Trump y la propuesta de paz “torpedeada” para Ucrania

Asoma un triunfo ruso; lo demoran lobbies de EE.UU. e internas en la OTAN y en Kiev.

La victoria aplastante de Trump en las recientes elecciones en los Estados Unidos generó expectativas con respecto a un cambio significativo en la política exterior del país. Desde mucho antes de la campaña, él había criticado la adoptada por la administración Biden e incluso había llegado a afirmar que, si él fuera presidente, en 24 horas pondría fin al conflicto en Ucrania.

Ya conocido el resultado, hay que tratar de evaluar cuánto de lo dicho responde a sus intenciones o cuáles eran meras declaraciones electorales. Trump fue ambiguo en muchas de sus declaraciones sobre la guerra en Ucrania y lo que actualmente se discuten como sus propuestas son trascendidos de sus asesores publicados por la prensa. Habría que ver en qué medida estas son intenciones reales para acercar a las partes o meras declaraciones soltadas para evaluar la reacción de los estadounidenses y los grupos de poder internos y externos antes de realizar propuestas concretas en público. 

Hay que tener en cuenta que el presidente entrante gozará de una situación política poco frecuente. Tendrá mayoría en la Cámara de Representantes, también controlará el Senado, y la mayoría de los jueces de la Corte Suprema serían ideológicamente afines a los republicanos. De tal forma, Trump se encontraría con todas las posibilidades formales de impulsar desde el Ejecutivo las medidas consideradas necesarias para concretar sus propuestas políticas. Sin embargo, la fractura visible entre la élite gobernante causada por cómo relanzar la economía de EE.UU., cómo contener el creciente poder de China y en qué medida el proteccionismo o la globalización beneficiarán a cada una de las corporaciones, se traducirá en las presiones que los diferentes lobbies ejercerán sobre ambas cámaras del Congreso. Y esto repercutirá indudablemente sobre las instituciones que aparentemente controla su partido. 

Motivos para la paz

Habría diferentes motivos por los que Trump impulsaría un acuerdo de paz luego de su ascenso a la presidencia. 

La primera razón es la evidente derrota de la OTAN en Ucrania, por lo que mantener el enfrentamiento abierto comprometería de manera creciente los recursos de los EE.UU. cuando hay otros conflictos de mayor importancia estratégica en el mediano plazo, como contener a China. 

El segundo motivo es que la duración del conflicto consolida en el tiempo una alianza militar entre Rusia, China, Irán y otros excluidos por Occidente, lo que podría comprometer seriamente los intereses de los EE.UU. tanto a nivel local como global. Al mismo tiempo, la industria bélica de todo el bloque occidental se ha demostrado incapaz de sostener un esfuerzo productivo similar al de Rusia y sus aliados, lo cual afecta ya sus stocks de municiones y otros armamentos necesarios en caso de un conflicto abierto entre EE.UU. y cualquier potencia que cuestione su hegemonía.

El miércoles 6 de noviembre, ya consagrado como presidente electo, Trump habló por casi media hora con Zelenski, quien había sido duramente criticado en público por el estadounidense porque consumía recursos que consideraba más necesarios destinar a otros fines. La participación del magnate Elon Musk en la misma conversación podría ser interpretada como toda una señal: el diario The New York Times sostuvo que Musk actuó anteriormente como intermediario entre Zelenski y Putin y, por lo tanto, podría ser el nexo informal para que los gobiernos enfrentados inicien conversaciones, dado que la ley ucraniana prohíbe cualquier negociación directa entre las autoridades del país y las rusas. Tengamos presente también, que en el caso de recuperar Musk el control sobre Ucrania de la red de comunicación Starlink (que el gobierno de Biden temporalmente le quitó para transferírsela al Pentágono) podría usarla para presionar a Kiev “a título particular” para ceder ante Rusia en las negociaciones. Ya en 2022 Musk se enfrentó a Zelenski al bloquear el uso de los satélites a los ucranianos para impedirles atacar Crimea porque consideraba que esto podría llevar a una guerra nuclear. 

