¿Soporta la vieja locomotora correr sobre nuevos rieles?

La elección parlamentaria en Alemania, una puja entre neoliberalismo y neoconservadurismo.

Las elecciones federales de 2025 son ya unas elecciones especiales para Alemania. En primer lugar, porque cualquier gobierno futuro será diferente al elegido en 2021. Después de que el canciller Olaf Scholz (socialdemócrata) echara del gobierno de coalición al ministro liberal de Finanzas, Christian Lindner, la “coalición del semáforo” (por los colores de los partidos que la integraban) carece de mayoría en el Bundestag y deberá formarse otra cuya composición que al día de hoy nadie puede prever.

En segundo lugar, el crecimiento de la Alternativa por Alemania (AfD), apoyada por Donald Trump, ha corrido la agenda electoral brutalmente hacia la derecha. Ya no se trata sólo de una competencia entre los partidos tradicionales de la República Federal, sino de la lucha entre dos modelos de país: el fracasado neoliberalismo conservador posterior a la reunificación de 1990 y la dominación tecnoburocrática neoconservadora, racista y xenófoba. La elección alemana de este fin de semana está muy influenciada por la competencia entre las grandes potencias, pero su resultado será también determinante para el futuro curso de Europa.

El 11 de diciembre, el jefe de gobierno presentó en el Bundestag la moción para un voto de confianza que sabía sería rechazado y lo obligaría a solicitar al presidente federal Franz-Josef Steinmeier la convocatoria a elecciones legislativas anticipadas, que —según decidió el jefe de Estado— tienen lugar este domingo 23 de febrero.

Al final de la campaña electoral la Unión Demócrata Cristiana/Unión Socialcristiana de Baviera (CDU/CSU, por sus nombres en alemán), con el candidato a canciller Friedrich Merz, la AfD con Alice Weidel, y el Partido Socialdemócrata (SPD), con Olaf Scholz, lucharon por el favor de los votantes. Sin embargo, la composición del futuro gobierno y quién se convierta en canciller dependerá también de los resultados de los demás partidos y de su representación en el Bundestag, como el Partido Liberal Democrático (FDP), Los Verdes (B90/Die Grünen), La Izquierda (Die Linke) y la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW).

En Alemania, cada ciudadano tiene dos votos para el mismo o diferente partidos, uno para candidatos individuales y el otro, para la lista de candidatos de un partido en su distrito. Es lo que se conoce como voto distrital doble. Las formaciones políticas que quieran entrar en el Bundestag deben obtener más del 5% de los segundos votos o ganar al menos tres mandatos directos. En este caso, el partido puede obtener representación parlamentaria dependiendo de su resultado en los segundos votos.

La última encuesta autorizada en torno a “la pregunta sobre el domingo” publicada el jueves 13-02-25

Según la última encuesta realizada por Infratest Dimap por encargo de la primera cadena de la televisión pública ARD, que se publicó el jueves 13, si el domingo pasado se hubieran realizado las elecciones, la CDU/CSU habría obtenido la primera minoría con un 32%, seguida por la AfD con un 21% y el SPD y los Verdes empatados con un 14% cada uno. La llamada “pregunta sobre el domingo” es un sondeo electoral habitual entre los institutos alemanes de investigación de opinión pública.

El Partido de Izquierda entraría en el Bundestag con un 6%. Por su parte, el FDP no alcanzaría el umbral del mandato con un 4%, al igual que la BSW con un 4,5%. Así que hay mucha incertidumbre, especialmente para los partidos más pequeños. No hay cambios sorprendentes respecto a las últimas encuestas.

Las coaliciones políticamente probables y posibles dadas las cifras actuales pueden darse entre la CDU/CSU y el SPD o entre la CDU/CSU y los Verdes. Todos los partidos han descartado repetida y claramente una coalición con la AfD. No obstante, recientemente la CDU/CSU y la AfD han votado juntos en el Bundestag una moción restrictiva contra la inmigración y el asilo. De este modo, el presidente de la CDU Friedrich Merz ha roto un tabú, suscitando una enérgica protesta de su antecesora Angela Merkel. Por consiguiente, puede esperarse cualquier combinación.

Los temas más importantes de la campaña son la economía, la migración y la orientación internacional del país. Desde 2022 el PIB oscila entre leves subas y leves caídas, pero no crece sustancialmente. Este panorama se ve confirmado por las previsiones económicas del Instituto de Investigaciones Económicas de Múnich (Ifo, por el acrónimo de su nombre en alemán) del otoño boreal de 2024. Según la misma, el PIB ajustado por inflación se estancó ese año y aumentará  0,9% en 2025. En una lenta recuperación, en 2026 podría ser de 1,5%, menos de lo previsto hace unos meses por los investigadores de Múnich.

La crisis económica

Al plegarse a las sanciones estadounidenses y europeas contra Rusia y China, la RFA serró los dos pilares más importantes de su desarrollo en los últimos 40 años: el abastecimiento de energía barata desde Rusia y las cadenas de montaje germano-chinas. Por su parte, de dificultar el acceso de los productos alemanes al mercado norteamericano se encargó Washington.

La economía alemana sufre una mezcla de problemas cíclicos y estructurales agravados ahora por malas decisiones políticas. Por ejemplo, el consumo ha caído en los últimos años debido a la inflación, pero ésta entre tanto ha bajado y ronda el dos por ciento anual, la meta fijada por el Banco Central Europeo. Para compensar las subidas de precios, los salarios también aumentaron considerablemente, pero muchos alemanes no lo volcaron a un mayor consumo, sino que lo depositaron en sus cuentas como prevención ante futuras tormentas. Para repuntar, la economía necesitaría más consumo, pero las catástrofes de la primera mitad del siglo XX han imbuido a los alemanes de una acendrada necesidad de seguridad. Por eso ahorran tanto.

No hay dudas de que Alemania, como casi toda Europa, atraviesa una grave crisis demográfica. Los baby boomers (la generación que hoy tiene entre 50 y 65 años) se jubilarán pronto y faltarán en el mercado laboral. El Ministerio de Trabajo teme que en 2035 falten hasta siete millones de trabajadoras y trabajadores calificados y las empresas ya llevan años quejándose de una inmensa escasez de mano de obra calificada. La inmigración podría aportar ayuda, pero, como se verá, el fracaso de las políticas para la incorporación de los inmigrantes a la sociedad y al mercado de trabajo es uno de los temas más candentes en esta campaña electoral.

Asimismo hay que considerar el déficit de infraestructura. Hay un enorme retraso en las inversiones y se necesitará tiempo y dinero para resolverlo, pero el freno impuesto por la Unión Europea (UE) al endeudamiento público impide al Estado hacer inversiones imprescindibles.

Se estima en 770.000 las personas que trabajan actualmente en la industria automovilística alemana. En términos de facturación, es de lejos el mayor sector industrial del país. Sin embargo, los fabricantes alemanes de automóviles están en crisis, luchan contra cifras de ventas débiles y los elevados costos de la transición a la propulsión eléctrica. La tendencia hacia los coches eléctricos también pone en peligro muchos puestos de trabajo en las autopartistas, porque la propulsión eléctrica es menos compleja que la de combustión y requiere menos piezas.

Hasta la pandemia de coronavirus el Estado y las cámaras empresarias preveían que la temprana inversión de los fabricantes alemanes en China (ya desde la década de 1980) les aseguraría una posición ventajosa, al largarse la carrera por la electromovilidad. Sin embargo, el seguidismo del último gobierno alemán a las sanciones estadounidenses contra Rusia y China elevó sideralmente los costos de la energía y fracturó las cadenas de suministro con el país oriental.

Migración y refugio

Además de la crisis económica, la migración y el refugio es el segundo grupo temático que agitó los ánimos durante esta campaña electoral. Después del ingreso de cerca de un millón de sirios en 2015/16, los flujos se han normalizado y los ingresos y salidas dejan un saldo aceptable. En 2023, alrededor de 1,9 millones de personas ingresaron a Alemania y cerca de 1,3 millones abandonaron el país. El resultado final fue un aumento de 663.000 personas, apenas poco más de las 400.000 personas al año que el Instituto de Investigación sobre el Empleo (BFI) de la Agencia Federal de Empleo (BAA) juzga necesarias, para mantener constante el potencial de mano de obra.

Saldo migratorio (datos oficiales)

El número de personas que se necesitan y el número de personas que realmente vienen a Alemania no distan mucho en la mayoría de los años. Como en la mayoría de los años anteriores, en 2023 más de la mitad de los inmigrantes eran ciudadanos de la UE. El grupo más numeroso de ciudadanos extracomunitarios fueron los refugiados de guerra ucranianos. Además, 329.120 personas solicitaron asilo. El siguiente grupo más numeroso fueron los familiares cercanos de personas que ya vivían en Alemania y el tercero, el de los trabajadores calificados, principalmente de la India. De modo que las leyendas xenófobas y racistas sobre el aluvión de refugiados que estarían llegando al país son sólo eso: fábulas aterrorizantes.

