Por qué Occidente prefiere construir enemigos antes que admitir errores

Malasia en el Foro Económico del Este y el rol pivote que podría jugar entre ASEAN y los BRICS

* Por Ezequiel Ramoneda

El pasado 4 de septiembre, el primer ministro malayo Anwar Ibrahim participó de la reunión plenaria de la IX edición del Foro Económico del Este, organizada en la ciudad de Vladivostok, por invitación de Vladimir Putin. Tras su participación, el mandatario malayo mantuvo un encuentro oficial con el presidente ruso, en el cual intercambiaron opiniones para continuar desarrollando las relaciones bilaterales.

Desde Occidente —mejor dicho, desde los medios de comunicación hegemónicos de las potencias noratlánticas— se vio con preocupación este encuentro. Se lo interpretó como una aceptación tácita del accionar de Rusia en Ucrania, en la línea de un “nuevo eje”, otro más que se suma a los tantos que se han anunciado en los últimos tiempos. Ahora bien, detrás de esta lectura se encuentra un mecanismo reduccionista, por el cual se busca construir y reconstruir una noción de amenaza o incluso de enemigo de Occidente, antes de reconocer los errores de las potencias occidentales en la historia reciente que afectan a varios de los países del Sudeste Asiático, incluido Malasia.

Tratar de analizar la visita del primer ministro malayo a Rusia exclusivamente desde la óptica del conflicto en Ucrania no solo demuestra estos sesgos, sino también los errores de comprensión ante un sistema internacional que se demuestra mucho más complejo de lo que pretenden hacernos ver. Al contrario, la participación de Anwar en el IX Foro Económico del Este responde a intereses más profundos y longevos de la política exterior malaya.

En primer lugar, vale aclarar que el gobierno malayo, incluyendo el mismo Anwar Ibrahim, como otros del Sudeste Asiático, fueron críticos a los sucesos de febrero de 2022, pero a diferencia de las potencias occidentales, han preferido el diálogo y la construcción de consensos para encontrar una solución pacífica entre las partes, antes de adherir a sanciones económicas. No solo por la hipocresía de las potencias occidentales que buscan imponerlos, sino también por el doble filo de esas medidas, ya que con esas buscan castigar a Rusia, a la vez que condicionar la diversificación comercial, el fluyo de inversiones, la transferencia de tecnología, de terceros países que mantienen vinculaciones con Rusia.

La hipocresía es histórica, pero también actual, y esto lo ha dejado en claro Anwar. Mientras que las potencias occidentales, encabezada por Estados Unidos, denuncian y sancionan a Rusia, no actúan de la misma manera al tratar las incursiones de fuerzas israelíes en Gaza desde octubre de 2023, o luego en El Líbano. La dureza de las exigencias en relación al primer país contrasta con la tibieza de las afirmaciones respecto al segundo.

A lo anterior se suma la instrumentalización del cuidado del medio ambiente que está haciendo la Unión Europea por medio del Reglamento Europeo sobre Productos Libres de Deforestación, aprobado en abril de 2023. Esta iniciativa, aunque loable en espíritu, en la práctica refuerza el proteccionismo comercial de la organización europea. Malasia, junto con Indonesia, concentran alrededor de 85 por ciento del comercio mundial de aceite de palma, y verán sensiblemente afectadas las exportaciones de este producto y, por carácter transitivo, las formas de vida de las poblaciones altamente vulnerables que depende de su producción.

En segundo lugar, Malasia, como sus pares de la región, es un gran defensor de un estilo de multilateralismo construido sobre la base del diálogo y el consenso. Un multilateralismo que, aunque no puede neutralizar, busca encauzar la competencia entre las grandes potencias, reduciendo las asimetrías de poder con las potencias medias y otros Estados del orden regional del Este Asiático. Se trata de la arquitectura multilateral centrada en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), y sostenida por los principios del “ASEAN Way”. En 2025 Malasia ocupará la presidencia de la ASEAN. Desde ahí, como han hecho sus antecesores inmediatos como Camboya en 2022, Indonesia en 2023 y Laos en 2024, invitará al mandatorio ruso, y buscará darle un espacio a su contraparte ucrania, intentando que las reuniones paralelas sean espacio de diálogo, y las decisiones no se vean coaptadas por interés occidentales. La visita de Anwar a Vladivostok debe entenderse, entonces, como un ejercicio diplomático en esa dirección, de mantener el diálogo entre las partes y sostener equidistancia de la organización. Debe destacarse que en los últimos dos años Anwar no fue el único mandatorio del Sudeste Asiático en reunirse con Putin. Antes lo habían hechos los líderes de Indonesia, Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar.

