Siria: ¿la primera guerra del Occidente decadente contra los BRICS?

Un mapa complejo y de múltiples actores, con pronóstico reservado.

Por Alberto López Girondo

La vertiginosa caída del gobierno de Bashar al Assad dejó a analistas e intérpretes de la realidad perplejos y buscando respuestas sobre lo ocurrido en Siria entre el 27 de noviembre y el 8 de diciembre pasados. Los más razonables no aventuran conclusiones hacia atrás, mucho menos previsiones hacia el futuro cercano. De lo que quedan pocas dudas es que si el Medio Oriente ya era un incendio, los grupos yihadistas que tomaron el poder en Damasco, encabezados por Hayat Tahrir al-Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante) le acercaron más combustible. La otra certeza es que si desde 2015 Siria era un país fragmentado, ahora se consolidan los nuevos mapas regionales.

HTS entendió pronto que las facilidades que encontraron en el camino de Idlib a la milenaria capital siria se les terminaron. Así, a dos días de llegar al Palacio del Pueblo designaron a Mohamed el Bashir como primer ministro interino hasta el 1 de marzo de 2025. Saben que necesitan asegurar la unidad entre la treintena de grupos que terminaron con Al Assad ante el avance de las tropas israelíes, que llegaron a pocos kilómetros de Damasco y destruyeron toda la infraestructura militar a su paso con el argumento de que necesitan salvaguardarse de las consecuencias de una anarquía. Los turcos tampoco se quedan atrás, por el peligro que representa el Kurdistán sirio para Ankara. Rusia, que le dio asilo a la familia Assad, busca defender sus bases en Tartús y Latakia, mientras se bate en los frentes de Ucrania y en la región de Kursk, sin hablar de la situación en Georgia, que afecta íntimamente sus intereses. Irán, por su lado, perdió un aliado insustituible para mantener los suministros a Hezbollah en el Líbano. La administración de Joe Biden, a su vez, debe entregar el poder a Donald Trump el 20 de enero y hay quien piensa que la de Siria tranquilamente puede ser la primera guerra del Occidente decadente contra los BRICS.

Pero vayamos por partes. HTS es apenas uno de los grupos “rebeldes” que iniciaron el raid sobre Damasco y que resulta de desprendimientos de Al Qaeda en sus distintas manifestaciones. El que aparece ahora como hombre fuerte es Ahmed Husein al Sharaa, de 42 años, más conocido como Abu Mohamed al Jolani, un hombre de antecedentes ultraviolentos que supo cómo morigerar su imagen mediática y pasó de protagonizar descabezamientos en videos difundidos en Youtube al inicio de aquellas grandes ofensivas de Estado Islámico (EI, ISIS o Daesh) a mediados de la década anterior a presentarse como un moderado que busca la democracia para su país.

Al Jolani —el nombre de guerra refiere a los Altos del Golán, tomados por Israel desde 1967, por eso también figura como Al Golani— vivió su infancia en Arabia Saudita, porque su padre era ingeniero en petróleos. Luego se mudaron a Damasco, donde cursó en los colegios de mayor nivel y estudió árabe literario. Se dice que la Segunda Intifada lo conmovió y que la invasión a Irak, en 2003, terminó de inclinar la balanza: la salida al drama de los árabes debía ser armada, por lo que se unió a las Brigadas Mujaidines. Preso en 2006, pasó cinco años en el centro de detención clandestino de Bucca, en las afueras de Basora, donde se terminó de radicalizar.

Otra cosa que se dice de él es que logró salir de la prisión haciéndose pasar por iraquí y que prontamente se unió a las fuerzas de Abu Baqr al Bagdadi, el fundador del EI, para construir la rama siria, Al Nusrah. Luego rompería para sumarse a Al Qaeda. El Departamento de Estado todavía lo tiene en la lista de los terroristas más buscados y puso una recompensa de 10 millones de dólares por cualquier información que lleve a su captura.Lo identifica como “Muhammad al-Jawlani, también conocido como Abu Muhammad al-Golani y Muhammad al-Julani”, y afirma que “en enero de 2017, el Frente Al-Nusrah se unió con otros grupos de oposición de línea dura para formar HTS”. Podría decirse que el canal CNN se perdió la ocasión de ganar esa fortuna cuando lo entrevistó horas antes de la caída de Damasco.

