Ucrania, Gaza y los cuestionamientos a la hegemonía de Estados Unidos

Por qué conflictos como los de Ucrania y Gaza anuncian el fin del dominio norteamericano.

El fin de la Guerra Fría con el colapso del bloque soviético dio paso a un mundo unipolar, algo que no se veía desde mediados del siglo XIX con el indiscutido dominio mundial por parte de Gran Bretaña. El rol hegemónico del dólar en las transacciones internacionales (impuesta por los organismos financieros liderados por EE.UU. y en menor medida Gran Bretaña), el despliegue de fuerzas armadas en cientos de bases por todo el planeta y las intervenciones militares (con o sin el aval de la ONU) permitieron redibujar el mapa de acuerdo a la visión de los sectores dirigentes estadounidenses. El ataque a Yugoslavia a fines del siglo XX, la invasión de Irak o de Afganistán a principios del XXI son solo algunos hitos del poder disciplinario (de “policía” dirían algunos) ejercido de manera discrecional y con variados argumentos por los distintos gobiernos en Washington y sus aliados. 

Sin embargo, esta dominación iniciada en 1991, que parecía poner fin a la historia por el triunfo del capitalismo y de gobiernos de corte liberal, a diferencia de la británica, pareciera que será de muy corta duración. Ya para principios del siglo XXI la economía china venía avanzando a pasos agigantados y hoy es, según qué indicadores se tomen, la segunda o la primera economía del mundo, cuyos cambios se expresan también a nivel de formas de organización para rediseñar las relaciones internacionales. La fundación de los BRICS a mediados del 2009 fue una muestra de cómo algunas economías en crecimiento comenzaron a buscar transformar un mundo dominado por el dólar y la hegemonía de EE.UU. No obstante, hay que tener en cuenta que ningún imperio sucumbe sin dar pelea.

Ucrania

Los actuales conflictos en Ucrania, Gaza y otras regiones deberían ser enmarcarlos en este contexto. El ascenso de Putin, más allá de las características propias del personaje en cuestión, fue la expresión de algunos grupos dirigentes en Rusia de replantear la relación con Occidente y su liderazgo de zanahoria y garrote. Esas elites  dirigentes propusieron desde antes, en distintos momentos de la década del 90, crear una relación de convivencia internacional sin subordinación a las potencias occidentales.

A fines del 2001, en un discurso en alemán en el parlamento de ese país, Putin planteó las ventajas de una integración europea que sumara a Rusia como igual y que permitiera crear un sistema de seguridad colectiva más allá de la OTAN. Fue una propuesta de convivencia, pero donde Rusia fuera aceptada como potencia no rival. 

Téngase en cuenta que dos años antes, en violación de los acuerdos establecidos entre los EE.UU. y la URSS, tres países del antiguo Pacto de Varsovia se incorporaron a la OTAN (Hungría, Polonia y República Checa), con lo cual para los dirigentes rusos estaba clara la violación de los acuerdos previos, pero también el proyecto de extender la alianza cada vez más hacia el este, es decir hacia sus fronteras. En 2004 se hizo una nueva ampliación de la OTAN que sumó siete nuevos países, incluyendo tres bálticos que habían sido  parte integrante de la URSS.

Hasta 2007 se intentó lograr un modus vivendi con la OTAN. En el discurso dado por Putin en la Conferencia de Seguridad en Múnich a principios de ese año, se planteó abiertamente que los EE.UU. trataban de imponer sus reglas a otros países luego del colapso de la URSS, contrariando una marcha del mundo hacia la multipolaridad.  También planteó el peligro que representaba la OTAN para la seguridad por sus provocaciones y porque aumentaba la desconfianza mutua. Concluyó, a modo de advertencia, que las acciones de los EE.UU. y la OTAN conducirían a una carrera armamentista, en la que efectivamente Rusia se embarcó luego de 2007.

La ampliación de la OTAN y la intromisión de la misma en los asuntos de Ucrania (país fundamental para Moscú por seguridad y por cuestiones históricas) generaron tensiones crecientes con Rusia. La Revolución del Maidán, el golpe de Estado organizado en 2014 por los occidentales contra el cuestionado (pero pro ruso) presidente Yanukóvich, generó la respuesta inmediata de Rusia y la anexión de Crimea. Fue también el inicio de la guerra civil que, con altibajos, duró hasta la invasión rusa de febrero de 2022, llamada “operación especial” por el gobierno de Putin. Los acuerdos negociados, que incluían como solución la transformación de Ucrania de una república unitaria en una federal, fueron ignorados por los gobiernos ucranianos. El intento de resolver militarmente la situación por parte de Kiev, motivo la invasión rusa, al principio como forma de presión, pero que dio lugar a una guerra abierta de intensidad creciente.

Esa escalada motivó que las autoridades rusas debieran reestructurar sus fuerzas armadas y sus mandos para adecuarlos a un conflicto de alta intensidad. Los fracasos iniciales fueron reemplazados durante 2023 por una ofensiva lenta pero constante a lo largo de todo el frente, acompañados por una industria de defensa que se ha reactivado, con una tendencia al pleno empleo y un crecimiento económico por sustitución de importaciones inimaginable dos años atrás. Las sanciones occidentales, pensadas para estrangular la economía rusa y generar descontento interno, han provocado el efecto opuesto, por lo menos en el mediano plazo. Por el lado de Ucrania y de la OTAN, por el contrario, asistimos a un panorama diferente: la destrucción de la infraestructura básica y de defensa ha conducido a las autoridades de Kiev a depender no solo del apoyo occidental para su defensa, sino incluso para el funcionamiento cotidiano del Estado. Lo que era visto desde Occidente como un conflicto para debilitar a Rusia y poder imponerle condiciones se transformó en su opuesto: los arsenales de la OTAN se han reducido a niveles críticos y las industrias de municiones apenas pueden cubrir una parte mínima de la demanda diaria de proyectiles de artillería para Ucrania. Además, se empieza a notar un hartazgo por el barril sin fondo financiero representado por el conflicto para algunas de las economías europeo occidentales. Paralelamente, el bloqueo republicano en el Congreso de EE.UU. para asignar más recursos a Ucrania está contribuyendo al avance ruso y a considerar cuál será el papel futuro de la OTAN. 

Gaza

Por otro lado, el conflicto en Gaza implicó que partidas de municiones de artillería destinadas a Kiev fueran desviadas para abastecer a Israel. Pareciera que, a diferencia de la época de la Guerra Fría, los EE.UU. no pueden afrontar dos conflictos de cierta intensidad simultáneamente. De allí las noticias que comienzan a circular entre algunos de los principales medios occidentales acerca de que han comenzado encuentros para lograr una tregua que permita congelar el conflicto en Ucrania y, paralelamente, presiones sobre Israel para acordar una tregua con Hamas. Sin embargo, estas  parecerían ser más expresiones de deseos que una realidad. Frente a la aparente debilidad de la OTAN y de los EE.UU., los conflictos locales pueden estar lejos de concluir en lo inmediato porque podrían ser vistos como el momento adecuado para obtener concesiones de los occidentales en los distintos puntos calientes. 

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