Por su parte, The Washington Post, al día siguiente de esta conversación, informó que Donald Trump habría hablado también con Vladimir Putin. El presidente electo le habría solicitado al líder ruso no intensificar la guerra y habrían conversado acerca de cómo lograr la paz y la seguridad en Europa, y no solo la paz en Ucrania, dijo ese diario. Aunque la existencia de la conversación fue desmentida por el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, al mismo tiempo el viceministro de Asuntos Exteriores Serguéi Ryabkov confirmó la existencia de intercambios a través de canales cerrados, aunque no precisó si esto se refería a la administración presente o a la entrante. 

El asesor de Trump, Bryan Lanza, afirmó unos días después de la victoria que Ucrania debería olvidarse de recuperar Crimea. Aunque fue desmentido por el entorno de Trump (y se dijo al mismo tiempo que ya no formaba parte del equipo de asesores), sí se filtró que sería necesario ceder territorios para lograr la paz, al igual que la afirmación de que el frente se estabilizaría en la actual línea de contacto.

Según trascendidos publicados en la revista Newsweek, la propuesta de Trump sería crear una zona desmilitarizada entre las zonas controladas por Rusia y por Ucrania, con tropas británicas y de otros países de Europa. Esta noticia, de ser cierta, sería muy preocupante: demostraría el total desconocimiento de las causas del actual conflicto en la región. Precisamente, uno de los motivos de la invasión fue la posible presencia de tropas de la OTAN en Ucrania, y pretender crear una zona desmilitarizada con tropas de países de esa organización en la propia frontera rusa parece un sinsentido. 

Otro desconocimiento total de la situación política en Rusia sería que los asesores de Trump ignoraran que según la Constitución rusa no se puede enajenar o ceder cualquier parte del territorio nacional, y tanto Crimea como los otro cuatro óblast fueron ya anexados. El problema legal es que salvo en Crimea, en los demás territorios todavía hay partes controladas por los ucranianos. Por lo tanto, de materializarse la propuesta de Trump, solo podría llegarse a un armisticio porque legalmente Moscú no podría firmar ningún tratado definitivo.

Con todo, cualquier acuerdo al que se llegara para finalizar el conflicto tendría muchas más implicancias políticas en todas las partes involucradas.

Comencemos analizando la posición de Zelenski. Desde que rechazó a instancias de Boris Johnson el acuerdo casi concluido con Rusia en abril de 2022, Zelenski asumió un discurso belicista donde sostenía la necesidad de continuar luchando hasta la victoria y la recuperación de todos los territorios ocupados por Rusia. Previendo tal vez un resultado poco favorable, hizo aprobar por el parlamento una ley que impedía a funcionarios ucranianos cualquier negociación con las autoridades rusas. Por lo tanto, si pretendía crearse en el futuro un partido de la paz como rival político, él mismo estaría violando la ley. De allí el probable actual subterfugio de recurrir a terceros como Musk que intermedien indirectamente entre las partes.

Un acuerdo con Rusia sería el fin político para Zelenski, porque no solo no habría logrado la victoria, sino que además estaría cediendo territorios que en el acuerdo de Estambul de 2022 no se hubieran perdido, además de los cientos de miles de bajas ucranianas provocadas desde ese momento.

Por el lado ruso, además de los obstáculos legales a las supuestas propuestas de paz hay otra que no se suele considerar. Putin también está condicionado por la retórica asumida durante el conflicto: un objetivo declarado era desmilitarizar a Ucrania e impedir su ingreso a la OTAN. Y aunque Trump afirmó que fue un error haber invitado a Ucrania a sumarse a esta organización, según el trascendido de la prensa, el acuerdo entre las partes bloquearía el ingreso de Ucrania pero sólo por 20 años. Esto podría ser visto como una fórmula de compromiso, que pospone para un futuro incierto la admisión o no de Ucrania, pero dentro de Rusia esto podría ser presentado como un fracaso. Y es un gran error pensar que Putin es un gobernante omnipotente: hay grupos políticos opositores que sostienen posiciones mucho más radicales con respecto a cómo resolver el conflicto en Ucrania, y la posibilidad de su ingreso a la OTAN podría tener un gran costo político para el partido gobernante.

Finalmente, un aspecto que no se contempla al hablar de lograr un acuerdo de paz, es quién lo firmaría por el lado ucraniano. Zelenski concluyó su mandato el 20 de mayo de este año y constitucionalmente, en caso de no poder realizarse elecciones, el ejecutivo debería ser ejercido interinamente por el presidente del parlamento. Esto no ocurrió y por lo tanto Zelenski no es legalmente presidente del país, sino un gobernante de facto. Cualquier acuerdo firmado entre Rusia y Ucrania podría ser impugnado en el futuro por los sectores ucranianos revanchistas que quisieran recuperar los territorios perdidos, una vez reconstruido el poder militar del país. De allí la insinuación realizada por Zelenski en reiteradas ocasiones de que cualquier acuerdo debería ser sometido a referéndum.

