Juan Augusto Rattenbach: “Todas las fuerzas políticas deben controlar cómo se aborda la cuestión Malvinas”

El marco de un entreguismo apasionado debe ser enfrentado con soberanía anticolonial.

La entusiasta confesión del actual presidente de Argentina, Javier Milei: “admiro a Margaret Thatcher”, abrió la incógnita sobre cómo se convertiría en hechos esa devoción colonial, que extrema la inmundicia de la traición.

En septiembre de 2024 la entonces canciller Diana Mondino llegó a un acuerdo con el secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, David Lammy. En Nueva York, en los márgenes de la Asamblea General de la ONU, convinieron en avanzar en materia de conservación de pesquerías, en una mejor conectividad, incluida la reanudación del vuelo semanal de la ciudad brasileña de Sao Paulo a las Malvinas y otros puntos.

En abril de este año, en un acto por el 2 de abril en el que el Gobierno prohibió la presencia de los excombatientes de Malvinas, Javier Milei dijo que la mejor forma de reclamar por las islas es que los propios isleños quieran ser parte de Argentina. En el estilo confuso de su arenga sugirió que Argentina no está en posición de reclamar soberanía, estableciendo los requisitos para superar la invasión británica: convertirse en “el país más libre del mundo”, volver a tener el PBI per cápita “más alto del planeta” y que “todos los ciudadanos del mundo fantaseen con el sueño argentino”.

Pocas semanas después, Milei habría de recibir al jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Alvin Holsey, quien viajó a la Base Naval de Ushuaia. El diario La Nación informó que el objetivo estratégico de la Argentina es “construir una Base Naval Integrada, que contenga un Polo Logístico en el extremo sur del continente y se convierta en la puerta de entrada a la Antártida. Es la misma base que en abril de 2024 fue visitada por la antecesora de Holsey, la general de cuatro estrellas Laura Jane Richardson, quien fue recibida con todos los honores por el presidente Milei.”

En las últimas semanas, mientras el ministro Luis Caputo ultimaba la letra chica del salvataje financiero con su par estadounidense Scott Bessent, “el gobierno libertario”, dice una nota de Perfil, “aceleraba la alineación militar y estratégica con Washington y sus aliados transatlánticos. Una serie de acciones —y omisiones— dejaron entrever el costo político de la alianza, que tensó los equilibrios históricos de soberanía que la diplomacia argentina sostuvo durante décadas, en función de la política de estado madre: la Cuestión Malvinas.”

En esas horas de negociación fue suspendida por segunda vez la sesión del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a Islas Malvinas, a sólo diez horas de su inicio programado, el pasado 30 de septiembre. El Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes fue creado por la Ley 27.558, sancionada en 2014, con el objetivo de generar consensos políticos y sociales para diseñar e implementar políticas de Estado que contribuyan al ejercicio pleno de la soberanía argentina sobre esas islas y espacios marítimos.

Está integrado por representantes del Estado nacional y del Congreso, especialistas en derecho internacional, excombatientes, autoridades provinciales y miembros de ámbitos académicos y científicos. Es posible no todos sean admiradores de Margaret Thatcher.

Para analizar esta escena de coloniaje autoinfringido, hablamos con Juan Augusto Rattenbach, coordinador del Grupo de Trabajo de Malvinas, Antártida, Atlántico Sur y Cuenca del Plata de OCIPEx (Observatorio de Coyuntura Internacional y Politica Exterior) y secretario ejecutivo del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Compiló el libro “Ciudad de la Soberanía: Río Grande, Malvinas y la construcción de la Argentina Bicontinental” (2023) y es coautor de “Una Nación en el Mar” (2022), y es el nieto del teniente general Benjamín Rattenbach, autor del “Informe Final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur”, conocido como el “Informe Rattenbach”, que evaluó el desempeño de las Fuerzas Armadas argentinas durante la guerra de 1982.

— Mientras el gobierno de Milei entrega el Atlántico Sur al Reino Unido, ¿qué deben hacer las fuerzas políticas que se oponen a ese cipayismo?

— Bueno, es un poco más que las fuerzas políticas que se oponen: me parece que el cipayismo como fenómeno hay que enfrentarlo desde todas las fuerzas políticas. Es inadmisible que un país haya una fuerza política que este a favor, sea proclive o tenga tendencias de legitimar o de hacer oídos sordos al colonialismo británico en nuestro territorio. Me parece que la discusión que estamos dando con varios colegas es esta idea de Malvinas como política de Estado que trascienda a todos los partidos políticos y que, independientemente de quién gobierne, se haga de Malvinas la verdadera prioridad que se merece, en tanto y en cuanto el pueblo argentino es malvinero, y por lo tanto la dirigencia política debería representar y reflejar ese sentimiento que es nacional a nivel Argentina. Así que no es solamente una cuestión de fuerzas políticas; esto es una cuestión sistémica.

— ¿Cómo debe prepararse para una política del Atlántico Sur cuando se supere el actual momento político?

—Por un lado, se está avanzando a nivel gobiernos municipales y a nivel universidades, tema que me parece no menor, porque de alguna manera tenemos las herramientas para tener un verdadero control y un verdadero seguimiento de las políticas públicas vinculadas al Atlántico Sur. Y entender esta coyuntura del gobierno nacional como el punto más bajo en términos de políticas vinculadas con Malvinas, y que todo lo que venga posteriormente sea necesariamente positivo. Y repito: tiene que haber un compromiso no nominal y declarativo, sino un compromiso con control real de parte de todas las fuerzas políticas a la hora de querer abordar la cuestión Malvinas.

— El apoyo de parte de la sociedad al gobierno de Milei, ¿es apoyo a su actitud de entregar la soberanía?

— La respuesta es que no, de ninguna manera. Parte del resultado electoral del 2023 se debió a una mezcla de curiosidad por Milei con un rechazo a las estructuras partidarias que en 2023 se percibían como “tradicionales” —estamos hablando de la estructura clásica de Juntos por el Cambio o del PRO como también del peronismo, habiendo tenido un gobierno que terminó con un desgaste político muy fuerte, que fue el de Alberto Fernández. Sin embargo, el pueblo argentino es muy malvinero. Hay una encuesta de Zubán Córdoba que cuenta que 95% de los argentinos son malvineros, es decir, reivindican la soberanía argentina de Malvinas. Entonces, de ninguna manera podemos afirmar que el resultado electoral del 2023 sirva para explicar el comportamiento del pueblo argentino en relación a nuestra reivindicación de soberanía en las islas del Atlántico Sur.

— Si el apoyo a Milei contradice el sentimiento patriótico hacia Malvinas y el Atlántico Sur, ¿cómo se resuelve esa contradicción?

— Avanzando en la malvinización, que no es solamente educar en términos históricos o geográficos —que igual no es menor: es importantísimo—, sino también entender que Malvinas es un tema presente, del día a día. No es solamente una cuestión de memoria, de recordar y homenajear a nuestros héroes, sino que nos sirva para pensar qué Argentina queremos hoy, para el presente, y qué Argentina queremos para el futuro. Me parece que eso es fundamental, porque a veces hay muchas personas que creen que Malvinas es solamente el episodio del conflicto en el Atlántico Sur, y muchos se están anoticiando de las cosas que están pasando hoy en día de Malvinas, y eso me parece fundamental.

— Quienes están por la descolonización de Argentina, ¿cómo deben trabajar el tema al interior de la sociedad argentina en este momento?

— Por un lado, los gobiernos municipales están avanzando con la aplicación de la Ley Nacional de capacitación obligatoria y permanente de Malvinas, y también las universidades están discutiendo, al interior, cómo se va incorporando Malvinas en los currículos de grado. Hay muchos posgrados que incluyen Malvinas entre las temáticas a abordar, pero los currículos de grado están en un periodo de transición, teniendo en cuenta que de las carreras de grado no salen solamente los profesores de las escuelas secundarias, sino que salen los científicos del país, y sale también gran parte de la dirigencia política del país. Entonces me parece que ese es el camino fundamental.

— ¿Qué aliados internacionales tiene Argentina en su reivindicación por Malvinas y qué cooperación puede proponerse en relación al tema?

— Básicamente, una estrategia de política exterior sería preservar, cuidar y profundizar el vínculo con esos países que ya reconocen nuestra soberanía en las islas, y tratar de optimizar el vínculo con aquellos países que son neutrales y que, como tales, el día de mañana pueden tomar posición en favor nuestro. En ese sentido, los países que más nos apoyan son los países de América del Sur, porque ven a la presencia británica en Malvinas como una amenaza a la defensa y a la seguridad regional. Tenemos el apoyo de todos los países de África a través de la Unión Africana, así como de otros países de Asia que, habiendo sido colonia británica y teniendo frescas las cicatrices de esos procesos duros de colonización, nunca dudan en solidarizarse con nuestro país. Así, que me parece que es clave el fortalecer los vínculos comerciales, de inversiones y diplomáticos. Y eso va a requerir una diplomacia coherente en las votaciones de Naciones Unidas y en otros foros internacionales, para que los países que nos respaldan con estos temas mantengan su posicionamiento en defensa de la soberanía argentina en el Atlántico Sur.

Pintura: “Malvinas en nosotros” de Rosana Fuertes y Daniel Ontiveros.

Compartir nota:

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp