Razones geopolíticas de las bravuconadas del designado sátrapa provincial de EE.UU. en Argentina.
Le dijeron el Braden del siglo XXI, «Virrey» Lamelas, también podría ser «sátrapa provincial»; Chupálas; CFK le mandó «Bro», y también, a partir de un comentario de una ingeniosa oyente de radio, algunos periodistas difundieron que, al revés, el apellido Lamelas devino en Salemal.
Es que pocas veces fueron tan escandalosos los dichos de un embajador de Estados Unidos en América Latina. Y eso que hubo tantísimos casos impresentables.
Pero ahora la cosa va de traspasar todos los límites impensables. Es un sello de las nuevas derechas exaltadas. De ahí el tono con el que el designado por Donald Trump futuro embajador en Argentina dijo lo que dijo cuando rindió examen ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado de su país, a fines de julio.
Arremetió, sobre todo, contra la expresidenta proscripta y presa Cristina Fernández de Kirchner y contra la República Popular China, dos obsesiones del Departamento de Estado y de la derecha bipartidista estadounidense.
La “Gusanera”
El médico, que no diplomático, Peter Lamelas es cubano. Se hizo estadounidense «por la gracia de Dios» y en verdad ejerció menos la medicina en sí que suculentos negocios en el sector salud, incluso en el área estatal de Florida con el gobernador Jeff Bush. Bien de la “Gusanera”, dirían en la Isla que lo vio nacer.
Está llena de esa especie de nematodos la administración Trump. Empezando por el secretario de Estado (canciller) Marco Rubio. Pero hay muchos otros, como su segundo Christopher Landau o Mauricio Claver Carone, el enviado para América Latina del mismo Departamento de Estado; Kevin Marino Cabrera, embajador en Panamá (un tema sobre el que se hablará más abajo, el primer país al que viajó Rubio apenas asumió) y, en el plano legislativo, operadores trumpistas del Partido Republicano como Carlos Giménez o María Elvira Salazar, que compiten en ver quién es más reaccionario en temas migratorios o relaciones con Cuba y América Latina en general, a la que siguen concibiendo como su «patio trasero».
En mandatos territoriales, dirigentes de familias cubanas son muy habituales en el estado de Florida, como Jeanette Núñez, vicegobernadora hasta febrero de este año o, en el mismo Estado, el actual alcalde de Miami, Francis Suárez (su padre Xavier Suárez también tuvo ese cargo, de hecho fue el primero con ese origen nacional en 1985) y el de Pembroke Pines, Ángelo Castillo. A la lista se suma, entre otros, el alcalde de West New York en Nueva Jersey, Albio Sires.
Se puede decir que, junto con los lazos fuertes con Israel, el entramado con el anticastrismo es un sello clave de la administración Trump, al mando de una nación imperial en un repliegue global estratégico, porque ya no le da para ser el gendarme mundial. Y lo que busca, entonces, es cuanto menos consolidar su poder en las Américas y cerrar todo ese territorio conquistando o comprando Canadá, la europea Groenlandia para cerrar el acceso de Rusia y China al hemisferio occidental desde el Polo Norte, y el canal de Panamá, cuya importancia explica aquel viaje de Rubio y la posterior agachada del Gobierno panameño, una disputa que aún está en curso. Encuadra en esa estrategia de la Casa Blanca el ridículo de llamar Golfo de América (por EE.UU.) al Golfo de México. El pretendido cerco se cierra bien al sur, donde junto con su inquebrantable aliado británico, EE.UU. domina Malvinas y otras islas del Atlántico Sur, o sea la puerta a la Antártida, rica en posición geopolítica estratégica y riquezas naturales.
En ese ordenamiento, Milei (y Noboa en Ecuador, Bukele en El Salvador, Peña en Paraguay) son las espadas de EE.UU., sobre todo Milei. Y son espadas justamente para frenar a China en cuanto a su presencia en la región.
La cuestión subnacional
China, como se dijo, y la expresidenta peronista ahora proscripta, fueron los ejes de las fanfarronerías de Lamelas, quien habló de “vigilar a las provincias argentinas que hagan negocios con China” y expulsarla de ellas. Puso en evidencia que obviamente en el Norte saben y toman nota que el país asiático, dado que el gobierno de Milei bajó a cero la intensidad del vínculo (y buscaría romperlo si pudiera no necesitar el swap entre bancos centrales), ha incrementado los lazos subnacionales con provincias y aun con municipios de Argentina. Si viene, Lamelas vendrá a intentar quebrar eso.
Difícilmente pase una semana en que no haya alguna misión empresarial, académica o política china recorriendo una provincia argentina, desde Jujuy a Tierra del Fuego.
Los vínculos a nivel subnacional abundan, algunos consolidados, como la planta de energía fotovoltaica en Jujuy, otras a medias superando todo tipo de presiones extranjeras canalizadas por Milei, pero avanzando lentamente, como la de las represas hidroeléctricas en Santa Cruz, y otras más que han quedado congeladas en el actual gobierno “libertario”, como las de cooperación nuclear. Pero hay muchas más, en el plano científico y tecnológico con San Juan, aeroespacial con Neuquén —que superó todo tipo de injerencias y mentiras—, en minería con el NOA y Cuyo, en agro con Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, o lazos académicos que cada vez crecen más en universidades y centros de estudio en todo el territorio nacional.
Gobernadores como los de Buenos Aires, Axel Kicillof; de La Pampa, Sergio Ziliotto, o de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Gustavo Melella, fueron los que le recordaron la palabra soberanía al embajador designado, que por lo demás sigue a otras acciones imperiales como abundan en los patrullajes que han hecho con frecuencia los últimos jefes del Comando Sur, tanto la inefable generala Laura Richardson como el menos bravucón pero con idéntica agenda Alvin Hosley. Todos coinciden en usar ad nauseam la palabra «maligna» para referirse a China.
Los dichos del empresario de la medicina fueron repudiados también por la propia Embajada china y por un sinnúmero de organizaciones y dirigentes sociales, políticos y legisladores, con pedidos de declaraciones de repudio, de declaración de persona no grata si llega y reemplaza a la actual encargada de Negocios Abigail Dressel o de quejas a Washington por la insolente violación a la soberanía nacional. Pedidos que, por supuesto, Milei y su equipo no harán.