En tercer y último lugar, Malasia, dentro de los países del Sudeste Asiático, ha sido uno de los grandes defensores de un autonomismo regional frente a la influencia de Occidente. Se puede identificar esta postura con la propuesta del Grupo Económico del Este Asiático de 1990, en rechazo al tipo de regionalismo de impronta neoliberal que se estaba empezando a impulsar desde la APEC (Foro de Cooperación Económica del Asia Pacífico), con el establecimiento del mecanismo de la ASEAN + 3 en 1997 en Kuala Lumpur, con el inicio de una nueva cooperación multilateral entre los países del Este Asiático frente al aprovechamiento que hizo Estados Unidos, por medio del Fondo Monetario Internacional, de la crisis económica estallada ese año en la región, que decantó en 2000 en la Iniciativa de Chiang Mai sobre cooperación en materia de reservas monetarias, o bien con la creación de la Cumbre del Este Asiático, principal foro de diálogo político entre los países del Este Asiático, que tuvo lugar en Malasia en 2005, frente a los procesos del regionalismo del Asia-Pacífico. Tomando estos hitos, frente al accionar de los Estados Unidos, se puede apreciar que una de las grandes continuidades de la política exterior malaya es contribuir a una arquitectura multilateral económica y política genuinamente asiática.

La articulación con los BRICS y el Sur Global

Es este espíritu por la construcción de un orden económico alternativo, sostenido desde el Sur Global, lo que actualmente alienta la incorporación de Malasia al BRICS. Putin invitó a Anwar a participar de la próxima reunión cumbre de BRICS que tendrá lugar a fines de este octubre en Kazan, Rusia. Anwar ve que este bloque ofrece nuevas oportunidades para desarrollo de la economía malaya frente al condicionamiento comercial que impone Estados Unidos a los estados que mantiene intercambios con Rusia o el proteccionismo que se cierne sobre la Unión Europea respecto a exportaciones de productos agroindustriales. También se trata de un área donde poder expandir la influencia malaya, en tanto una de las principales potencias musulmanas en el Este Asiático, en relación al acercamiento de los países árabes musulmanes con este bloque. Malasia, país que tiene uno de los ecosistemas económicos basados en la Sharia más desarrollados y sofisticados del mundo, puede dinamizar la internacionalización de este sector al incorporarse al BRICS. Incluso se puede apreciar ciertas coincidencias si se yuxtaponen la importancia relativa de los miembros de la arquitectura multilateral de la ASEAN y la de BRICS. Además de Rusia, China e India son socios de diálogo que participan de la cumbre del Este Asiático, siendo estos dos últimas países socios estratégicos comprensivos, mientras que Sudáfrica y Brasil son socios de diálogo sectoriales, los únicos de sus respectivas regiones. Malasia podría convertirse, en caso de ser aceptado, en un pivote entre ambos bloques.

Podría pensarse, en una especie de ejercicio teórico, en el rol que cumple otro país de la región como Indonesia, el único de ASEAN que forma parte del G-20. De hecho, hay un grupo Indonesia- ASEAN-G20, en el cual si bien Indonesia representa sus intereses y ASEAN envía a su secretario, entre ambos coordinan. Malasia podría ser un articulador interesante si se suma al BRICS ampliado, como ha solicitado, al igual que Tailandia.

En conclusión, la visita del primer ministro malayo Anwar Ibrahim a Rusia y su encuentro con el presidente ruso Vladimir Putin no obedece simplemente, como quieren hacer ver los medios hegemónicos occidentales, a un alineamiento malayo a la política rusa. No es un monstruo en crecimiento. Al contrario, obedece a la propia defensa de la autonomía de un país y su contribución a la construcción de una arquitectura económica internacional alternativa. Desde el punto de vista político, Anwar aprovechó su participación en el IX Foro Económico del Este para denunciar la hipocresía occidental. Desde el punto de vista económico, su acercamiento a Rusia se encuentra relacionado con su incorporación en el BRICS. Uno y otro aspecto se sostiene en la impronta autonomista que ha tenido la política exterior malaya desde principios de la década de 1990, aspectos que han sido nutridos por los errores de Occidente.

Sobre el autor

Secretario del Departamento de Asia y el Pacifico del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata, profesor en universidades como las nacionales de Tres de Febrero y del Chaco Austral, USAL y otras. Miembro del Consejo Directivo del Capítulo Argentino de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África (ALADAA), de la Comisión China y Asuntos Asiáticos de la Red Argentina de Profesionales para la Política Exterior (REDAPPE) y del Consejo Directivo de la Sección Argentina de la Cámara de Comercio Mercosur-ASEAN.

Compartir nota:

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp