Una herida latinoamericana: la “cuestión boliviana” y el MAS

La feroz interna oficialista desampara a un pueblo que había avanzado y hoy duda de todo.

Por Fabián Restivo

Se sabe que no hay encono más feroz que el que puede haber entre dos ex amigos. También suele decirse que las guerras comienzan mucho antes del primer tiro. Y como todo tiene su génesis, vamos a comenzar por ahí para intentar entender que está pasando en Bolivia, que no es tan fácil como la dicotomía mediática y tuitera con la que Movimiento al Socialismo entretiene a sus adversarios.

Año 2009: una carrera de obstáculos

Tras algo más de veinte años de acuerdos, el 7 de febrero del 2009 surge por votación popular una de las demandas más fuertes del pueblo boliviano y promesa de campaña de Evo Morales: la nueva Constitución Política del Estado. Entre sus muchos artículos, hay dos que sobresalen: jamás se podrán privatizar los bienes estatales ni los recursos naturales, y por otro lado, los jueces serán elegidos por votación y mandato popular cada seis años.

Claro que no fue fácil llegar hasta ahí: Evo Morales tuvo que enfrentar un largo intento de golpe de estado con una clara amenaza a su integridad territorial en el 2008 “disfrazado” de disputas internas históricas e irreconciliables entre sus regiones. 

El extenso conato fue apagado, y un tiempo después, el embajador estadounidense Philip Goldberg fue declarado persona no grata y echado de Bolivia, acción que fue tildada por la oposición y la prensa local como una exageración que tendría horribles consecuencias. El dato simpático es que en el mismo segundo que el presidente Evo Morales echaba al embajador norteamericano por conspirar contra el gobierno en conferencia de prensa, Goldberg estaba reunido con el entonces ministro de Relaciones Exteriores (y actual vicepresidente), David Choquehuanca, en la Cancillería, reforzando los lazos de amistad entre ambos países.

Nadie ignoraba que el embajador fue una pieza fundamental en la separación de Serbia con Montenegro en la ex Yugoslavia, y que había sido el factótum del infausto Plan Colombia allá por 1999, luciendo su premio presidencial como Rango Meritorio, y su medalla de plata del Sello Nacional de Inteligencia de EE.UU. Todo el mundo sabía que Philip Goldberg organizaba a cielo abierto a la oposición separatista boliviana.

Luego de la puesta en marcha de la nueva Constitución, los recursos naturales fueron nacionalizados y se crearon empresas estatales, lo cual permitió que las ganancias fueran reinvertidas en el país. Bolivia tenía un Poder Ejecutivo sólido y una bancada parlamentaria indivisible, que ostentaba más de dos tercios de mayoría oficialista en ambas cámaras del congreso. Cuestiones estas que fueron garantía de funcionamiento de la vida ciudadana. Todas acciones soberanas que conspiraban contra los intereses transnacionales.

La revancha, once años después

El golpe de estado del 2019 tuvo signos claros de que atrás de eso había “una mano blanca”: gran parte de las violentas acciones callejeras eran conducidas desde dos celulares: uno en EE.UU. y otro desde el teléfono de un funcionario de la embajada de EE.UU., quien dijo días después que su hijo había tomado el celular sin permiso.

El golpe de estado dio lugar a todo tipo de desastres al que el Movimiento Al Socialismo no fue ajeno.  Allí se generaron heridas, traiciones, reclamos y resentimientos varios que, lejos de resolverse, se consolidaron tras las elecciones con que fue superado el golpe. 

A los primeros meses de haber reasumido nuevamente el MAS en el gobierno, se comenzaron a ver los quiebres que (para cualquiera que quisiera ver) auguraban una guerra interna. Las declaraciones de funcionarios tanto designados como electos dejaban ver que el antes sólido e indivisible Movimiento al Socialismo, acabaría en el estéril “Arcismo versus Evismo”, es decir los grupos de Luis Arce, el nuevo presidente, y del ex Evo. 

Eso abrió la puerta al lugar donde todo lo malo puede suceder. La pelea entre el líder natural del movimiento y el jefe del estado plurinacional pasó de rumores de reuniones ásperas a los titulares de las noticias haciendo honor a la frase de Tomas Borge: “En la política hay buenos y malos, pero cuando comienza la guerra todos nos volvemos locos”. Y así comenzó a caerse el mundo.

La resaca de la desconfianza

En Bolivia se habla hace tiempo de acuerdos que no se cumplieron, de organigramas que no se respetaron y de personal gubernamental que está bajo el manto que la mayoría de los bolivianos usa para casi todo en la vida: el de la duda. Este mal germen casi congénito hace que hoy Bolivia camine sobre arenas movedizas donde nadie cree en nadie, mientras muchos festejan los memes que quedaron tras el intento de golpe 26 de junio pasado evitando que se vea el riesgo real.

Lo cierto es que, según mandato de la Constitución, el año pasado debería haber habido la preselección que daba lugar a las elecciones que culminan con el cambio de jueces. La falta de acuerdos del MAS fue una traba infranqueable y no sucedió. No hubo elección de jueces y tras una martingala inexplicable, fuera de toda ley, representantes del gobierno boliviano dejaron sospechar que Evo Morales estaba proscripto y no podría presentarse a las próximas elecciones.

Sobre la base de la desconfianza ronda la suposición de que el gobierno boliviano tiene que ver con este retraso que pretende trabar la candidatura de Morales, ya que tampoco se hizo nada cuando el 25 de junio el general Zuñiga declaró públicamente que las Fuerzas Armadas impedirían que Evo Morales fuera candidato, y amenazó al gobierno, sin reacción ninguna por parte del poder ejecutivo.

La cuestión de la justicia 

El año pasado, tras una convocatoria para ocupar noventa y seis cargos, se presentaron más de cuatrocientos postulantes. Quienes quedaron afuera trabaron la preselección con demandas antes las salas constitucionales, y entre dimes y diretes el máximo órgano judicial decidió que, no habiendo cumplido los plazos, las elecciones a jueces se pasarían para el año 2026. O sea, se auto prorrogaron, y esto dio lugar a que voceros del gobierno dijeran (sin razón aparente) que Evo Morales sería proscripto, porque una semana antes el máximo tribunal había hecho referencia a la “reelección indefinida” en otro caso y sin que viniera a cuento.

Hasta hoy el Tribunal Supremo Electoral no se ha pronunciado sobre el tema. 

Todo esto es ni más ni menos que la falta de acuerdo al interior del Movimiento al Socialismo que, quebrado y en guerra pública, no hace más que agregar presión a una situación que parece no aceptar un milímetro más de nada. Pero todo indica que va a seguir, para solaz de una oposición que no tiene ninguna representatividad pero a la que este enfrentamiento la divierte tanto como le sirve, y claro que no termina aquí. porque (y acá comienza algo de claridad) cuando en octubre pasado Evo Morales llamó al MAS a un congreso, este no fue reconocido por el Tribunal Supremo Electoral, el mismo tribunal que no quiso supervisar el “congreso paralelo” convocado por el presidente Arce, pero que tuvo que dar por válido por orden de los jueces auto prorrogados de la sala constitucional de La Paz.

Hoy, la “cuestión boliviana”

Hasta aquí son movimientos de gato escaldado que por distintas razones y con distintas armas pugnan por el poder y deja por el camino a un pueblo que luchó por tierra y territorio, que luchó por asamblea constituyente, que batalló la nacionalización de los recursos naturales, que guerreó contra el golpe de estado del 2008, que sufrió el golpe del 2019, velando de a ocultas a sus muertos y escondiéndose para no ser parte de los mil quinientos presos sin causa, y los más de mil exiliados. 

Nadie supuso que esta riña de gallos se llevaría todo. Nadie imaginó que una lección tan ruda, tan dramática, tan traumática, y tan cercana en el tiempo no sería aprendida, y que esta guerra interna pero sin cuartel tendría a los bolivianos y bolivianas en un hilo de aliento y atravesaría las fronteras exponiendo ante el mundo el miserable e incompresible espectáculo, producto de unos desacuerdos que bien podrían haberse resuelto con un poco de humildad e inteligencia. Pero no. Tan encarnizados como enfocados están en su “cuestión boliviana” que dejaron a los enemigos nacionales e internacionales la cancha libre para que se cumplan los más inimaginados y dramáticos pronósticos.

Y todavía no hemos visto casi nada.

Fabian Restivo. Estuvo varios años radicado en Bolivia. Es periodista, fotógrafo y documentalista.En cuarenta años de profesión trabajó y publicó en diversos medios del mundo, DPA, Folha de Sao Paulo entre otros, y actualmente en Página 12 y TeleSUR.

Compartir nota:

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp