Tokatlian y el liberal ingenuo: “cree poder domesticar a la internacional reaccionaria, pero pasa al revés”

Entrevista al académico argentino sobre algunos perfiles de la nueva derecha extrema mundial.

Las nuevas derechas tienen particularidades que son motivo de debate en el mundo académico, a través de libros, papers, mesas universitarias, paneles de TV y de streamings y otros dispositivos. Juan Gabriel Tokatlian, autor de varios libros y artículos, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella, donde fue entre 2019 y 2023, es uno de los argentinos que más viene trabajando el tema. En esta entrevista con Tektónikos aborda algunos temas que surgen de esa corriente ideológica.

¿Qué le sugiere la aparición, en varios países, en algunos ganando gobiernos, en otros representando cuotas altas de adhesión electoral, de las nuevas fuerzas de extrema derecha?

— Creo que estamos en presencia de una Internacional Reaccionaria, que contiene distintas variantes y corrientes de pensamiento, pero entre las cuales predomina una derecha explícita, en el sentido de que ya no le interesa cobijarse en el centro ideológico, en la idea de que defiende la democracia, ni que pretende que el electorado le distinga virtudes liberales.

En una reciente charla en el CeDInCi (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, de Argentina), usted formuló tres argumentos para intentar definir ese escenario. ¿Los puede desarrollar?

— Mi primer argumento es analizar con qué contrasta esta Internacional Reaccionaria. Antes y durante la Guerra Fría, teníamos, por ejemplo, las Internacionales Comunista, Socialista, Demócrata Cristiana. Todas esas agrupaciones y los partidos que las conformaban respondían a una orientación ideológica, a una estructura partidaria organizada, tenían militantes, afiliados, cuadros, que a su vez subían o bajaban del escalafón de cargos en el partido; sus recursos derivaban del aporte de sus miembros y del porcentaje electoral alcanzado, etc. Hoy, estas tres internacionales y los partidos que fueron sus pilares están debilitados o difuntos en la mayoría de los casos; lo cual es un gran problema para el progresismo.

¿Aquí hay una diferencia con las nuevas derechas?

— Ciertamente, la Internacional Reaccionaria es netamente de otro tipo. No le importa tener una estructura partidaria homogénea, los recursos son aportados por magnates multimillonarios, o los recogen de las plataformas digitales, tiene una gran capacidad y creatividad para competir electoralmente por la defección de los que se definen como liberales y republicanos, que se hacen los distraídos. En Argentina tenemos un buen ejemplo de ello. Creen que luego los van a domesticar, pero pasa al revés.

¿Pero no hay diferencia entre las diversas expresiones de la ultraderecha?

— Sí, claro, se trata entonces de una Internacional Reaccionaria variopinta, y atención que ello no acontece solo en Occidente, hay modalidades fuertemente regresivas (en y fuera de los gobiernos) en muchas otras latitudes, por ejemplo, en Rusia, Turquía, Israel, etc., en países donde tienen capacidad de movilización y convocatoria. Es una Internacional Reaccionaria con recursos y vínculos y que, por lo tanto, continuará con posibilidades de desarrollar sus ideas y sus acciones, con alta posibilidad de competitividad electoral.

¿Cuáles fueron sus otros argumentos?

— Un segundo argumento que ofrecí en ese debate apunta a tu pregunta anterior, es decir; las expresiones de la Internacional Reaccionaria no son siempre exactamente idénticas, aunque constituyen una familia con similitudes relevantes. Hay heterogeneidad. Pero tienen elementos en común, por ejemplo, la dinámica de sus gobiernos o de la carrera hacia obtenerlos. En ella, apelan a la historia, la política, la moral y la cultura argumentando la existencia de una pérdida, de un desengaño, de una frustración. Remiten a un pasado glorificado, supuestamente mejor, ordenado y seguro. Y, por supuesto, subrayan la presencia de un culpable: los reformistas, los radicales, la izquierda, etc. Todo esto se refuerza por promesas incumplidas cuando gobernaron esas fuerzas. Se suponía que en la Posguerra Fría el mundo iba a marchar no solo hacia la estabilidad y la seguridad, sino que especialmente iban a predominar la equidad y la justicia. El llamado Nuevo Orden Mundial del que hablara George Bush a comienzos de los 90s. Esa promesa, de cuño básicamente occidental, no se cumplió; lo cual, a su torno comenzó a horadar el denominado orden internacional liberal. Ello fue gestando y profundizando un escenario muy atractivo para un discurso pesimista y retrógrado. Se multiplicaron las formas de contestación de actores estatales y no estatales.

