacional (CPI), nacida en el acuerdo de Roma y suscripto por más de 100 países, como las de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) no tienen poder coercitivo para ejecutar sus mandatos, de  manera que esos dos países ignoran sus resoluciones emanadas de investigaciones. Por el contrario, difaman a sus autoridades para descalificarlas levantando falsas acusaciones contra alguno de ellos.

Por ejemplo, cuando en 2004 la CPI ordenó la demolición del muro que había levantado Israel en Cisjordania, afirmando además que esa división constituía frontera, Israel ni levantó el muro ni respetó la línea divisoria. Ahora mismo, en estos días, Francia permitió el sobrevuelo que llevo ayer a Netanyahu a EE.UU. cuando lo que hubiera correspondido era que a ese avión se le exigiera aterrizar y el primer ministro fuera puesto a disposición de la justicia internacional, ya que Francia es firmante del estatuto de Roma el 18 de julio de 1998 y lo ha ratificado el 9 de junio de 2000. Vemos cómo cada país le da un valor diferente a estas instituciones. La orden de retirarse a Israel de Rafath tampoco fue acatada. Es decir, estamos en presencia de una verdadera futilidad de estas instituciones, fueron creadas para cumplir funciones que no cumplen, carecen de poder para ser puestas en valor.

Evidentemente los acontecimientos producidos a partir del 7 de octubre de 2023 modificaron el equilibrio de fuerzas en la región. Ahora se suma la caída del gobierno de Al Asaad en Siria. ¿Cómo analizas el nuevo escenario?

—Siempre es necesario recurrir a la historia para analizar una situación tan compleja. En realidad hay dos frentes a tener en cuenta. Por un lado las opiniones de los gobiernos, de las instituciones, de los estados, pero también tenemos la situación interna política en Israel. Antes del 7 de octubre de 2023, había manifestaciones frente a la casa de Netanyahu todos los sábados, eran multitudinarias. Había una fuerte protesta contra la intención del primer ministro de modificar el poder judicial para manipularlo y someterlo a las decisiones del ejecutivo, y a eso se sumaban las múltiples causas por corrupción. Es decir, de alguna manera las dificultades internas impulsaban a Netanyahu a abrir un frente externo que le permitiera garantizar su continuidad en el cargo. Hubo cierta complicidad de Israel en lo ocurrido el 7 de octubre de 2023. Luego se producen los hechos en Siria,  donde queda plasmada la complicidad de Occidente en la instalación del nuevo gobierno en Damasco. Se confirma la ejecución de un viejo proyecto en la región. Con la toma de Siria, se le permite a Israel tener fronteras blandas para avanzar directamente sobre Irán, el sueño tanto de Israel como de las potencias occidentales.

Te referiste a la situación interna en Israel. ¿Se pueden tener algunas esperanzas en la existencia de fuerzas democráticas dentro de ese país?

—Por supuesto que hay reservas democráticas en Israel, inclusive tenemos una lista electoral común con palestinos y judíos. Ofer Cassif, diputado en el Knesset, es un gran defensor de los derechos del pueblo palestino. Fue suspendido dos veces en el parlamento, la última hace cuatro meses, lo quisieron expulsar por denunciar el genocidio en el recinto, pero les faltaron votos. Tenemos esperanzas con personas así que representan a los sectores de izquierda y populares.

Uno de los problemas que enfrenta la causa palestina son las distintas estrategias de sus fuerzas representativas. ¿Cómo ves la evolución de este proceso?

—Nunca me cansare de repetir que el conflicto en palestina no es religioso, sino político. Siempre convivieron en paz personas que profesan distintas religiones: judía, cristiana, musulmana y de otros credos. Hay distintos intereses geopolíticos en la región, que se expresan en estrategias particulares como Hamás o Hesbolá, por ejemplo. Se puede decir que en Palestina hay un sentimiento mayoritariamente laico, aunque existe un sector religioso poderoso. Respecto a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) cuenta con apoyos y discrepancias, y no podría ser de otra manera, la ANP siempre fue boicoteada por Israel en un doble juego, por un lado la respalda en tanto y en cuanto le sirve para dividir y separarla de Hamás, pero nunca demasiado, porque eso podría significar una unificación y la posibilidad que el pueblo palestino pueda decidir democráticamente su destino.

En algunos ámbitos se escuchan voces que reclaman una participación más activa tanto de China como de Rusia para parar el genocidio. ¿Cuál es tu opinión?

—Nunca como hoy China se manifestó con tanta contundencia a favor de la causa palestina. A pesar de los intereses chinos que construye puertos en Israel, lo cual hace que podría haber tenido declaraciones y posiciones menos comprometidas, se ha manifestado muy fuertemente contra el genocidio, así como ante las últimas declaraciones del presidente Trump en el sentido de hacerse cargo de la Franja para su limpieza. Además, el presidente Xi, a mediados de 2024, invitó a Beijing a Mahmud Abás y los líderes de otros sectores palestinos, incluido Hamás, los sentó a la mesa y les planteó la imperiosa necesidad de lograr la unidad para que palestina tuviese una sola voz a nivel internacional. Este factor es clave y explica también el éxito de Israel.

Rusia tiene un problema muy serio con el tema por la cantidad de inmigrantes rusos en Israel. De ahí las relaciones y los viajes frecuentes de Netanyahu a Moscú. Pero Rusia, en apego al derecho internacional, defiende la causa del pueblo palestino, su derecho a la libre determinación, el criterio de los dos estados, pero en los hechos ha faltado quizá alguna decisión política.

Después de los últimos acontecimientos, ¿cómo observas que se encuentra el apoyo a la creación de dos estados?

—El pueblo palestino apoya en un 60% la creación de dos estados y aproximadamente un 50% piensa lo mismo en Israel. Hoy Palestina es reconocido por 152 países. En los años 60’ del siglo XX se planteaba la creación de un estado donde cada persona fuera un voto y una convivencia armónica, pero Israel tiene, en su esencia, una concepción supremacista: mientras eso no cambie, un estado único y laico es imposible. En 2019 la Knesset declara al estado de Israel como judío, es una posición racista porque ¿qué pasa con los no judíos? Por una cuestión ideológica, Israel nunca aceptará un solo estado, tiene un proyecto propio y que responde a los intereses de Occidente. Por lo tanto, la solución de dos estados no es la ideal, pero la única posible.

¿Qué expectativa tienes respecto de la tregua alcanzada el 19 de enero?

—La interpreto con una alegre prudencia, por los niños, por las familias que sufren todo tipo de atrocidades, pero con prudencia. Israel no dudará en ejecutar atentados de falsa bandera cuando haya liberado los rehenes, para continuar con su estrategia de limpieza étnica, como por otra parte lo dejaron claro tanto Netanyahu como Trump en el encuentro del día de ayer en Washington. La tregua es un beneficio innegable. Pero es una paz pegada con saliva. Siempre existió en los planes de Israel y Occidente vaciar Palestina de palestinos. Se planteó el traslado a Egipto y Jordania, es el gran sueño de Jared Kushner, el yerno de Trump, crear un complejo turístico el Gaza. Egipto y Jordania se manifestaron en contra de la expulsión del pueblo palestino de su tierra. Y Bin al Salman, príncipe heredero de Arabia Saudita, dijo que no restablecerá relaciones con Israel mientras no se respeten los derechos del pueblo palestino. Una excelente noticia.

(*) Periodista e integrante del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA), Instituto Argentino de Estudios Geopolíticos (IADEG) e Instituto de Estudios de América Latina (IDEAL) de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).

La obra que ilustra este artículo es Solicitude (اشتياق), del artista palestino Sliman Mansour (2015).

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