También habría que considerar cómo reaccionarían de manera inmediata los sectores ultranacionalistas ante el reconocimiento por Kiev del fracaso frente a Rusia. Desde hace meses hay rumores de golpe de Estado: de allí la destitución de Zaluzhni, anterior comandante en jefe, y de otros numerosos generales. Tal vez en esta clave habría que leer la noticia publicada en The Economist el 13 de noviembre acerca de que se estaba considerando llamar a elecciones el próximo 25 de mayo. 

Otro aspecto acerca de la propuesta de paz cediendo territorios es cómo eso afectaría la posición de los EE.UU. en el marco internacional y especialmente en Europa. 

La encrucijada de la OTAN

Si Trump logra que Ucrania consienta perder regiones enteras a cambio de la paz, se caería la narrativa que sostuvo como punto central tanto la administración Biden como la dirigencia de la UE de que se mantendría a toda costa la integridad del país. Pero frente al hecho de que Rusia está avanzando y cada vez está más cerca de una victoria, que Trump haga ceder al gobierno de Ucrania puede permitirles a las autoridades europeas asignar toda la responsabilidad de la derrota al gobierno de los EEUU. Esto, sin embargo, no dejará de impactar a mediano plazo sobre la OTAN, porque luego de la derrota en Afganistán ahora se le sumaría una nueva derrota frente a Rusia. Tengamos presente que luego del atentado a las Torres Gemelas en 2001, EE.UU. y la OTAN invadieron Afganistán por negarse a conceder la extradición de Bin Laden, considerado responsable del atentado. Luego de 20 años de intervención militar para acabar con el régimen talibán, Trump terminó firmando un acuerdo unilateral donde EE.UU. retirarían las tropas del país y los reconocía como gobierno legítimo. Los integrantes de la OTAN ni siquiera fueron consultados y es por ello que en ese contexto el presidente francés Emmanuel Macron afirmó en 2021 que la OTAN tenía muerte cerebral y que habría que pensar en la creación de una fuerza de defensa europea.

Por lo tanto, un nuevo abandono de los aliados de la Alianza Militar noratlántica, esta vez frente a una potencia rival en las propias fronteras de Europa, sería un golpe muy duro al prestigio de los EE.UU. y a su credibilidad como aliado confiable. No obastante, no hay que considerar que la reacción sería inmediata, dado que la capacidad militar europea resultó muy debilitada con la invasión a Ucrania: la industria europea es incapaz de producir en el corto plazo todo lo necesario para reponer los envíos realizados a Kiev y eso aumenta la actual dependencia de la protección militar estadounidense. 

Y este es otro aspecto a considerar. El acuerdo de paz logrado por Trump no necesariamente tendría la oposición del complejo militar industrial, porque es tan grande la demanda para reponer las reservas, tanto en los EE.UU. como en Europa, que la producción de armamentos está garantizada por los próximos años. 

Frente a su negativa anterior, finalmente el gobierno de Biden autorizó el uso de misiles de largo alcance al interior del territorio de Rusia. Los ataques iniciados este 17 de noviembre, fueron seguidos poco después por el uso de misiles británicos y franceses. Eso cruzó la última línea roja marcada por Moscú y que sería considerada como un ataque directo de la OTAN a su territorio. 

Esta situación lleva a preguntarse acerca de los motivos de esta decisión de la administración Biden. La primera interpretación que se dio es que este tipo de acciones hubieran afectado las posibilidades electorales de Kamala Harris. Ahora, resuelto ese tema, la dirigencia demócrata puede actuar libremente sin temor a las consecuencias porque quedan dos meses de mandato. El gobierno entrante heredaría un agravamiento de la tensión con Rusia que podría dificultar la gestión para los republicanos. 

Sin embargo, hay otra posibilidad a considerar: que la actual escalada al atacar territorio ruso cuente con el aval republicano para que cualquier acuerdo propuesto por Trump en la presidencia parezca un mal menor para todas las partes involucradas en el conflicto.

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