Ahora fuentes de la Casa Blanca deslizaron que podrían sacarlo de la lista, lo que para muchos es la comprobación de que detrás de HTS están la CIA, el MI6 y el Mossad.

Horas decisivas

La debacle de Al Assad dejó mucha tela para cortar y una pequeña cronología de acontecimientos recientes puede ser mucho más revelador que cualquier elucubración.

El miércoles 27 de noviembre se informa que los “rebeldes” que estaban en Idlib, al noroeste de Siria, tras un acuerdo Moscú-Ankara firmado en 2017 para pacificar el país, se dirigían hacia Alepo. El 3 de diciembre la agencia rusa Sputnik afirma que “el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, abordó este martes la situación en Siria con su homólogo de Rusia, Vladímir Putin”. En la charla, se habrían abordado “las relaciones bilaterales de Turquía y Rusia, los últimos acontecimientos en Siria, y los asuntos globales y regionales».Ese mismo martes, Erdogan declaró que “

Ese mismo martes, Erdogan declaró que “el régimen sirio debe emprender un proceso político genuino para evitar que la situación se deteriore”. Y la agencia oficial Anadolu destaca que el mandatario turco mantuvo una conversación telefónica con el primer ministro de Irak, Muhammad Shia al-Sudani en la que aseguró que “tomará medidas contra la organización terrorista PKK y sus extensiones, las cuales buscan beneficiarse de los acontecimientos”. El jueves, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres viajó a Ankara y se le dijo que la situación se maneja “con calma”.

Sin embargo, el viernes 6 Erdogan se despachó con un deseo de que la marcha de los grupos opositores a Al Assad hasta Damasco “continúe sin percances” y dijo que había intentado hablar con el todavía presidente sirio pero que no lo había querido atender. El día siguiente los cancilleres de Irán, Turquía y Rusia se cruzaron en el Foro Doha, y también dijeron que estaban buscando evitar que el caos se salga de madre. El domingo todo cambió, lo que llevó a que surgiera interrogantes maliciosos. ¿Hubo algún tipo de acuerdo para que Putin le soltara la mano a Al Assad? ¿Qué papel tuvo Irán en todo esto? ¿La sociedad Israel-Arabia Saudita puso todo sobre la mesa? ¿Los demócratas le están minando el terreno a Trump, que dijo que iba a terminar con la guerra en Ucrania y en Palestina?

Rusia había sostenido al gobierno baazista en 2015. En los campos de batalla de Siria el armamento ruso había demostrado su efectividad al punto de que se considera que ese test en combate fue decisivo para que Moscú se decidiera a ir por más en Ucrania. En Siria, Putin había logrado poner fin a las llamadas “primaveras árabes” que ya habían devastado a Libia e Irak, un año después del Euromaidán, de febrero de 2014, cuando vio amenazada su base nabal de Sebastopol, en Crimea. Pero la situación siria nunca se terminó de tranquilizar y desde el Kremlin se deslizaron críticas por la falta de reflejo político de Al Assad para reconstruir poder.Siria es un mosaico de creencias religiosas con una amplia mayoría sunnita en sus diversas composiciones —quizás 55%— y una minoría chiíta-alauita —15%— con un porcentaje similar de cristianos, entre ellos, maronitas y coptos. La dinastía Al Assad, alauitas, tomó el poder en 1971 con Hafez, el padre de Bashar, quien asumió en 2000, a la muerte del patriarca. Para mantenerse en ese entorno, huelga decirlo, aplicaron el rigor. Pero a su favor se reconoce la libertad de cultos. Una libertad por la que ahora temen cristianos y también las mujeres ante el avance de un salafismo radical como el de los yihadistas, que ya aplicaron la sharía, la ley islámica, en Idlib. Para complicar las cosas, hay una población drusa no dimensionada y otra kurda, que busca junto con los connacionales de Irak, Irán y Turquía, construir el estado de Kurdistán, una vieja promesa de Estados Unidos que nunca les terminan de cumplir. Por otro lado, hay sistemas de ductos para el transporte de gas y petróleo que atraviesan Siria y que no se terminan de poner en marcha, uno va de Irán al Mediterráneo, el otro desde Qatar, pasando por Turquía. Los dos esquivan Rusia. Las fuentes petrolíferas sirias, a todo esto, quedaron en manos de los yihadistas ya en 2015. Ese petróleo fue el que en 2019 celebró haber conseguido Trump. ¿No se lo había quedado Daesh? Bueno, es que según el presidente electo, durante su campaña de 2016, los que fundaron Estado Islámico habían sido Barack Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton.

Y sí, la Casa Blanca tiene sus propios demonios. Trump, que durante su primera gestión había enfrentado a lo que llamó el Estado Profundo, o sea, la burocracia estatal que dirige al país desde los servicios de inteligencia y el Pentágono más allá de quien hubiera sido elegido presidente, ahora vuelve recargado y ya designó en puestos clave a gente que se propuso como objetivo ir contra esos rincones del aparato estatal. Su promesa de terminar con la guerra en Ucrania y amistarse con Putin choca con viejas estrategias tanto para la región como para el mundo.

Nuevos tableros

Demasiada riqueza y geopolítica en el tapete y también mucha historia para reivindicar por las distintas naciones. En el caso de Erdogan, ahora parece más cercano su sueño de reconstruir lo que pueda del imperio otomano, que se esfumó en la primera guerra mundial. Ese imperio multirracial y multiétnico abarcaba todo el Medio Oriente y se extendió alguna vez hasta el Asia Central y norte de África. Los “stanes” (Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán y Uzbekistán), todos ellos países postsoviéticos, son de origen túrquico y comparten raíces lingüísticas. Putin le dio una mano a Erdogan cuando en 2016 hubo un intento de golpe de estado fogoneado por Estados Unidos. En un Congreso de su partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), Erdogan destacó que “las ciudades que llamamos Alepo, Idlib, Damasco y Raqqa volverán a ser provincias nuestras como Gaziantep, Hatay y Urfa”. El filósofo Alexander Dugin, a quien se asigna ser una suerte de vocero informal del presidente ruso, ya había posteado en las redes que lo del mandatario turco venía siendo una traición.

El ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrtich, es el que más abiertamente plantea construir el Gran Israel, para lo cual apela a la Biblia, que establece, insiste, que Judea y Samaria (Cisjordania) pertenecen al pueblo judío. Hace poco agregó que el otro confín es Damasco. Smotrich, del Partido Sionista Religioso, es el más acérrimo defensor de Benjamin Netanyahu y uno de los sostenes de su gobierno. El martes 10 cuestionó severamente a la justicia israelí, que llamó a declarar al primer ministro en una de las tantas causas en su contra, soborno, fraude y violación de la confianza pública.

Craig Murray fue embajador del Reino Unido en Uzbekistán entre 2002 y 2004. Destituido luego de haber revelado públicamente —única forma de ser escuchado— que el servicio secreto exterior británico recurría a torturadores uzbekos en los interrogatorios de prisioneros, se convirtió en un excelente analista de la política internacional. En un artículo en su página web advierte sobre un acuerdo “tácito pero muy real” según el cual las potencias sunnitas (las monarquías árabes) “aceptarán la aniquilación de toda la nación palestina y la formación del Gran Israel, a cambio de la aniquilación de las comunidades chiítas (que cuentan con respaldo iraní) en Siria y Líbano”. El economista Jeffrey Sachs, consejero del expresidente ruso Boris Yeltisn para la liberalización de la economía tras la disolución de la Unión Soviética, es desde entonces un fuerte crítico de la política estadounidense. Estos días recordó que en los ´90, el general Wesley Clark había revelado (hay video sobre eso) que había una lista de siete países que sería necesario destruir para asegurar el poder de EEUU. “La lista incluye a Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalía, Sudán”. De ellos, destaca Sachs, solo falta Irán. Otra hoja de ruta es la que en 2018 elaboró la Corporación Rand en un informe para el gobierno titulado “Sobrextender y desbalancear a Rusia”.Si de sobreextender se habla, ponerle un palo en la rueda a Putin en Siria en la misma semana en que se avivan manifestaciones en contra de las autoridades de Georgia porque suspendieron el plan de adhesión a la Unión Europea y así impedir que se vote un nuevo presidente, o anular la primera vuelta en las elecciones de Rumania a dos días del balotaje porque el favorito es acusado de “pro-ruso”, se le parecen demasiado. Que todo esto ocurra cuando faltan 40 días para el cambio de administración en el centro del Imperio, suena mucho a una jugada a dos bandas.

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