¿Y a nivel geopolítico, hay patrones comunes?

— La Internacional Reaccionaria que advierto tiene además un modo geopolítico civilizatorio. Se subraya tanto en el Occidente septentrional como el meridional una condición de decadencia, y se plantea la alternativa de una Arcadia romantizada a la que se volverá para así superar este presente oprobioso. En Argentina, Milei articula mucho ese discurso: lo hace especialmente en sus alocuciones fuera del país. Por ejemplo, en mayo de 2024 en un acto de Vox en el estadio Vistalegre de Madrid, dijo: “… Las hazañas que nuestro gobierno realice en la Argentina serán testimonio y prédica del paradigma capitalista de libre empresa. […] Por eso les digo: ánimo en esta gesta por salvar a Occidente de la decadencia, porque Occidente aún está a tiempo de elegir si quiere persistir en la senda del fracaso o retomar el camino de la libertad”.

Dijo que hay coincidencias, pero también diferencias…

— Sí, tienen diferencias. Siguiendo con el plano internacional y geopolítico, debemos distinguir entre las posturas que vemos respecto a la globalización y el globalismo. La globalización refiere a proceso material (económico, productivo, comercial y financiero). El globalismo refleja un proceso cultural (ideas, valores, creencias, identidades). En Estados Unidos, Donald Trump impugna a ambos. En Argentina, Javier Milei ataca al globalismo, pero no a la globalización, tal como se puede apreciar en su política financiera, en su valoración del pleno libre cambio, en su mirada de las relaciones económicas internacionales. Algo, dicho sea de paso, bastante anacrónico.

¿Cuál fue su tercer argumento?

— Mi tercer argumento es, siguiendo con el ejemplo de Milei, que la Internacional Reaccionaria adopta diversas manifestaciones que responden a singularidades de su variante retrógrada. En su caso, es el llamado anarco-capitalismo. Mantiene un fuerte conservadurismo social e individualismo legal, al tiempo que aspira a un replanteamiento de la política internacional más ambicioso que la última dictadura militar, que el menemismo y el macrismo. El alineamiento con Estados Unidos es más ambicioso y a la vez más subordinado. Los datos se pueden rastrear en las estadísticas que anualmente publica el Departamento de Estado de Estados Unidos referidas a las votaciones en la Organización de las Naciones Unidas. Ellos publican tres cuestiones: cómo votó cada país en todas las votaciones, cómo fueron las votaciones en los 19 temas que EE. UU. considera más importantes, y cómo fueron las votaciones en los 15 temas donde EE. UU. actúa en tándem con Israel.

— ¿Y qué se observa ahí de Argentina?

— Algo asombroso, que también he planteado recientemente en un artículo para Cenital. La coincidencia de la Argentina de Milei con Washington en 2024—todavía no había triunfado Trump— fue de 82% (durante el menemismo se ubicó en un pico de 68,8%). Ni siquiera el Ecuador de Noboa o El Salvador de Bukele coincidieron tanto. Tuvieron, respectivamente, una coincidencia de 44% y 38%. El promedio de toda América Latina con Estados Unidos fue de 41%, es decir que Argentina lo duplicó. En las coincidencias con las votaciones que Washington considera más importantes, Argentina tuvo otro récord histórico: coincidió en 97% de dichas votaciones (¡más que Israel, que tuvo una coincidencia del 92%!). Y a su turno, las coincidencias con Washington en temas relacionados a Israel, Argentina alcanzó un porcentaje de 83% —idéntico al de Naurú.

En breve, el intento de cambiar radicalmente la inserción del país es elocuente; algo que parece desdibujar consensos logrados desde el advenimiento de la democracia y que, además, retratan la ausencia de una oposición con una agenda internacional alternativa.

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