No obstante, los debates actuales sobre inmigración se centran en los solicitantes de asilo. En 2023 este grupo seguía estando formado en gran parte por refugiados de Siria y Afganistán, pero ese año también llegaron muchos procedentes de Turquía. Se trató mayormente de kurdos y otros opositores apañados por el gobierno alemán.

Resumiendo, puede concluirse que la inmigración y los refugiados no representan en Alemania un problema por su número, sino, por un lado, por los conflictos internacionales que traen hacia el país y, por el otro, por el fracaso de la política de incorporación. Desde hace años el gobierno federal y los estados retacean las inversiones en la enseñanza de la lengua para los extranjeros y en su información y adiestramiento en los aspectos cotidianos de la cultura alemana. A muchos inmigrantes les cuesta aprender una lengua tan poco difundida internacionalmente y adaptarse a una cultura tan ritualista. En consecuencia, son empleados por debajo de su calificación, bajan de rango social, se empobrece su sociabilidad y tienden a concentrarse en guetos empobrecidos con servicios deficientes. Esta segregación fáctica conduce a que muchos inmigrantes sean percibidos socialmente como reacios a integrarse y, por lo tanto, doblemente segregados y estigmatizados.

El nuevo ambiente ideológico y cultural

Si bien después de la reunificación del país en 1990 se produjeron alzamientos racistas, en general la mayoría de la sociedad alemana es tolerante, aunque menos en los seis estados orientales, ferozmente desindustrializados y colonizados por propietarios del Oeste. Los partidos del sistema adhirieron al credo multiculturalista y, aunque en menor medida que en EE.UU., a la cultura woke. Por su parte, los ecologistas impusieron una agenda antiindustrialista y antinuclear. Cuando arreció la competencia internacional después de la crisis de 2007/09, muchos sectores desposeídos se sintieron silenciados por una agenda pública ocupada más con temas culturales que con problemas sociales. Para peor, ya poco antes de la pandemia de coronavirus el partido La Izquierda, hasta entonces representante de los reclamos sociales del sector oriental del país, derivó hacia la agenda dominante, dejando huérfanos a sus votantes.

Ese vacío lo llenó crecientemente la Alternativa por Alemania. Fundado en 2013, el partido dirigió las reivindicaciones sociales de los trabajadores y clase media precarizada “hacia arriba”, contra la elite política y cultural y contra los refugiados que llegaron masivamente en 2015-16. Sobre todo después de la pandemia el partido hizo pie también en el Oeste. Muchos de sus votantes provienen de la socialdemocracia y de la izquierda y se sienten cobijados por las vagas consignas nacionalistas y sociales de la formación.

Su líder, Alice Weidel, es un caso particular. Economista neoliberal con fuertes acentos anarcocapitalistas, lesbiana que convive con una inmigrante singalesa con la que cría dos niños nacidos por subrogación de vientres, ha recibido recientemente el favor de Elon Musk, quien la apoya masivamente con declaraciones, dinero e inteligencia artificial (IA).

Debajo del discurso tecnocrático de su jefa, AfD cuenta con dirigentes abiertamente neonazis. Un ejemplo concreto es el de Björn Höcke, candidato a ministro-presidente y líder de AfD en Turingia, quien está siendo juzgado por utilizar un eslogan nazi en plena campaña electoral. Höcke no es una figura menor: es uno de los rostros más populares del partido desde su fundación y uno de sus principales referentes ideológicos. Su caso no es aislado; otros miembros de AfD han sido investigados o condenados por delitos similares.

El crecimiento de AfD y la fascistización del debate político en Alemania reflejan un fenómeno más amplio: el neoconservadurismo está operando en el continente con el objetivo de desplazar a la tradicional coalición de conservadores y socialdemócratas, que ha gobernado la Unión Europea en las últimas décadas, en la representación de los grandes intereses económicos del debilitado proyecto estratégico germano-francés. Si AfD logra consolidarse como una fuerza política clave en el Bundestag, y Friedrich Merz, el candidato de la CDU/CSU, rompe el tabú de la colaboración de su partido con la extrema derecha, Alemania podría convertirse en el laboratorio de un nuevo orden político europeo.

La crisis económica, la precarización del trabajo y la desafección hacia las instituciones han creado las condiciones perfectas para la expansión de un modelo de gobernanza basado en el autoritarismo digital, la implantación de una lógica militarizada en las fuerzas policiales, y la creciente exclusión social, particularmente de migrantes, mujeres y jóvenes.

En este marco, la coyuntura alemana se perfila como el ensayo de este nuevo modelo, donde la alianza entre un sector de la aristocracia financiera y tecnológica y la extrema derecha europea busca establecer un orden basado en la competencia despiadada y la anulación de cualquier política redistributiva.

Contexto geopolítico

El presidente Trump afirmó el pasado viernes 14 que Europa está “perdiendo” el “derecho a la libertad de expresión”, secundando así a su vicepresidente, James D. Vance, quien el jueves arremetió contra las políticas europeas durante su intervención en la Conferencia de Seguridad de Múnich. “Escuché un discurso y habló sobre la libertad de expresión. Y creo que es verdad”, dijo Trump a los periodistas. “En Europa, están perdiendo su maravilloso derecho a la libertad de expresión”, opinó.

Donald Trump, presidente de EU, a punto de abordar el Marine One en el jardín sur de la Casa Blanca, el viernes 14 de febrero de 2025, en Washington
Donald Trump, presidente de EU, a punto de abordar el Marine One en el jardín sur de la Casa Blanca, el viernes 14 de febrero de 2025, en Washington

El día anterior, hablando ante la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente estadounidense afirmó que la migración masiva es la amenaza más urgente que enfrentan Estados Unidos y la Unión Europea. Vance adoptó un tono de confrontación, acusando a los políticos europeos de tener miedo a su propia gente y les advirtió de que la verdadera amenaza contra su democracia no provenía de Rusia o China. “La amenaza que más me preocupa respecto de Europa no es Rusia, no es China, no es ningún otro actor externo. Lo que me preocupa es la amenaza desde adentro, el retroceso de Europa en algunos de sus valores más fundamentales, valores compartidos con Estados Unidos”, dijo el segundo de Trump. También interpretó las regulaciones de Bruselas hacia las redes socio-digitales como un ataque contra la libertad de expresión “en un esfuerzo contra lo que ellos denominan ‘discursos de odio’”, y criticó a la policía alemana, a la que acusó de perseguir a individuos por “lanzar discursos antifeministas”.

“Cuando vemos que tribunales europeos anulan elecciones, tenemos que preguntarnos si hay que hacer algo más que hablar de valores para empezar a actuar conforme a ellos”, manifestó Vance asimismo, cuestionando la reciente decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de rechazar el triunfo del candidato independiente en las presidenciales de Rumania.

A la masiva injerencia norteamericana en la política alemana y su condena a la censura e intervencionismo de Bruselas hay que añadir la amenaza de los aranceles sobre las importaciones procedentes de Europa que anunció el presidente Donald Trump anunció. La Unión Europea es el territorio que tiene a más países afectados por la medida que entrará en vigencia en abril, aunque el anuncio de EE UU impactará también duramente a India, Japón y Brasil. Dentro de la UE el país más afectado será Alemania, que exporta tres de cada cuatro coches que llegan a EE.UU.

Al ataque ideológico y comunicacional y a los aranceles hay que sumar la decisión norteamericana de sentarse esta semana a negociar con Rusia sin participación de Europa. Aunque las conversaciones en Arabia Saudita sólo implican un primer acercamiento entre las superpotencias, seguramente no se van a limitar a Ucrania. Sobre la mesa se tendía una división de áreas de influencia similar a Yalta y Potsdam. Washington necesita calma en la relación con Rusia y a Moscú le conviene. Mientras tanto, Trump interviene profundamente en el subcontinente rompiendo el histórico eje germano-francés y dando vuelta el modelo de Estado y sociedad construido desde la segunda posguerra.

Ahora bien, un acuerdo ruso-norteamericano sin participación de los europeos sería una pésima noticia para Alemania, que a la vez se quedaría sin el abastecimiento barato de energía rusa, sin la asociación con China y sin el mercado consumidor de EE.UU. Por otra parte, Berlín debe contar con la alianza privilegiada que Polonia, Italia y, sobre todo, Gran Bretaña buscarán construir con la Casa Blanca.

Sólo una renovada colaboración con Francia, que les posibilite volver a tender puentes hacia el este, puede sacar a Alemania del marasmo. Pero para ello necesita relanzar una política industrial que le permita ocupar algunos nichos de vanguardia y organizar cadenas de suministro transcontinentales que remplacen a las perdidas desde 2021. Sólo puede hacerlo, si logra sustituir a la elite globalista por una independiente, pero no chovinista. Hay pocas chances de que con las reglas de juego actuales pueda surgir una nueva orientación y un nuevo liderazgo que encarrile nuevamente a la vieja locomotora de Europa.

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